Skip to content

Una ocasión para la caída de “lo social”

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

La crisis financiera de los estados es una ocasión para los liberales. Es cierto que la inercia de una opinión pública parcialmente favorable a la restitución de las competencias políticas sobre la crisis económica sigue actuando con cierta fuerza, pero es aún más cierto que los discursos emitidos en 2009 acerca de que la crisis de las entidades financieras habrían de iniciar una etapa de suspensión de la iniciativa de los mercados (Rodrigo Rato dixit) ha dejado paso a que la actual, relativa a las finanzas de los gobiernos, suspendan la suspensión. Lo más tóxico, ahora, es la deuda soberana. Esa misma deuda que era la solución es el mayor de los problemas.

La única alternativa a todo ello es la restitución de una franja, más amplia aún que la preexistente, de libre mercado, pues, aunque se vea como provisional, se sabe bien que si la creación de riqueza se obtura, no quedará estado que la succione ni, por tanto, subvenciones que sostengan el falso mito de "lo social".

Puede que se vea como lamentable y provisional esta situación, esta necesidad imperiosa e ineludible de reducir el tamaño de las administraciones. Sin duda la opinión pública, hoy difusamente partidaria de poner fin a los dispendios, será mayoritariamente propensa a exigir nuevas políticas de gasto público para volver a financiar la vida loca disfrutada en la década precedente. Pero esta dosis de realismo a la que nadie puede ya escaparse favorece la intrepidez política de quienes conservan todavía algún ideal liberal.

Pero sí es cierto que nada es seguro y no hay garantías de que un mínimo repunte del PIB en cualquier economía no genere una recaudación fiscal y un incremento en la penuria deudora que libere la imaginación delirante de que se puede volver a gastar. Por eso es determinante la capacidad de los políticos que supuestamente renovarán la dirección de las políticas públicas para exponer sin complejos la verdad. Y si no tienen esa valentía aún queda el recurso de que desde instancias supranacionales les hagan percibirla. Incluso culpar a éstas de la reducción del Estado del Bienestar llega a ser positivo para una adecuada pedagogía a favor de los mercados.

Ninguna reforma constitucional puede sustituir a la voluntad política de dar una oportunidad a la sociedad abierta de restituir su crecimiento económico. Lo importante es saber que este "parque temático" en que Europa se está convirtiendo (como José Borrell, en el único alarde de lucidez que se le conoce, dijo) sólo se sostiene decentemente si la economía más productiva de Europa, la alemana, sigue manteniéndolo. El problema para los socialistas de todos los partidos es que Alemania considera un lastre, por fin, esta situación. Es más, aunque han puesto ya amplios sectores de su opinión pública la necesidad de dejar de pagar a los improductivos de Europa, lo más crudo para éstos está aún por llegar.

De todo observador avispado es sabido que una buena parte de los gastos del Estado alemán está, aún hoy, subvenido indirectamente por los Estados Unidos. No solamente en forma de apoyo financiero a los rescates bancarios y soberanos europeos, sino por la simple geopolítica. Alemania puede hacer que su innegable productividad mantenga la improductiva maquinaria "social" de sus vecinos por la simple razón de que su protección militar disuasoria frente al eterno enemigo del este, Rusia, está esencialmente cargada al presupuesto norteamericano. Alemania ha podido financiar el sueño europeo porque los intereses geopolíticos siguen haciendo necesario que los EEUU mantengan un poderoso ejército en la locomotora económica continental. Y no es en absoluto seguro que el amigo norteamericano vaya a poder sufragar sus gastos militares al nivel actual.

Sean cuales sean las razones (crisis de las deudas soberanas y/o capacidad estadounidense para sufragar la seguridad alemana y, por ende, europea) el realismo se impone. Es aquí donde los liberales pueden hacer pedagogía. Unas reformas en la buena dirección pueden reactivar los mercados. Un renovado vigor de éstos puede mostrar que las fiestas siempre hay que pagarlas y que menos fiesta significa mayor bienestar.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Populismo fiscal

Cómo la política impositiva del gobierno de Pedro Sánchez divide y empobrece a la sociedad española El nuevo informe del Instituto Juan de Mariana evalúa la deriva de la política