Nunca se sabrá cuántos venezolanos murieron en los hospitales asociados a los fallos eléctricos.
Uno de los postulados más notorios del populismo es la existencia de enemigos externos, de la conspiración internacional; es un viejo truco que usan los demagogos de izquierda para acusar a los opositores nacionales de componendas con los supuestos enemigos de afuera. Es decir, los enemigos extranjeros están estrechamente aliados con la oposición doméstica y conspiran de diversas maneras para apartar del poder a los genuinos representantes del pueblo. En el caso venezolano, las fallas, los sabotajes, la escasez de alimentos, la producción de petróleo, la falta de agua, la devaluación y otros males típicos del socialismo son producto de la conspiración estadounidense, junto con los “parásitos de la burguesía nacional”.
Los propagandistas del régimen repiten hasta el cansancio que durante 20 años ha habido una guerra económica, la cual se manifiesta en la especulación con la moneda y la escasez de alimentos, y sin que se le caiga la cara de vergüenza repiten como Goebbels, o más bien como los comunistas cubanos y antes los soviéticos, una mentira que ya solo creen sus más ignorantes seguidores.
En el caso del apagón del jueves 7 de marzo a las 5:00 pm, el Gobierno, como suele suceder, no culpó esta vez a las iguanas u otros eventos naturales y circunstanciales. Por la magnitud del evento, tocaba inculpar a los grandes enemigos: el imperialismo norteamericano, aliado con la oligarquía nacional, había hackeado el sistema de suministro eléctrico de Venezuela para producir un apagón de 90% de todo el territorio nacional, con una duración de 100 horas.
El expresidente de Elecentro, una de las operadoras eléctricas del país, Guillermo Ovalles, manifestó que el sistema operativo es un sistema interno digitalizado, no tiene conexiones a internet. Por lo tanto, al ser analógico no puede ser hackeado.
Fuentes vinculadas a Corpoelec manifestaron que un incendio de vegetación registrado el jueves en la tarde afectó la línea 3 de 765 kw entre Guri y las subestaciones Malena y San Gerónimo B. El incendio pudo generar un sobrecalentamiento en las líneas y a su vez un rechazo de carga que dispara las protecciones en las turbinas que alimentan esas líneas de Guri. Este informe coincide con el realizado por la Escuela de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela.
Cuando comenzaron a hacerse recurrentes los apagones en Venezuela, en el año 2008, Chávez prometió convertir al país en una potencia eléctrica y que Venezuela tendría el “mejor sistema eléctrico del mundo”. Como siempre, justificando su incompetencia, decía que las fallas se debían al aumento del consumo de energía como consecuencia del aumento del poder adquisitivo del venezolano.
Cuando Hugo Chávez llegó al poder en 1999, Venezuela se abastecía plenamente de energía eléctrica, exportaba a Colombia y se estaban concluyendo los trabajos de conexión para exportar al norte de Brasil. La Electricidad de Caracas abastecía la capital y era una empresa privada de alto nivel gerencial, reconocida en toda la región. EDELCA, la empresa pública que administraba el sistema hidroeléctrico de Guayana, rivalizaba en calidad gerencial y técnico con Petróleos de Venezuela. El régimen socialista acabó con el proyecto de desarrollo de Guayana y la electrificación nacional, al igual que hizo con PDVSA y con todo el tejido empresarial del país. No sólo se estatalizó la Electricidad de Caracas sino también todas las empresas que suplían el servicio a Valencia y otras grandes ciudades, hoy son chatarras inservibles que engrosan el cementerio industrial en que se ha convertido Venezuela.
Apenas llegó Chávez al poder, la estructura gerencial de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), de la cual dependía la empresa EDELCA, principal suministradora de energía del país, fue modificada sustancialmente. Designó al frente a militares incompetentes y a viejos comunistas como el exguerrillero Carlos Lanz, quien inmediatamente propuso una central obrera de la industria e impuso su esquema de cogestión obrera, donde sería obligatorio que los trabajadores, independientemente de su rango, participaran en la toma de decisiones técnicas, administrativas y financieras de la industria porque “son quienes mejor conocen las plantas”. Por supuesto, no pasó mucho tiempo para que comenzaran a aparecer los apagones y el desmantelamiento de la estructura gerencial de la empresa.
Posteriormente, cuando los militares toman el control de la empresa EDELCA, incrementan la nómina de 1.200 a 5.000 personas, emplearon a colectivos, expresidiarios, mantenían consejos comunales y descuidaron el mantenimiento de las líneas eléctricas, el cual fue otorgado a cooperativas, las cuales no realizaban el trabajo, pero por supuesto cobraban religiosamente como parte del mantenimiento de la clientela del PSUV. También se dejó de cobrar la factura eléctrica a los organismos públicos y el robo de electricidad se generalizó en todo el territorio nacional. Se calcula que la suma destinada para mejorar y ampliar el sistema eléctrico nacional fue de 100 mil millones de dólares, pero ni se terminaron los trabajos para concluir la represa que estaba en proceso de construcción ni se invirtió en termoeléctricas para complementar el sistema.
De esta manera hemos llegado a uno de los apagones más famosos de Latinoamérica, más de 100 horas sin luz. Casi 30 millones de personas viviendo entre la escasez más cruda que haya vivido un país, ahora se veían sometidos a las carencias más básicas para garantizar la continuidad de sus vidas. Junto con la energía eléctrica se pudrieron los escasos víveres refrigerados que con tanto sacrificio habían podido acumular los ciudadanos con sus devaluados salarios. En los hospitales se morían los niños por falta de oxígeno, fallecían los pacientes renales por falta de diálisis. Recién nacidos en incubadoras recibiendo oxígeno con bombitas en forma manual. En la ciudad de Puerto Ordaz, a orillas de los ríos Orinoco y Caroní, entre los más caudalosos del continente, suelen pasar semanas sin agua y a pesar de que esta ciudad es sede de estas grandes compañías eléctricas sufre frecuentes apagones. Las colas para el suministro de gasolina fueron inmensas, porque los equipos eléctricos no funcionaban. En algunos frigoríficos regalaban la comida que corría el riesgo de descomponerse, mientras en algunas ciudades como Maracaibo, la segunda del país, proliferaban los saqueos y los destrozos de inocentes comerciantes. Independientemente del mega apagón suelen pasar varios días sin luz. Se estima que las pérdidas fueron de 875 millones de dólares. Pero los destrozos, saqueos y equipos dañados por el apagón son incuantificables. Al final nunca se sabrá cuántos venezolanos murieron en los hospitales asociados a los fallos eléctricos. Algunos hablan de 26 personas muertas entre niños y adultos.
Mientras tanto, la propaganda seguía su curso. En España, Juan Carlos Monedero opinaba que “Guaidó es un criminal contra su pueblo, los medios no condenan el sabotaje, van a morir enfermos por falta de luz”. El canciller venezolano Arreaza denunciaba que planificaron y atacaron el sistema eléctrico. El presidente cubano Díaz-Canel se solidarizaba con el régimen contra la perversidad imperial y el siempre solidario Evo Morales lo calificó como un acto terrorista que atentaba contra los derechos humanos.
La solidaridad automática del Foro de Sao Paolo no se hizo esperar. Pero la realidad es otra. Los comunistas y populistas de izquierda siempre tratan de borrar la historia cuando no la escriben ellos. En este caso, se trata de negar que, antes de 1999, existió un país distinto al que hoy tenemos. Y para ello es necesario echar mano del arte de la propaganda, el cual ellos dominan a la perfección.
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