Skip to content

Volver a la realidad

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

El juego electoral consiste en una apuesta entre los dos partidos socialistas mayoritarios (de izquierda y derecha), que pugnan por ofrecer el caramelo más apetecible para los votantes que, una vez cada cuatro años, se olvidan de que el resto de los días son ellos mismos los contribuyentes que pagarán las promesas envenenadas.

Todavía no sabemos a ciencia cierta si a la vuelta de las vacaciones nos encontraremos un adelanto electoral o tendremos que esperar hasta el otoño del año que viene, pero las principales cartas de los candidatos ya se encuentran sobre la mesa. Se produzcan cuando se produzcan los comicios, necesitaremos un baño de realidad para depurar los excesos y pinchar las burbujas que con el entusiasmo de nuestros votos hemos contribuido a hinchar.

Hasta ahora los políticos se habían peleado por ver quién llevaba en sus programas la mejor oferta. Desde la ampliación de las subvenciones a los parados de larga duración, pasando por las ayudas por hijo nacido hasta los descuentos de Hacienda por compra de vivienda. Un mercadillo de privilegios que el ciudadano percibía como "gratuito" sin pensar que la renta que se le sustraía para pagarlos no habría sido mejor administrada desde su propio bolsillo según sus necesidades.

Como vemos en Grecia y de forma preventiva en España con el movimiento 15M, a nadie le gusta renunciar a los privilegios adquiridos, pero si queremos que el actual sistema continúe siendo viable, tendremos que ajustarnos el cinturón. La duda, entonces, es si los políticos, que dependen de los votos, aceptarán esta realidad y dejarán de prometer lo imposible.

Los pasos que sigamos a partir de ahora marcarán nuestro futuro, o el Estado se retira y devuelve la responsabilidad a los individuos, o se enquista parasitando a los contribuyentes e impidiendo que generemos riqueza. El discurso de la proclamación de Rubalcaba como candidato del PSOE apunta a que apostará por continuar la senda populista. El hasta ahora vicepresidente del actual gobierno y miembro de los gobiernos socialistas de Felipe González ahondó en los tics izquierdistas prometiendo la creación de empleo desde el sector público, el mantenimiento de una educación que prepara buenos funcionarios, nuevos impuestos a los bancos y la fobia a los ricos como culpables de la pobreza. No piensan que para poder expoliar a los ricos existe una condición necesaria, que haya ricos. Y la riqueza, no la crean los gobiernos sino los emprendedores que arriesgan e innovan con la esperanza de obtener beneficios que también recaen sobre toda la sociedad. En dejar hacer a los empresarios, eliminando trabas y complicados trámites que impiden la creación de empresas, se encuentra la receta mágica que Rubalcaba promete tener pero hasta ahora no ha aplicado ni piensa llevar a su programa.

No se trata de que los hijos vivirán peor que los padres, los hijos deben asumir que hasta ahora han vivido por encima de sus posibilidades, como nuevos ricos que nunca fueron. En lugar de generar riqueza, han vivido de las rentas producidas por quienes les antecedieron. Volver a la realidad será muy duro para todos aquellos que hasta la fecha creían que su sola existencia conllevaba que todas sus necesidades y muchas comodidades estaban aseguradas por un Estado benefactor de fondos ilimitados. Las burbujas se han pinchado, el dinero de nuestros padres se ha terminado y hay que ponerse a trabajar. Y si no lo hacemos, la realidad terminará por arrollarnos.

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Más artículos

Juego político en torno a Muface

La caída de Muface crea el caldo de cultivo perfecto para acusar a las autonomías (la mayoría del PP) de no invertir lo suficiente en sanidad.

Perro no come perro

De todos los descréditos a lo que Pedro Sánchez ha sometido el Estado de derecho, las instituciones o el mero poder estatal con tal de mantenerse en el poder, sin