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¿Y los trabajadores? (I): El trabajador como empresario

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El socialismo moderno nació como consecuencia de la preocupación de sus ideólogos por el destino de los trabajadores. Engels, en su libro El Estado de la Clase Obrera en Inglaterra (1845), sostuvo la idea de que el destino de los trabajadores en el capitalismo es el mismo que el de los esclavos: sus vidas están determinadas por la misericordia de los capitalistas que son los dueños de los medios de producción. Marx agregó dos teorías importantes. La primera se refiere al mecanismo de explotación. Según Marx (1858: 477) hay una explotación invisible en el proceso de trabajo capitalista. El valor de uso del trabajo es mayor que el valor de cambio del trabajo ya que un trabajador produce más durante las horas de trabajo que su salario, que es igual a la cantidad de dinero necesaria para reproducir la fuerza de trabajo de una persona. La diferencia entre los dos es el beneficio, que es la ganancia acumulada por los capitalistas. El concepto de clase trabajadora surge de la interpretación marxista del concepto de explotación. Los obreros tienen una relación antagónica con los capitalistas porque el lucro de los capitalistas es el resultado de la explotación de los trabajadores. La segunda contribución importante de Marx fue la teoría de la alienación, tesis reforzada por Polanyi (1944), que afirmaba que el capitalismo, además, destruye las comunidades y que los mercados son prisiones para los trabajadores.

Estas afirmaciones creaban una clara base moral para las ideas socialistas cuyos ideólogos propagaban su preocupación por las masas explotadas y alienadas. Por todo ello, el marxismo ha llegado a ser una de las teorías más influyentes de la era moderna (Schumpeter 1943). El éxito del marxismo dio forma decisiva a la percepción de los trabajadores como miembros de la clase trabajadora explotada en el mercado.

Como consecuencia de la influencia del pensamiento marxista, los defensores de las políticas a favor del mercado libre quedaban negativamente estigmatizados por ser los ideólogos al servicio de los intereses del capitalista, de la minoría explotadora. El mensaje de que los empresarios y la competencia en un mercado sin trabas servirían mejor a los intereses de los trabajadores es una idea que, a veces, solo tiene efecto a largo plazo; por ello, es una argumentación demasiado complicada de defender y contra la que es fácil argumentar con historias basadas en experiencias cotidianas sobre la inseguridad, precariedad y bajos salarios en el mundo de la economía política popular, en el que los argumentos emocionales tienen mucho peso.

El objetivo de mi trabajo es aportar un nuevo punto de vista a los partidarios del libre mercado para perfilar una nueva perspectiva del trabajador. Por eso el artículo cuestiona la validez de la todavía influyente descripción marxista de los trabajadores como víctimas de los mercados y de la literatura pos-marxista que lamenta la disolución de la clase trabajadora debido al creciente individualismo. Como alternativa, ofrezco una descripción en la que los trabajadores aparecen como emprendedores de por vida que utilizan los mercados para sus propios fines, es decir, para mejorar sus propias oportunidades en la vida.

También propongo una interpretación más amplia del concepto de capital de Carl Menger con el objetivo de desmentir la teoría marxista según la cual los trabajadores no tienen capital en las economías de mercado. Mi proposición es que los trabajadores podrán usar su personal capital humano para mejorar su situación personal.

Emprendimiento en el pensamiento austriaco

La revolución marginal en la teoría económica anuló la teoría del valor de trabajo de Smith y Ricardo en la que Marx basaba su concepto de explotación y clase trabajadora. La teoría marginal identifica la fuente del valor como rareza (Walras 1874), escasez (Jevons 1871), o valoración subjetiva (Menger 1871). Böhm Bawerk (1896) expuso la contradicción en la obra de Marx entre El Capital I y El Capital III, demostrando que el mecanismo de explotación de Marx es una hipótesis insostenible. Böhm-Bawerk también demostró que Marx era consciente de esta contradicción, pero optó por ocultar la verdad. No obstante, el colapso de la teoría de la explotación de Marx había socavado su teoría de clases. Si no hay explotación oculta en el proceso de trabajo, no existe relación antagónica entre obreros y capitalistas, y como consecuencia, el mercado no solo existe para asegurar beneficios para los capitalistas.

El fuerte crecimiento de la clase media también ha cuestionado la concepción marxista de la sociedad en la que solo se contempla la existencia de dos clases, la obrera y la capitalista. De hecho, Marx ya había usado el concepto de clase media en su relato de los eventos de 1848 en París en la que, a pesar de su teoría sobre el papel histórico de la clase obrera, los verdaderos protagonistas eran los pequeños terratenientes y comerciantes y las clases medias urbanas. Asimismo, en El Capital III, escrito dos décadas más tarde, Marx sostuvo que la presencia de la clase media desdibuja la línea de demarcación entre las dos clases principales. Y en este punto Marx abandonó el manuscrito y dejó sin explicar las causas del crecimiento de la clase media frente a lo que había defendido en su teoría. Eduardo Bernstein, uno de los pensadores más importantes de la socialdemocracia alemana, una generación más tarde, expuso abiertamente que la profecía de Marx sobre las clases no llegó a materializarse. La clase media se desarrolló de manera evidente, en lugar de hundirse como había predicho en El Manifiesto Comunista. Según los cálculos de Bernstein (1899), la clase media se multiplicó por tres entre 1850 y 1880 en los países europeos. Además, la proporción de capitalistas también creció frente a lo que Marx había vaticinado. Por último, Bernstein apuntó que parte de la clase obrera se había integrado en la clase media.

La viabilidad del concepto marxista se debilitó aún más por los cambios fundamentales provocados por la llegada de la sociedad de consumo en las últimas décadas del siglo XX. Los sociólogos de tendencia izquierdista han observado un cambio fundamental de actitud hacia el individualismo y la autonomía personal (Lawrence, 2013) que erosiona la cultura y la cohesión de las comunidades de la clase trabajadora (Charlesworth, 1999: 2). Uno de los teóricos clave de la fragmentación, Ulrich Beck, ha argumentado que el proceso de individualización ha desencarnado a los individuos de los roles sociales históricamente prescritos (Beck, 1992a: 128), y que se ha producido un cambio cultural general en la búsqueda de la autodeterminación, la autorrealización y la libertad de elección (Beck, 1998: 39-54). La clase a la que pertenece una persona ya no es un indicador preciso de su perspectiva personal, sus relaciones, su posición familiar o su identidad social y política (Beck, 1992a: 92). Beck afirma que, ante la descomposición de las clases, la seguridad del individuo en la sociedad contemporánea se consigue mediante el cálculo y la anticipación inteligente (Beck, 1992b). De manera similar, Zygmunt Bauman (2000) sostiene que vivimos en una sociedad líquida, tan cambiante que nada mantiene su forma por mucho tiempo. Las fuerzas del mercado junto con el consumismo individualista exigen que las personas cambien sus gustos, hábitos, identidades, afiliaciones e incluso sus ocupaciones, con subculturas y tipos de trabajos que surgen y desaparecen incesantemente. Para Bauman y Beck el individualismo y la incertidumbre son las consecuencias del periodo neoliberal del capitalismo. La nueva preocupación pasó a ser en la izquierda la situación precaria de los trabajadores en la era del neoliberalismo (Standing 2011).

Así, aunque la teoría marxista de la explotación fue refutada, y su profecía sobre el auge de la clase obrera no se materializó, su teoría sigue influyendo en el debate académico y público, unas veces en el viejo tono marxista y otras, como preocupación por la situación precaria de los trabajadores.

Sin embargo, en la realidad, tanto las aspiraciones personales de cada individuo como la inseguridad en la vida han formado parte del hombre a lo largo de su historia. Por eso, Carl Menger (1871) ya había basado su teoría económica en este principio de la aspiración personal en un contexto de incertidumbre que constituye una condición general de existencia para la humanidad.

Menger pensaba que la habilidad empresarial y la inherente capacidad de ampliar conocimientos son los dos rasgos más características del hombre. La palabra alemana Wirtschaftender, que Menger usó en su libro, se refiere al impulso inherente del ser humano por descubrir nuevos conocimientos en un entorno incierto y aplicarlos en el trabajo con el fin de crear una mayor seguridad y procurar más satisfacer mejor las necesidades. Para Menger la capacidad inherente de los humanos para descubrir conexiones causales y, por lo tanto, generar e implementar nuevos conocimientos en el trabajo es lo que asegura la satisfacción de diversas necesidades humanas y, al mismo tiempo, impulsa el progreso de la civilización. Menger consideró que todos los individuos son capaces de ser personas emprendedoras. Actuar implica planificar para un futuro incierto, así como calcular y especular. El individuo emprendedor puede no poseer un conocimiento perfecto, pero es capaz de aprender de sus errores y reflexionar sobre las relaciones causales equivocadas.

Menger explicaba que todos los individuos poseen de manera inherente la capacidad de ser emprendedores, pero que solo unos cuantos llegan a serlo. Lo que distingue al emprendedor es que tiene capital a su disposición para poder lanzar un proceso de producción. La oportunidad de acceder a los créditos del sistema capitalista aumenta la posibilidad de que un grupo más amplio de individuos con mentalidad empresarial se conviertan en emprendedores (Menger, 1871: 172).

Friedrich Wieser, quien fue uno de los miembros clave de la segunda generación de la tradición económica mengeriana, abandonó el concepto mengeriano de gente emprendedora. En el marco wieseriano, el emprendedor es un gran capitalista que representa la superioridad personal, lo que en la era de las grandes empresas le otorga un grado de poder. Él es el señor supremo de los tiempos modernos. Las masas solo son capaces de actuar a través de un líder que pueda unir a las multitudes en una unidad activa (Wieser, 1927: 319-28).

La línea de pensamiento de Wieser influyó mucho en Joseph Schumpeter (Ebner, 2003: 137), a quien se le atribuye el descubrimiento del papel del empresario en la economía como agente de destrucción creativa (Schumpeter 1943). El héroe empresarial de Schumpeter es una persona valiente y heroica con una energía mental extraordinaria, capaz de concebir y llevar a cabo actos de destrucción creativa y promulgar el liderazgo social (Schumpeter, 2002). Para Schumpeter, este emprendedor es Homo Creativus, el Übermensch de Nietzsche (Anderson, 2009: 34).

Gracias a Ludwig van Mises, no se perdió por completo el concepto original mengeriano de persona emprendedora ordinaria, que no es un seguidor ciego de un héroe ni un miembro de una masa sin rostro. Mises (1949) reconstruyó la idea original mengeriana y colocó nuevamente al individuo actuando al frente y en el centro en su teoría económica. Pensaba que el hombre es un emprendedor que actúa para lograr una meta de acuerdo con sus valores y que alcanza un fin con ciertos medios en condiciones de incertidumbre. Mises propuso el uso del término «promotor» para las personas emprendedoras que también tienen acceso al capital. El promotor está preocupado especialmente por el éxito de sus negocios. (Mises, 1949: 229). Con este nuevo concepto, Mises construyó un puente que conectaba a Menger con Wieser y dentro del marco mengeriano creó un espacio para el capitalista exitoso que no es meramente un individuo emprendedor. El promotor es el impulsor del mercado cuya inquietud y afán por obtener el mayor beneficio posible garantiza una innovación y una mejora incesantes. En este sentido, el liderazgo no es menos importante en el mercado que en cualquier otra rama de la actividad humana (Mises, 1949: 255).
Friedrich Hayek hizo una importante contribución al concepto mengeriano del individuo emprendedor poniendo el énfasis en las especificidades del contexto y las condiciones locales como factores significativos en los que se configura la acción. El entorno del individuo es un mundo concreto en el que los actores suelen poseer un conocimiento disperso y, a veces, solo tácito. En este mundo descentralizado hay una división del conocimiento que es tan importante como la división del trabajo (Hayek, 1937).

Israel Kirzner y Ludwig Lachmann, discípulos de Mises y Hayek, hicieron importantes contribuciones al concepto de persona emprendedora. Kirzner introdujo el concepto de estado de alerta que es la capacidad inherente de un ser humano para percibir y su capacidad para transformar esa percepción en información y conocimiento. (Kirzner, 1973: 68). El concepto kirzneriano de alerta no es un proceso de destrucción creativa, a diferencia de Schumpeter, y no causa trastornos en el mercado; más bien crea un equilibrio dinámico que se logra mediante el descubrimiento de oportunidades hasta ese momento desconocidas, y que mejoran la coordinación y el bienestar de todos. El concepto kirzneriano de emprendedor-alerta se acerca al concepto de emprendedor de Mises: son personas capaces de descubrir oportunidades independientemente de la propiedad o del capital (Foss y Klein, 2012: 57).
Ludwig Lachmann avanzó aún más el concepto de subjetivismo mengeriano. Según Lachmann (1978), para comprender la acción humana se debe tener en cuenta la realidad tanto subjetiva como objetiva de los fines y los medios. A medida que se implementa un plan de acción, el actor interpretará el resultado de acuerdo con su interpretación personal de la realidad.

Jesús Huerta de Soto, en su obra Socialismo y el cálculo económico, ha recuperado el significado original mengeriano-misesiano del espíritu empresarial, que coincide con la acción humana de Mises. En este sentido, el autor menciona a modo de ejemplo, que un trabajador puede ser considerado emprendedor cuando está al acecho y toma decisiones como cambiar o no de trabajo. Si elige bien, encontrará un trabajo más atractivo que el que tendría en otras circunstancias. Si elige mal, sus condiciones de trabajo pueden ser menos favorables. En el primer caso, obtendrá beneficios empresariales; en el segundo, sufrirá pérdidas. Así, toda persona cuando actúa está empleando su espíritu empresarial en un contexto de incertidumbre sobre del futuro.

El autor, además hace hincapié en que la imprecisión sobre el futuro abre el espacio a la energía creativa de todo ser humano. La clave del espíritu empresarial es la inherente disposición humana para buscar, descubrir, crear o identificar nuevos medios y fines para alcanzar un objetivo determinado o adquirir beneficios. Huerta de Soto distingue dos tipos de acciones emprendedoras: el arbitraje y la especulación. El arbitraje se produce cuando el emprendimiento se ejerce en el presente y hay que elegir entre dos opciones distintas; la especulación consiste en el ejercicio del emprendimiento en dos puntos diferentes en el tiempo y conlleva a la creación de nuevos conocimientos. Según su resumen, el conocimiento empresarial subjetivo y práctico tiene seis características básicas: 1) Es un conocimiento subjetivo y práctico más que científico. 2) Es un conocimiento exclusivo. 3) Es disperso. 4) Es un conocimiento principalmente tácito. 5) Es un conocimiento creado ex nihilo, de la nada, precisamente a través del ejercicio del espíritu empresarial. Y 6) Es un conocimiento que se puede transmitir, en su mayor parte, de forma tácita (Huerta de Soto 2010: 18-43).

En resumen, para Menger, Mises y Huerta de Soto el espíritu emprendedor de la gente común en el ejercicio de sus actividades económicas es clave para comprender el papel de los individuos en la economía. Aunque Menger usó el término emprendedor solo en el sentido de una persona de negocios que emplea capital, se sobreentiende que la capacidad emprendedora e innovadora es una característica inherente al ser humano. Mises fue un paso más allá al hacer una distinción entre el individuo emprendedor que actúa, y el promotor, que es el líder empresarial que utiliza capital y dirige una empresa con fines de lucro.

Sin embargo, el intento mengeriano-misesiano de conceptualizar a cada actor humano como una persona emprendedora, no ha gozado de popularidad en la literatura económica. El concepto schumpeteriano ha prevalecido.

La literatura académica sobre emprededores solo contempla a los empresarios que tienen algunas características psicológicas en concreto y aptitudes especiales como la facultad para emitir juicios, la valentía para aceptar riesgos o la innovación y la capacidad para que las cosas sean hechas. Por otra parte, hay otra literatura que analiza el mundo de los empleados a los que caracteriza como miembros de una masa pasiva sujetos al poder de los mercados.

En este artículo, se tratará de recuperar el marco original del pensamiento mengeriano-misesiano para dar un nuevo sentido al concepto de empleado ordinario como actor emprendedor. El artículo dota de un nuevo contenido al término empleado para poder reconocer en él a una persona emprendedora que utiliza el mercado en su propio beneficio, en lugar de ser un tomador pasivo de las condiciones del mercado. Utilizo el término «emprendedor de por vida» para referirme a este nuevo concepto.

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1 Comentario

  1. Felicito al autor por su acertada interpretación recordando los «Principios de Economía» de Carl Menger, obra fundacional de la Escuela Austriaca.

    Recuerdo también su presentación en la 3rd Annual Madrid Conference on Austrian Economics titulada «Mengerian foundations of Austrian Economics and the Austrian Business Cycle: linkages and controversies», en cuya Discusión señalaba que
    «el peligro real está en que el portafolio del Estado se ha incrementado dramáticamente, mucho más allá del ‘legítimo’ empleo de la fuerza, convirtiéndose debido principalmente a la expansión de crédito centralmente cartelizada, en el ‘Padrino’ (paternalista y sobrerregulador) capaz de corromper tanto a empresarios como a consumidores (votantes) proveyéndolos de medios financieros más allá de lo que los ingresos fiscales permiten. El peligro real es el ‘Zwangwirtschaft’ (economía forzada o) socialismo de estilo alemán.»

    Aporto otro trabajo paralelo de Kai Weiss y Scott B. Nelson (publicado en Law & Liberty) titulado «Austrian Economics for the Lower Classes»:
    https://lawliberty.org/austrian-economics-for-the-lower-classes/?utm_source=LAL+Updates&utm_campaign=e3fcc3d7b6-LAL+Updates&utm_medium=email&utm_term=0_53ee3e1605-e3fcc3d7b6-72589162


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