El gobierno español ha empezado el curso político anunciando la reducción del número de modalidades de contrato que pasarán de 41 a 5. Sin duda, un paso más para consolidar el sistema socialdemócrata que nos ha llevado a los 6 millones de parados.
Muchos aplauden esta "simplificación" y hay quienes defienden el contrato único pero uno de los problemas del mercado laboral es su rigidez, por lo que aumentar la rigidez no parece que pueda ser la solución de nada. Los formularios actúan como un corsé en que el trabajador debe encajar independientemente de sus necesidades y de las del empresario. Se trata de un mal acuerdo para ambas partes en el que los salarios, condiciones de despido, duración, etc., vienen marcados por un burócrata que tiene su puesto de trabajo asegurado de por vida. La realidad es compleja y las necesidades de la gente en cada momento pueden variar, y los contratos deberían adaptarse a esas condiciones particulares.
Si ya hay seis millones de personas que no cabían en las 41 tallas que estipula el gobierno es difícil de entender cómo reducirlas a 5 hará que alguna de ellas les siente mejor. ¿Por qué no permitir el contrato libre y que haya tantas formas de contrato como las partes -trabajador y empresario- pacten? Quienes desconfían de lo diferente no deberían alarmarse, seguramente no llegaríamos a ver 23 millones de modalidades de contrato sino una cifra mucho más modesta, regulada por el propio mercado. Tal vez serían uno, cinco, cuarenta y uno o ciento veinte, pero serían libres y muchos españoles que hoy no encuentran un resquicio por el que poder reincorporarse al mercado laboral lo conseguirían. De lo contrario, no les quedarán demasiadas opciones: esperar a la llegada de los unicornios que traerán el pleno empleo, ser parados de larga duración o sumergir su empleo allí donde el Estado no es capaz de vigilar o imaginar que puede haber actividad económica.
Nos encontramos ante el enésimo parche que lo cambia todo para que todo siga igual. La negociación colectiva continúa imponiéndose a la voluntad del trabajador individual y los trabajadores privilegiados defienden sus conquistas sin importarles aquellos que se quedan al margen del mercado laboral. La solución no puede ser más socialismo, es una mayor libertad.
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