Somos un país de Quichis, Colaus, Errejones, Carmenas y Pablos Iglesias.
Que habiendo pasado más de siete semanas desde que se celebraron las Elecciones Generales y no tengamos un Gobierno, muestra que en España la política de pactos y acuerdos es ajena a la tradición nacional. Lo primero que hicieron las principales fuerzas “ganadoras” en las elecciones, es decir, PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos, fue dejar claro lo que no estaban dispuestos a votar, sus famosas líneas rojas, sus diferencias, lo que desune, separa, creando rápidamente un “nosotros” y un “ellos” basado en la exclusión. El PP no iba a votar a nadie que no fuera Mariano, porque para eso ha sido el más votado y fuma en puro. El PSOE dijo que no 17 veces al PP, por si una no era suficiente, y a los demás, también ha dicho que no, pero más bajito. De Podemos, qué decir; nada que no pase por un gobierno que esté bajo su total y absoluto control, posiblemente sería el primer gobierno de la historia donde el Vice tendría más poder que el Presi. Y Ciudadanos, pues hace lo que puede, que no es mucho porque cuando tuvo que hacerlo no supo y si supo, no quiso.
Y es que las pocas cosas que unen a estos partidos no son suficientes para llegar a un acuerdo. En política, sobre todo en política española, tener al socio al que puedas retorcer el brazo es signo de que eres el macho alfa de la manada y que nadie te va a toser. Los premios siempre son un incentivo y en España son muchos, suculentos y a veces, inesperados, que estaban ahí pero no se veían o no estaban, pero se inventan. Quién más, quién menos, siempre tiene un presupuesto del que pastar, la mayoría de las veces de manera legal, otras veces aparecen casos como los Gürtel, los ERE o familias como la Pujol o las hermanas reales que mutan esos premios en algo menos legal. Con semejantes prebendas y posibilidades, tener una buena posición en la salida es esencial. Pablo Iglesias, que tiene como maestros jedi a los venezolanos y los iraníes, ya se ha encargado de pedir los ministerios de Economía, Educación, Sanidad, Servicios Sociales, Defensa e Interior, el resto, las migajas, para el PSOE y demás socios, que, aunque hayan sacado más escaños, no tienen una coleta tan molona y un esmoquin para titiriteras ocasiones. Ah, y RTVE, que menudo “Aló Vicepresidente” podría hacerse con los recursos del Ente.
Felipe VI, que le están dando el invierno con tanto contacto y negociación y no le veo yo este año disfrutando de Baqueira como Dios manda, ha encargado a Pedro Sánchez la formación de un gobierno y el Señor de la Consonantes se ha puesto a ello en varios planos, que para eso ha hecho un curso de mecánica cuántica por la Irish International University y estaba deseando poder usarlo. Por una parte, parece que va a pactar un Gobierno de Frente Popular con todos los grupos antiespañoles que puede encontrar en el Congreso y alguno que se apunte al contubernio siniestro. El pacto progresa adecuadamente. Por otra, también está pactando otro acuerdo constitucionalista con los chicos de Ciudadanos y los abstencionistas del Partido Popular para que se puedan llevar adelante esas cosas que realmente preocupan al pueblo español (dicho ello con la voz engolada y el tono de Barry White). No sé si progresa adecuadamente, pero cada vez que alguien se pone nervioso con el otro pacto, se saca este para tranquilizar al personal. Y, por último, negocia con Susana, la del “susanato” y los ERE, que el gobierno sea contra el PP, pero también contra los podemitas, que no incluya a los nacionalistas que quieren separarse de España, pero tampoco a la derechona nacionalista española, que luego la ropa huele mal, que sea blanco y negro, de izquierdas y algo menos de izquierdas, a la vez.
¿Y qué gobierno nos espera? Recordemos a Montoro y su necesidad infinita de recursos públicos. Desde luego, no de los que siguen a pies juntillas los criterios que pudiera aportar Hayek. Más bien los que harían sonreír a Marx, no a Lenin, que no se reía nunca, pero sí a Don Carlos. Algo no funciona bien en una sociedad cuando lo más cercano a un liberalismo suave viene de una superburocracia como la que tenemos implantada en Bruselas y nos recuerda que no podemos pasarnos ni en déficit ni en deuda, o al menos no deberíamos. Tenemos el ejemplo griego, que después de hacer un poco el cafre, y repetir elecciones, los de Tsipras están cumpliendo con germana precisión lo que dicen desde la capital de Bélgica. Eso quiere decir que estaríamos bajo el severo ojo de Bruselas y Berlín, pero todo eso puede romperse en cualquier momento. Anda que no hay cosas que pueden hacer que la UE se rompa, faltaría más. Y Don Carlos sonreiría más.
En España no tenemos tradición para negociar contenidos, solo cargos que luego se centran en eso de la corrupción y el desmadre. Somos un país de Quichis, Colaus, Errejones, Carmenas y Pablos Iglesias.
1 Comentario
Jugar a pitonisos no es
Jugar a pitonisos no es fácil, pero podría apostar a que el próximo gobierno será legítimo, tendrá la capacidad de endeudarse supervisada, le aparecerán casos de corrupción y será demagogo en lo social.