¿En serio vamos a seguir comprando el tópico de que España es un país homófobo por un caso particular que ha sido universalmente condenado por todos, cuando aparecemos en comparativas internacionales en los puestos de cabeza de la tolerancia?
Tendemos a hablar de hipocresía con demasiada ligereza. Cualquier acto que contradiga las convicciones que uno tiene es automáticamente calificado de hipócrita, pero no debería ser así. Uno puede caer en la tentación de algo que cree malo para sí mismo y para los demás, pero eso no le convierte en hipócrita; puede ser un simple caso de debilidad. Hipócrita es quien de forma continua y deliberada incumple con sus propias convicciones declaradas, quien dice algo y hace lo contrario con frecuencia.
Esa hipocresía es la que se supone que ha querido denunciar, con discutible éxito, el anuncio de la próxima edición del Salón Erótico de Barcelona, titulado Patria, protagonizado por la actriz porno Amarna Miller y creado por una agencia de publicidad que, no obstante, no parece haberse alejado mucho de los postulados habituales de la propia Miller, que conocemos porque tiene su blog, da frecuentes entrevistas y da charlas y pide el voto para Podemos. Y es que el guión del vídeo se tapa un ojo y apaga la mitad del cerebro para pintar un país de paja que resulta ser hipócrita porque no se adhiere a todo el argumentario progre estándar, y a veces incluso haciéndolo.
¿En serio vamos a seguir comprando el tópico de que España es un país homófobo por un caso particular que ha sido universalmente condenado por todos, cuando aparecemos en comparativas internacionales en los puestos de cabeza de la tolerancia? Cazurros hay en todos lados, pero eso no parece suficiente como para calificar a todo un país de hipócrita. Tampoco parece que seamos especialmente contrarios a la inmigración, como constatan los resultados de Vox frente a partidos con propuestas similares por toda Europa. No existe contradicción alguna en defender la vida humana y no hacerlo con la vida de un animal, como nos pretenden hacer creer, ni es verdad que seamos un país laico, por muy ridículo que efectivamente resulte darle una medalla a una Virgen.
Pero da igual, porque el objetivo del vídeo no es ser lógico, verdadero ni coherente, sino pintarnos la caricatura de un país horrible al que ningún progre quiere pertenecer porque ellos están moralmente muy por encima de todo eso, sin por supuesto apuntar a nada que pudiera avergonzarlo. Y el objetivo claro de la agencia de publicidad, potenciado por la protagonista elegida –muy activa en intentar compatibilizar porno y feminismo–, es intentar eliminar así el estigma que para ese progre de moralidad suprema tiene el porno. Haciéndole ver que, oye, en realidad somos de los tuyos. Porque resulta que el principal problema para esta buena gente no es ningún cura que no tiene ni un segundo en televisión, sino las muchas feministas y el enorme eco que tienen sus condenas moralistas de la pornografía y la prostitución como explotación sexista inadmisible que debería ser prohibida. O quizá le estoy suponiendo demasiada ambición y profundidad y, simplemente, los autores se hayan limitado a reflejar su propia visión del mundo y de España.
No cabe duda de que algo han conseguido: aparecer en todos los medios, lograr el aplauso casi unánime y convertir el vídeo en viral. El éxito publicitario es indudable. Ahora, eso de «remover conciencias y despertar un espíritu crítico que en demasiadas ocasiones dejamos hibernar deliberadamente» más bien poquito, porque no hacen más que apuntalar los prejuicios mayoritarios en todos los ámbitos de la cultura y la televisión. Si le dieran de verdad al pensamiento crítico, digo yo que la primera hipocresía que deberían denunciar es que sigan presentando como «salón erótico» una feria pornográfica. ¿Hipocresía, Amarna Miller? Hipocresía eres tú.