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Ataúdes volantes

Publicado en Libertad Digital

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Si dijera que la crisis económica que atraviesa la segunda aerolínea española ha sido la causa probable de un deficiente mantenimiento y, consiguientemente, del trágico accidente del pasado día 20, que las subcontratas privadas no ofrecen garantías a la hora de inspeccionar aviones o que alguien ya advirtió al dueño de la empresa que si no accedía a sus pretensiones pondría en riesgo al pasaje, los lectores se multiplicarían.

Adelanto que mi intención es justo la contraria: alejar especulaciones sin fundamento y tratar de asentar unas pocas pero importantes certidumbres sobre el accidente del vuelo JK5022 y sobre la seguridad aérea. Ni los empleados de la compañía ni, en especial, los familiares de los muertos merecen que se tuerza la verdad de esta desgracia para realizar infundios con los que vender más periódicos o ganar más cuota de pantalla. Así que tratemos de destilar la tinta amarilla para escribir negro sobre blanco o, más bien, sobre salmón.

Los aviones MD-80 son, a pesar de sus años y de lo que muchos desinformadores han escrito, unos aparatos muy seguros. Hacen ruido si vas sentado atrás, sí, y son algo más incómodos que sus modernos rivales, cierto. Sin embargo, lejos de ser ataúdes volantes son, con un ratio de 0,27 accidentes mortales por cada millón de vuelos, uno de los aviones más seguros de su clase y sin duda, de su época de fabricación. Desde que Spanair acabara con el monopolio de vuelos regulares de Iberia, allá por los primeros noventa, los aviones McDonnell Douglas han sido estandarte de la compañía. Si hoy los MD-80 se encuentran en franca retirada, tanto en Spanair como en Iberia, es por su elevado consumo de combustible, aproximadamente un 25% superior a sus rivales modernos.

Spanair es una aerolínea con un alto nivel de seguridad. De hecho, fue la primera empresa española en lograr pasar, en 2005, una auditoria promovida por IATA sobre seguridad operacional conocida como IOSA, que renovó en 2007. Es difícil llegar a saber si una crisis económica puede ayudar en alguna medida a un accidente como este. Sin embargo, lo que sí está claro es que la relación que se ha querido vender desde un primer momento por la prensa –crisis igual a recorte de gastos de mantenimiento, igual a aumento del riesgo, igual a accidente– no parece tener sustento en las cuentas ni las decisiones de una empresa que no escatimó ni un euro en seguridad a pesar de la delicada situación económica que atraviesa.

La empresa ha podido cometer algún error. Los técnicos de mantenimiento han podido equivocarse en alguna decisión. El piloto ha podido cometer algún fatal error. La máquina ha podido fallar en un momento vital. La estadística nos dice que el 60% de los accidentes fatales se debe a errores del piloto, el 25% a errores de mecánicos y el 9% a otros fallos humanos. Eso sí, los aviones están diseñados por ingenieros aeronáuticos que tienen la consigna de que a nivel mecánico sea necesaria la confluencia de varios fallos para que un avión se caiga. La mayoría de los artículos periodísticos, en cambio, no parecen estar escritos por profesionales capaces de pensar tres veces en la veracidad de lo que van a escribir ni en sus consecuencias. La leña del árbol caído parece tener muy buen precio en el sector de los medios de comunicación como para permitir la reflexión sosegada.

La sociedad de riesgo cero no existe. A pesar de los enormes avances logrados en materia de seguridad aérea los vuelos siempre conllevarán algún riesgo. La buena noticia es que los principales interesados en continuar con esta creciente seguridad que es marca distintiva de las aerolíneas occidentales son las propias compañías aéreas. Les siguen muy de cerca los fabricantes y las agencias de seguros. Pero ahora parece, a juzgar por lo que se ha podido leer en la prensa durante la pasada semana, que son los políticos y los funcionarios a través de nuevas agencias estatales quienes nos van a traer seguridad. Personalmente me siento bastante más seguro si sé que la seguridad aérea depende de empresas con ánimo de lucro cuya viabilidad y crédito depende de evitar accidentes. Sin embargo, en este trágico asunto algunos prefieren ver burrócratas volando que hablar de hechos contrastados y acompañar a los heridos y los familiares de las víctimas en estos momentos de angustia y dolor.

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