Dos importantes empresas de la industria eléctrica española, Endesa e Iberdrola, están planeando una posible fusión que incrementaría la concentración empresarial en el sector. Según el presidente Aznar, esto supondría una reducción de la competencia, ya que para él lo importante es el número de competidores; el gobierno debe oponerse a la fusión, para garantizar que no decrezca el número de competidores, que ahora son cuatro, y además exigir fuertes desinversiones como garantías a la competencia.
Así que parece que cuatro es un número hermoso y aceptable, pero tres no lo es. Quizás se les ocurra a los directivos que negocian la fusión crear otra empresa eléctrica diminuta (el presidente no se ha referido para nada al tamaño de las operadoras, sólo a su número) para mantener la cantidad total, aunque esto suena un poco a trampa.
El señor Aznar muestra con sus declaraciones su ignorancia económica. La competencia va inextricablemente unida a la libertad, entendida esta como el respeto a la propiedad privada y a la libertad contractual. No puede haber competencia real en un mercado que no es libre, y el mercado de la energía eléctrica está fuertemente regulado por el Estado. Esto explica por qué usted no ha recibido nunca publicidad de ninguna compañía eléctrica con atractivas ofertas de mejores precios y mejor servicio. Las eléctricas no compiten, sino que se reparten el territorio nacional con el beneplácito del Estado, que es quien les fija los precios. Dependiendo de dónde tenga usted su vivienda le corresponde una empresa y no otra, por lo cual éstas no necesitan esforzarse para mantener satisfechos a sus clientes cautivos: no hay posibilidad de elección, no hay alternativa.
En un mercado libre el número de operadores es un sector es completamente irrelevante para que éste sea competitivo. Un único proveedor puede ser eficiente según las circunstancias, si los consumidores están satisfechos y así lo deciden. Los monopolios nocivos son los mantenidos mediante las regulaciones estatales que dificultan o impiden la libre entrada y salida de empresas y consumidores en el mercado.
Como grupo de presión, las compañías eléctricas sí que son muy competentes, y pretenden recibir subvenciones a costa de los consumidores y contribuyentes que les indemnicen por los costes de la transición a la competencia. Antes se aprovechaban de que no tenían que competir, ahora hay que recompensarles por dejar de abusar del consumidor.