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Calentamiento global y efecto 2000

Publicado en Libertad Digital

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Entonces se gastó una millonada; cuando no pasó nada se justificó diciendo que había merecido la pena, pero allí donde no se habían hecho grandes esfuerzos suplementarios tampoco tuvieron grandes problemas. Pero el caso es que acabamos de enterarnos de que sí hubo un error debido al efecto 2000 que no se corrigió hasta la semana pasada. Y es gordo.

Uno de los principales registros de temperaturas es el que recopila el Instituto Goddard (GISS) de la NASA. Es la referencia en lo que se refiere a Estados Unidos, que por otra parte es seguramente el país que posee los mejores registros del mundo. Pero por muy buenos que sean, la toma de temperatura en tierra, para series largas, tiene varios problemas imposibles de evitar. El primero son los cambios en el entorno de diversos puntos de recogida de temperaturas. El segundo, que hacer series de temperaturas medias es siempre complicado teniendo sólo algunos puntos de referencia, de modo que se calculan por medio de algoritmos ejecutados por computadores.

Pues bien, Steve McIntyre, el infatigable estadístico responsable de haber echado abajo la infame gráfica del palo de hockey, que mostraba unas temperaturas razonablemente estables durante siglos hasta una subida brutal durante éste, ha encontrado un error en la aplicación encargada de calcular la temperatura media. Un error que, quien lo iba a imaginar, hacía que las temperaturas recientes fueran mayores, exagerando el calentamiento.

Su efecto más significativo es que después de las correcciones pertinentes 1998 deja de ser el año más caluroso en Estados Unidos desde que se registra la temperatura; ahora el cetro le corresponde a 1934, año en el que tengo la impresión de había menos CO2. Será que las depresiones económicas calientan también. Hay quien ha empezado a argumentar que es un error pequeño. Pero todos los años del 2000 al 2005 tenían una temperatura media 0’15 grados superior a la real. El protocolo de Kyoto, ese cuyo cumplimiento nos salvará de la hecatombe, sólo reduciría el calentamiento en 0’07 grados.

Se dan varios hechos adicionales en este caso que resultan más bien graves. El primero es que el GISS está dirigido por James Hansen, el mismo que inició la histeria del calentamiento global en 1988 en una comparecencia en una comisión del Senado dirigida por nada más y nada menos que Al Gore. El segundo, que el instituto dirigido por tan honesto científico no pone a disposición de todo el mundo el software que emplea para calcular la temperatura media; McIntyre ha tenido que hacer ingeniería inversa para averiguar qué error podía tener. Y el tercero es que, estando los datos estadounidenses entre los mejores, ¿cómo no temer los errores que puedan existir en otros países?

Hansen y los suyos, en el mejor de los casos, no revisaron sus algoritmos porque daban los resultados que debían dar para confirmar sus teorías. En el peor, lo sabían perfectamente y por eso los ocultaron; es lo que habría que pensar por defecto de cualquier científico que oculte sus datos o sus métodos. Ninguna de las dos posibilidades resulta demasiado halagüeña para los defensores de la teoría del calentamiento global producido por el hombre. No sólo los modelos no tienen en cuenta muchas cosas, sino que ni siquiera podemos tener confianza en que los datos estén bien.

Por cierto, el blog de McIntyre ha sufrido un ataque de denegación de servicio, según informa Michelle Malkin, y el autor lo ha tenido que sustituir por una página en la que informa del mismo. Cabe imaginar que el culpable del hackeo es alguien para quien el calentamiento es una fe religiosa y no una hipótesis científica. Eso no reduce demasiado el campo de los sospechosos, la verdad.

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