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Calidad y decencia

Publicado en Libertad Digital

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Gracias al distinguido periodista canario Antonio Salazar tuve conocimiento de unas declaraciones de la socióloga y politóloga venezolana Elizabeth Tinoco, directora regional de la OIT para América Latina y Caribe, que recogió ABC.

Abogó por "políticas activas del mercado de trabajo, las políticas salariales que incrementan la capacidad de consumo, y eso repercute en la recuperación y los incentivos para promover el emprendedurismo juvenil". Rechazó los minijobs y la precariedad laboral: "No vale generar cualquier trabajo", sino "crear empleo decente para todos (…) empleo de calidad (…) empleo que garantiza la protección social, que tiene un salario adecuado". Y apostó por la intervención pública también en los servicios de empleo "que sirvan de enlace a los jóvenes para conseguir un empleo que se ajuste a ellos”.

Dirá usted: ¿y qué? ¿Quién se opondrá a un empleo decente y de calidad? ¿No es eso lo que desea cualquiera? El problema, claro está, es que la señora Tinoco no está a favor de la libre contratación entre trabajadores y empresarios, en cuyo caso habría abogado por ella, sino por una contratación intervenida por el poder. De ahí que, en realidad, sus declaraciones susciten dudas. 

Empezando por el principio, es más que dudoso que el consumo promueva la recuperación económica, porque si así fuera la economía no habría entrado en crisis nunca, puesto que el consumo era muy elevado antes de la crisis. Los emprendedores jóvenes, y de cualquier edad, asimismo, no son promovidos por la intervención pública sino por su ausencia, en la medida en que reduce los costes de su actividad.

Dicha intervención, del mismo modo, tiende a producir paro, lo que resulta contradictorio con el empleo protegido, decente y de calidad. Otro tanto sucede cuando el salario adecuado no es establecido voluntariamente entre las partes sino forzado por el poder y las burocracias políticas, empresariales y sindicales.

Por último, que la señora Elizabeth Tinoco confíe en la intervención para lograr más empleo para los jóvenes, cuando es esa misma intervención la que provoca un paro juvenil superior al 50%, representa, como diría Oscar Wilde sobre el matrimonio, el triunfo de la esperanza sobre la experiencia.

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