Si la propuesta es aprobada, ello necesariamente repercutirá en la subida del precio de los billetes de otras personas.
Gracias a mi amigo el distinguido periodista canario Antonio Salazar, leí un emocionado artículo de Haridian Mederos en La Provincia con este encabezamiento:
Canarios residentes en la Península reclaman que se limiten los precios de los billetes aéreos. Nace una plataforma para exigir al Gobierno que fije precios máximos para los vuelos con el Archipiélago y declare rutas con obligación de servicio público.
Así empezaba el artículo:
Sienten que les han cortado las alas. Canarios residentes en la Península claman una solución para poder viajar a su tierra sin tener que pagar precios desorbitados. Quieren mantener el contacto con sus raíces y que regresar a casa por Navidad, a cualquier evento familiar, a una boda o incluso a un entierro, no sea una odisea o un deseo imposible de cumplir.
El actor de doblaje Fernando Cabrera, presidente de la asociación, también se puso épico:
Queda mucho por luchar. El problema básico es que las compañías tienen la libertad absoluta para establecer sus tarifas y se basan en criterios puramente comerciales de la ley de la oferta y la demanda.
El reportaje de la señora Mederos contenía varios otros testimonios, pero todos en la misma dirección: el Gobierno debe forzar a las compañías aéreas a que aumenten los descuentos para que más población canaria, empadronada en las islas o no, pueda viajar de manera artificialmente barata.
En ningún momento del artículo se sugiere que esto puede provocar algún impacto entre los no canarios que también desean viajar a las islas por diversos motivos. Todo el texto sugiere que hay unas empresas abusonas que con «criterios puramente comerciales» ponen precios que cubren sus costes, reportándoles un beneficio. Hay que impedirlo, por razones comprensibles, y que también valdría para cualquier español de Algeciras que tuviera su familia en Ferrol, o viceversa. Por no hablar de quienes viven en mi Buenos Aires natal. Pero ni doña Haridian ni nadie que ella entrevistó se molestan en indicar que si su propuesta es aprobada, ello necesariamente repercutirá en la subida del precio de los billetes de otras personas. Sus «alas cortadas» parece que no importan.