Rajoy sabe todo esto, claro, y su carta es confiar en que Rivera no pueda salirse con la suya.
Los políticos a menudo entretienen bastante al personal. Por ejemplo, no me dirá usted que no es divertido que los socialistas, nada menos que los socialistas, hayan presentado una moción de censura contra el Gobierno del Partido Popular, porque, evidentemente, un partido corrupto no puede gobernar.
En fin, olvidemos la hipocresía de los políticos y concentrémonos en el interés que siempre van a defender: el suyo propio.
El principal interés de Pedro Sánchez, aparte de llamar la atención, no puede ser la celebración de elecciones, porque eso le daría ventaja a Ciudadanos. Lo que le interesa es conseguir que la luz de los focos que ahora lo iluminan perdure hasta que se celebren los comicios. Por eso se ha apresurado a aclarar que su moción no es instrumental, es decir, no pretende meramente un adelantamiento electoral sino la formación de un nuevo Gobierno que gobierne, además de convocar a los ciudadanos a las urnas en algún momento del futuro —cuanto más lejano, mejor. Ese Gobierno, con todos los condicionantes y limitaciones de rigor, le permitiría al PSOE reconstruirse desde la Moncloa, que no es mal sitio.
El escenario no parece probable, aunque no es imposible si se suman los votos del PSOE, Podemos y los nacionalistas. El problema es que en ese caso el PSOE puede desgastarse ante su propio electorado y perder apoyos que podría ganar Podemos. También podría imponerse junto con Podemos y Ciudadanos, pero a Ciudadanos le conviene una moción solo instrumental. Con lo cual los de Rivera pueden jugar la carta de exigirle a Rajoy que convoque elecciones, amenazándolo con que, si no lo hace, ellos apoyarán la moción o más bien la presentarán en solitario.
Rajoy sabe todo esto, claro, y su carta es confiar en que Rivera no pueda salirse con la suya, porque Sánchez no quiere elecciones, y Ciudadanos no puede jugar solo, y no podría sumarse a un movimiento con Podemos o los nacionalistas sin quedar en evidencia.
Es posible que, una vez más, Rajoy gane —es decir, sobreviva— sin moverse.
Alguien dirá que si los intereses se neutralizan y no pasa nada, el fracaso de la moción de censura agotará a Pedro Sánchez. No lo creo. Ayer Martínez Maíllo se enfadó con él y lo acusó de “sobreactuar”. Pues, claro. De eso se trata.