De hecho, en las últimas dos semanas el gorila rojo ha expropiado tres productoras de cemento y una importante empresa siderúrgica. A juzgar por sus objetivos, la construcción del socialismo está al caer.
Sin embargo, lejos de acercarle a su ansiado sueño colectivista, estos nuevos robos pueden conducirle al abismo por el que el pueblo indignado suele arrojar a los tiranos. Y es que hasta ahora la vía venezolana hacia el socialismo marchaba relativamente bien para sus dirigentes porque se dedicaban principalmente a expropiar materias primas como el petróleo, para cuya extracción y comercialización no se requieren de grandes dotes de gestión y que suponen una continuada fuente de ingresos. Además, Chávez ha contado con la ayuda de empresas occidentales que se aliaban con él con tal de hacerse con parte del botín. Sin embargo una cosa es expropiar una fuente de energía o una materia prima que luego vendes en el mercado y otra bien distinta es hacerte con una empresa que se dedica a crear productos cambiantes gracias la cooperación de numerosos bienes de capital y que requieren de una compleja gestión siempre alerta a los caprichosos cambios de los consumidores en el mercado.
Lo simpático de esta nueva ola de expropiaciones es que los propietarios de la mayoría de las acciones de la siderúrgica SIDOR se han destacado en los últimos años por defender públicamente la política ultra intervencionista del matrimonio Kirchner en Argentina. Es como si La Rebelión de Atlas estuviese ocurriendo en la realidad y Orren Boyle, el presidente de Associated Steel, hubiese sido expropiado por los politicastros que tanto defendía. Parece que a la familia Rocca, los Boyle del momento, no le ha gustado en esta ocasión el sentido de estas nuevas agresiones contra la propiedad privada. Es lo que tiene jugar con fuego, que uno termina quemándose. A lo mejor esta experiencia le sirve para que se transformen en los Rearden del mañana y déspotas como Chávez dejen de encontrar apoyos en el mundo empresarial.