“You are leaving the U.S.A.”. Un cartel improvisado advierte al transeúnte de que, lo que hasta ayer era Seattle, la ciudad más importante del Estado de Washington de los Estados Unidos, hoy es CHAZ, el acrónimo de Capitol Hill Autonomous Zone. Son seis bloques tomados por unas fuerzas anarquistas que han logrado echar a la policía local.
La ciudad llegó a esta situación tras una de las incontables manifestaciones pacíficas que se repiten por todo el país, ciudad tras ciudad. El pacifismo, claro, lo ponen los titulares. Porque los líderes locales del movimiento Black Lives Matter se presentaron en el ayuntamiento de Seattle, una de las ciudades más izquierdistas de todo los Estados Unidos, advirtiéndole a la alcaldesa que o retiraba de forma inmediata los fondos a la Policía local o se hacían con el control de una parte de la ciudad. Y eso hicieron. Entraron en el Ayuntamiento porque les abrió la puerta la concejal socialista de Seattle Kshama Sawant.
El lunes, 8 de junio, en un movimiento sorprendente, la alcaldesa de la ciudad retiró la Policía de Capitol Hill. Ante la retirada de la primera línea de defensa del Estado de Derecho, se ha creado allí un área gestionada por los impulsores de Black Lives Matter. “La primera noche de la llamada Capitol Hill Autonomous Zone que se creó tras el levantamiento del asedio de una semana de la Policía del departamento Este fue lluviosa y pacífica, y se llenó de discursos pronunciados por activistas, agitadores, poetas y concejales socialistas”, relata un blog.
Uno de los organizadores del movimiento, autodenominado Magik, dice altavoz en mano: “Espero que lo que cojones que estemos haciendo sea efectivo”. Imagino que por eso eligió su sobrenombre. A la mañana siguiente, los organizadores crearon una barricada en zig zag para evitar el paso de vehículos por las calles que pasaban por CHAZ. Sobre alguno de ellos está pintado Kill the police.
El mismo 9 de junio que decayó la Policía de Seattle, el rapero Raz Simone creó un cuerpo propio, una fuerza que responde sólo ante sí, y que ejecuta los juicios sumarísmos que ella misma hace. Por ejemplo, en un vídeo se puede ver cómo el rapero-policía golpeaba a un súbdito de CHAZ, por haber rociado con spray un graffiti. Para saldar la recién creada deuda con la sociedad de CHAZ, Raz le requisó su teléfono móvil.
Pero no es la única actividad que ha realizado la policía anarquista de CHAZ en este tiempo. Según recogen varios informes de la todavía Policía de Seattle, con información aportada por las víctimas, Raz se dedica a ir negocio tras negocio vendiendo protección contra su propia violencia. Como Don Fanucci en El Padrino II.
Mientras, la concejal socialista Sawant suelta una arenga a quienes le rodean en el cruce de la avenida 12 con la calle Pine, donde está la comisaría de Policía, ya abandonada. Se queja de que otros concejales, “de color, como yo”, no votasen de acuerdo con los criterios raciales.
Kshama Sawant llama a sus compañeros “concejales de empresa” y “vendidos”, y dice que, si bien se sienta a su lado en las juntas del ayuntamiento, “ellos no son mi gente. Vosotros sois mi gente”. En otro discurso, pronunciado al día siguiente, dice que su objetivo es imponer un gravamen a Amazon, la empresa informática y de distribución. “No puedes tener cero policía y eliminar el racismo y la opresión sobre una base capitalista”, advierte al público. Todavía el día 10, la activista Nikkita Oliver advierte: “No podemos tener un movimiento pacífico”.
Pero hay cuestiones urgentes que tratar en CHAZ. La organización de la celebración del día del orgullo, por ejemplo. Egan Orion, director ejecutivo de SeattlePrideFest, ha pospuesto la celebración de la fiesta: “Nuestro anuncio se ha retrasado porque ahora nos solidarizamos con los manifestantes, por lo que no queremos pisar ninguna de las protestas y de las acciones que están teniendo lugar”.
Sawant hace carrera política en Seattle, pero no es ella quien ha creado el movimiento. El grupo anónimo que lo dirige ha creado un documento en el que exponen una lista de 30 exigencias. Es un documento importante, porque refleja algunas de las ideas que animan las protestas que estallan por todo el país bajo el falsario lema “Black lives matter”. El primero es el más significativo de todos: “El Departamento de Policía de Seattle y su correspondiente sistema judicial son irreformables. No pedimos su reforma; exigimos su abolición”. Acabar con la Policía incluye dejar sin fondos el sistema de pensiones de los agentes, afirman. Exigen una investigación sobre la brutalidad policial realizada desde el Gobierno federal. Y exigen que todas las personas de color salgan de la cárcel y vuelvan a ser juzgadas por “sus pares en su comunidad”.
Sus exigencias alcanzan también la reforma social. Quieren acabar con la gentrificación de Seattle. Es ese proceso por el que los centros de las ciudades, degradados durante mucho tiempo, se ocupan por una parte activa de la sociedad, lo que hace que se eleven los alquileres. Para lograr ese proceso, exigen la imposición de una renta máxima; un instrumento ideal para degradar la ciudad y evitar su gentrificación, ciertamente.
En el ámbito estrictamente racista, exigen que Seattle contrate médicos y enfermeras negros para atender a la población negra de la ciudad. Y quieren imponer un certificado de pureza ideológica (anti-bias) para poder ejercer el magisterio, la medicina o el periodismo.
De hecho, la organización ha mutado, y ahora exige que se le llame por otro acrónimo: CHOP; Capitol Hill Organized Protest. El término inglés “chop” se traduce por talar, cortar, o trocear, pero sus intenciones parecen ser otras. Las expresa Maurice Cola con estas palabras: “No estamos intentando secesionarnos de los Estados Unidos”. Sería incongruente hacerlo y exigir, al mismo tiempo, que el Gobierno Federal investigue a la Policía de Seattle.
Este cambio se produjo el viernes pasado, con un importante cambio de estrategia: Hay que implicar a la gente “blanca y rica” de la ciudad en los cambios para favorecer a la población negra. El activista Jason Beverly dice: “La rica gente blanca está en una posición en la que puede actuar. Podéis hablar con los consejos de accionistas, podéis pedir fondos o donaciones, podéis actuar en favor de las comunidades afroamericanas”. Pero añade: “Todavía no ha habido una respuesta”, sin que el propio Beverly pueda sospechar los motivos.
Dejemos a Jason Beverly absorto ante la timidez de los ricosblancos ante un movimiento que quiere acabar con la Policía y el sistema judicial, y vayamos a la alcaldesa de la ciudad, Jenny Durkan. ¿Cuál es su visión de la toma de control de una parte de la ciudad por un conjunto de activistas, más la banda de Raz Simone? “Capitol Hill Autonomous Zone #CHAZ no es un páramo sin ley (ocupado por) una insurrección anarquista. Es una expresión pacífica de la pena colectiva de nuestra comunidad y de su deseo de construir un mundo mejor”.
En mi anterior artículo decía que esta revuelta iba contra la Policía como primera línea de defensa de nuestra sociedad. Derrumbada la Policía, la revolución iría contra todo lo demás. “El capitalismo, la moral, las leyes, todo lo que nos permite vivir en común, todo eso debe ir a la hoguera. Con todos nosotros, todos, en ella”. La hoguera aviva su fuego, que se alimenta de nuestra cobardía, y devora el entramado social. A pesar de todos los logros de la civilización, estamos a sólo aun paso de la barbarie. Hoy, esa barbarie se presenta ante nuestros ojos como si fuese nuestra última esperanza.