Tras años de irresponsabilidad y graves equivocaciones, las autoridades comunitarias parecen al fin enmendar el despropósito que se esconde bajo lemas tales como "demasiado grande para caer" (too big to fail) o "no había más remedio", frases manidas que, a modo de excusa, han empleado políticos de todos los colores y países para defender el rescate de la banca con el dinero de los contribuyentes, como si otra opción no fuera posible.
Hasta ahora, Europa se ha enfrentado a la crisis financiera socializando las pérdidas de bancos y cajas entre toda la población mediante los injustos, inmorales y contraproducentes rescates públicos (bail-out). Sin embargo, dado el monumental fiasco que está causando esta práctica en las finanzas de los estados afectados, el Eurogrupo y la propia Comisión Europea pretenden imprimir un giro radical a esta estrategia, permitiendo que los futuros saneamientos financieros se efectúen a través de rescates privados (bail-in). Este método, en el que los acreedores –no los contribuyentes– son los encargados de recapitalizar la entidad quebrada mediante la conversión de deuda en acciones, fue aplicado en Dinamarca en 2011 y, más recientemente, en España y enChipre.
La novedad en el caso de Chipre radica en que, por primera vez en la historia del euro, los tenedores de deuda sénior y los depositantes no garantizados (con cuentas de más de 100.000 euros) han sufrido quitas, lo que ha evitado que los contribuyentes europeos, incluidos los españoles, pierdan dinero a pesar de no tener responsabilidad alguna en la insolvencia de los grandes bancos chipriotas. Lo mejor de todo, si cabe, es que Bruselas no concibe dicho rescate privado como un caso único y excepcional, sino que está dispuesto a emplearlo como referente. El presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, no lo pudo decir más claro:
Si hay algún riesgo para un banco, nuestra primera pregunta debería ser: OK, ¿qué van a hacer al respecto los que están en el banco? ¿Qué pueden hacer para recapitalizarse? Si el banco no puede hacerlo, entonces hablaremos con los accionistas y los tenedores de bonos y les pediremos que contribuyan para recapitalizar la entidad; y, de ser necesario, se lo pediremos a los depositantes de fondos no asegurados.
La idea, por tanto, consiste en descargar la factura de los rescates bancarios de los hombros del sufrido contribuyente para trasladarla a sus auténticos y únicos responsables, los accionistas y acreedores de las entidades en problemas, según el orden de prelación establecido, tal y como acontece con el resto de sociedades mercantiles cuando se inicia un concurso de acreedores. Si se hubiera apostado por la conversión de deuda en acciones desde el estallido de la crisis financiera, las arcas públicas europeas se habrían ahorrado cerca de 1,4 billones de euros entre recapitalizaciones directas y compra de activos tóxicos, con lo que la colosal crisis de deuda que registra hoy la Zona Euro sería mucho menor. De hecho, la aplicación del bail-in habría evitado la caída de Lehman Brothers e incluso la necesidad de que España pidiera dinero a la UE para salvar a las cajas nacionalizadas.
Muchos dirán que aplicar quitas a los depósitos es un robo. Sin embargo, quienes argumentan de tal modo desconocen cómo funciona el sistema financiero contemporáneo, ya que no comprenden que los depósitos –y las cuentas corrientes– son, en realidad, una deuda del banco, lo cual convierte al depositante en un acreedor de facto de la entidad. Esto no significa que todos los depósitos estén en riesgo a partir de ahora, ni mucho menos, ni que el bail-in parcial y arbitrario que está aplicando la troika sea la fórmula idónea, sino que el rescate privado, correctamente entendido, es la solución justa y moral a la crisis financiera porque privatiza las pérdidas. No en vano el capitalismo consiste, precisamente, en la privatización de pérdidas y ganancias, no en la socialización de ambas. De hecho, el bail-in implica despojar a la banca de uno de sus numerosos privilegios estatales, el del rescate indiscriminado con dinero público. Si a esto se añadiera, además, el cambio del actual modelo por un sistema financiero y monetario completamente libres, los graves problemas estructurales que presenta la banca desde hace décadas y los recurrentes ciclos económicos de auge y depresión empezarían a formar parte del pasado.