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Ciencia, progreso, interés

Publicado en La Razón

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Mi interlocutor me colectivizó: “ustedes”, lo que transmite una señal de amenaza grupal, siempre más grave.

Advertí de los riesgos para la libertad que derivan de politizar el medio ambiente, y un tuitero me espetó: “ciencia afirma q vamos al carajo. Debemos avanzar. Uds quieren el petróleo”. Es una triple joya del pensamiento único antiliberal.

Ciencia y catástrofe. Los mayores ataques a la libertad han adoptado esa forma, como cuando los progresistas norteamericanos proclamaron la necesidad urgente de la eugenesia. Querían reparar la raza mediante la ciencia, como los nazis. Lo mismo hicieron los comunistas que, desde Marx, reivindican el monopolio de la ciencia, y la certeza de que un futuro sombrío nos aguarda por culpa del capitalismo. En un tercio del planeta conquistaron el poder y aplicaron sus recetas anticapitalistas, cobrándose la vida de decenas de millones de trabajadores.

Uno diría que después de todo esto, sería mejor un poquito de cautela antes de lanzar alarmas supuestamente científicas. Pero no: el segundo mensaje es imperioso y militar: “debemos avanzar”, una retórica característica de los totalitarios. Invoca a la comunidad, y su peso se impone a los individuos, forzados a conducirse como ordena la colectividad, a través de sus líderes. Lo que nos ordenan, además, os obviamente bueno, porque se trata de “avanzar”, no “retroceder”. No por casualidad se autodenominan “progresistas”, y quienes no comparten sus ideas son, lógicamente, “reaccionarios”.

Por si todo esto no fuera suficiente para tomar estos mensajes con un grano de sal, llega la tercera y definitiva parte del mensaje: “Uds. Quieren el petróleo”. Primero, aunque estaba tratando conmigo solamente, mi interlocutor me colectivizó: “ustedes”, lo que transmite una señal de amenaza grupal, siempre más grave. Pero, además, para colmo, los que tenemos ideas que no comulgan con el pensamiento mayoritario no estamos simplemente equivocados. La cosa es mucho peor.

En efecto, no es el error nuestra única característica sino los intereses espurios, perversos e inconfesables. No nos interesa el bienestar de la humanidad, ni el aire puro. Somos codiciosos, materialistas, vamos a lo nuestro solamente, y no como los estatistas de todos los partidos, que aman abnegados a la humanidad toda.

Como se comprende fácilmente, no tenía ningún sentido que mi interlocutor prestara la más mínima atención a mis argumentos. ¿Para qué? Según él, mis ideas no tienen aval científico, niegan la obvia catástrofe inminente, no representan el progreso y, para más inri, son fruto del egoísmo individual y el exclusivo interés particular.

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