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Círculos viciosos de la pobreza

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No es el caso del “círculo vicioso de la pobreza”, aquella idea, convertida en ortodoxia en las teorías del desarrollo del tercer cuarto de siglo, de que los pobres son pobres porque son pobres. Su renta sólo les da para malvivir y en esas condiciones no hay quien ahorre y acumule capital, resultado y causa a la vez del desarrollo económico.

Al parecer daba igual que la misma existencia de los países ricos, que como los demás fueron pobres en un principio, desmintiese esa idea tan peregrina. La ideología siempre fue más poderosa que la historia y esta no iba a ser una excepción. Si lo que sumía a los países no capitalistas en la pobreza era esa misma pobreza y no que no hubiese llegado ahí el capitalismo, lo que había que hacer es por un lado anegar aquellas economías de ayudas procedentes de los países ricos y por otro asegurarse de que nada cambiase, de que allá, en los países africanos descolonizados, nunca, jamás, llegase el capitalismo que a nosotros, los donantes, nos había hecho prosperar. Y hay muchas personas, por lo demás de lo más inteligente, que se tragó este cuento sin sentido.

Se puede acumular capital desde la pobreza. De ello son testigo las sociedades hoy prósperas y que antes no lo fueron y las familias que, en una sola generación, han hecho añicos ese “círculo vicioso”. Pero aunque no hubiese sido así, ¿qué hace pensar que la solución serían las ayudas? Si hay capital extranjero, basta con abrirle el paso. En principio, incluso para las mentes más obtusas, la transferencia directa de riqueza desde los países opulentos hacia los pobres no debería ser una mala idea. Pero siempre hay algún que otro resistente a aquello de la iniciativa individual.

No. Lo bueno son las ayudas. Las ayudas permiten a los políticos, como José Luis Rodríguez Zapatero, presumir ante sus ciudadanos de lo generosos que son ellos, aunque sea con el dinero ajeno. Esa es la esencia de la política. Pero las ayudas no son necesarias, como demuestran los ejemplos de Gran Bretaña o EEUU. Tampoco son suficientes, como bien saben los que vieron cómo se anegaba la Etiopía de los 80’ de ayudas de todo el mundo, mientras la miseria y el hambre arrasaban año tras año en aquel país.

No son necesarias, tampoco suficientes… al menos serán buenas. Pues tampoco. En primer lugar porque engordan las arcas de los gobiernos, que son los principales causantes de la miseria de sus sociedades. Si además la pobreza se premia con dinero occidental, ¿cómo renunciar a fomentarla, si es fuente segura de ingresos? No tienen ni que hacer publicidad de su gran obra, pues ONGs, medios de comunicación y políticos occidentales se encargarán de enternecer a los ricos bolsillos occidentales mostrándoles la miseria de la que todos, donantes, medios de comunicación, ONGs, políticos de aquí y políticos de allí, son responsables. ¡Qué edificante! Eso sí, un crimen multitudinario convertido en un eficaz limpiador de conciencias. ¿Quién podría haber ideado un entente más perverso? Eso sí que es un círculo vicioso de la pobreza.

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