Son luchadores por la libertad y la democracia y eso se nota a la legua. El ejemplo de Concha Velasco participando en el videoclip ad maiorem ZP gloriam como una especie de madrina del evento, es un dato particularmente interesante.
Conchita Velasco fue siempre, como es bien sabido, una luchadora por las libertades de este país. Su pasado como aguerrida luchadora antifranquista queda suficientemente esmaltado en su trayectoria fílmica de finales de los sesenta, en los que compartió plano con Manolo Escobar, otro peligroso revolucionario. Al socaire de unas comedietas románticas aparentemente insustanciales, la Velasco puso en cuestión las bases ideológicas del franquismo y dio aliento a la lucha revolucionaria que los camaradas progresistas llevaban a cabo desde el exterior.
La Historia de la democracia en España se hubiera escrito de otra forma completamente distinta de no haber sido por títulos como Juicio de faldas o la más arriesgada En un lugar de la Manga. Hombre, no son El padre coplillas, pero una atenta lectura entre líneas de cualquiera de estos guiones saca a relucir un contenido ideológico devastador para las estructuras del régimen.
Conchita Velasco luchó contra el franquismo desde dentro, que era el puesto más arriesgado en la batalla por las libertades destepaís. Tuvo que ser muy duro forrarse el riñón haciendo aparentes españoladas, siendo Conchita una persona de firmes convicciones socialistas, como hemos descubierto recientemente.
Y es que a Concha Velasco el aznarismo la trató fatal. Por ejemplo, después de quedarse arruinada por culpa de ciertos problemillas con la hacienda pública, a los que no fue ajeno su entonces marido Paco Marsó, la Televisión Española del señor Aznar tan sólo le concedió presentar semanalmente un espacio en horario estelar titulado Tiempo al tiempo, gracias al cual la Velasco comenzó a recomponer sus maltrechas finanzas. En aquel programa televisivo Conchita protagonizó escenas de elevado progresismo, como aquella vez en que pasaba revista a los aspectos más escabrosos de la biografía de una tonadillera, y la pobre entrevistada decía con voz trémula: "Lo siento Concha, es que no quiero llorar". En ese momento la Velasco le espetó un progresista "Llora, llora, ¡llora!" mientras ambas se fundían en un abrazo lleno de emoción, hipidos y mocos.
Junto a ella otros actores de los sesenta, cantantes que sobrepasan la cincuentena y algún director de cine multimillonario, abandonaron por un día sus mansiones de la sierra madrileña y sus lujosos lofts del barrio de Salamanca para apoyar al candidato del partido de Pablo Iglesias. En fin, un grupo de abueletes revolucionarios a quienes "el sistema" les oprime de forma insoportable, como lo demuestra su tren de vida.
Lo más sorprendente es que muchos jóvenes, que se hipotecan a cuarenta años para comprar una solución habitacional por la mitad de lo que Bermejinsky se gasta en amueblar un ático, aplaudan entusiastas y les reconozcan como referentes intelectuales del progreso. ¿Hay algo más absurdo que ser mileurista y babear con las performances de estos depredadores presupuestarios? Lo hay: votar a Z.