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Cómo ha sorteado al coronavirus Corea del Sur

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La economía no ha sufrido los rigores de la paralización obligada por el Gobierno.

Un material genético descontrolado, fuera del contexto de la recreación de la vida, se extiende por medio mundo y va cobrándose vidas según se multiplica y coloniza nuestros cuerpos. Ciego y sordo, se vale de nuestras células para replicarse, sin designio ni propósito. No es una forma de vida, pero se entrevera en sus criaturas para trastocar su funcionamiento, introducir entropía y adelantar la muerte.

La evolución nos enseña que los hombres, como otros animales, han visto cómo se diezmaba su población en sucesivas oleadas de virus. También de bacterias, como la peste negra. E inhabilita los cuerpos, los convierte en material sobrante, inerte; un objeto de recuerdo. Una de esas oleadas ha puesto en duda la seguridad que nos habíamos mentido. Es uno de esos fenómenos que quiebra nuestras expectativas e introduce cambios que todavía no podemos comprender.

La idea genial que se le ha ocurrido a todos los gobernantes es consumir la riqueza futura. Los mismos que prometen un futuro esplendoroso, alimentan sus promesas consumiendo la riqueza que aún no hemos creado. El futuro ya está aquí, podría ser su lema, que pan para hoy y hambre para mañana no resulta tan atractivo.

Es cierto que la urgencia evoluciona con picos y valles, y estamos ahora la necesidad de contar con medios para atender a los enfermos es más acuciante. Pero también lo es que luchamos contra el virus cercenando los intercambios que permiten mantener nuestra riqueza, y acrecentarla, de modo que nos enfrentamos a un grave problema. Porque hay una relación cierta, aunque muy indirecta, entre la creación o destrucción de riqueza y el sostenimiento de la población.

En España, el Gobierno de Pedro Sánchez ha optado por la peor de las opciones. Ha querido corregir una combinación de imprevisión e inacción con un duro confinamiento de la población que lo que va a diezmar es nuestra economía. Pero hay otras formas de atender este problema, y merece la pena fijarnos en ellos.

Es cierto que no podremos hacernos una idea cabal de si están bien encaminadas las distintas políticas hasta pasados los meses, pero eso no quiere decir que debamos suspender mientras todo juicio racional sobre las políticas posibles. Es pronto para saber si la política de Suecia es adecuada. El aumento de casos durante dos días, 8 y 9 de abril, llevó a muchos a dar por finado el experimento sueco, pero desde el 9 el número de nuevos contagios ha caído día a día, y el 12 estaba en niveles de diez días antes.

Otro caso interesante es el de Corea del Sur. Sus números son muy llamativos. A 12 de abril, el número de contagiados es de 10.512, y el de muertos, 214. Todo ello resulta más chocante si tenemos en cuenta que gran parte de los afectados y de los occisos se explican por un multitudinario evento religioso. A comienzos de febrero se convocó un acto religioso en la iglesia Shincheonji de Daegu con la participación de 10.000 personas, y con un rito que, sin ser el de una manifestación, supuso una fiesta para el dichoso virus. El número de casos en Daegu supone el 64,8 por ciento del total y los muertos. Si la secta neocristiana no hubiera cometido la insensatez de convocar esa celebración, los números de Corea del Sur serían más llamativos. Especialmente teniendo en cuenta la cercanía del país con el epicentro del contagio, que es la vecina China.

Pero esa vecindad ha acabado siendo buena consejera, tanto para Corea del Sur como para otros países vecinos de la dictadura china. Porque la democracia coreana ha actuado con rapidez ante las primeras noticias. El éxito ha sido tan resonante que, según el diario The New York Times, el presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro sueco, Stefan Löfven, han llamado al presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, para pedirle detalles sobre cómo estaban afrontando la crisis creada por la epidemia.

Los responsables de cualquier gobierno democrático se enfrentan a una situación paradójica. Es fundamental actuar con rapidez, sin darle oportunidad al virus de extenderse lo más mínimo. En la medida en que la acción sea temprana y eficaz, se controlará antes la extensión de la enfermedad, pero si se tiene un gran éxito, esas medidas habrán parecido exageradas a la luz del número de contagios. Mientras que si se espera el riesgo político es otro. Pedro Sánchez lo conoce muy bien.

La actuación rápida es especialmente importante en el caso de coronavirus, ya que una persona enferma puede incubar el virus durante dos semanas sin mostrar síntomas, por lo que puede extender el virus de forma involuntaria. Hay que sumar a ello que en torno a un 30 por ciento de los afectados son asintomáticos.

Pero en Corea del Sur actuaron muy tempranamente. Y es una de las razones por las que este país ha obtenido tanto éxito, y la principal razón por la que su política frente al virus es imposible de imitar por otros países, como España. El Gobierno tomó la decisión de actuar después de la manifestación feminista del 8 de marzo, y para ello no hay marcha atrás.

El primer caso de coronavirus en el país se produjo a finales de enero. No había terminado el mes, cuando el Gobierno se entrevistó con la industria médica para anunciarle que compraría de forma inmediata test para el diagnóstico de la enfermedad. Comenzó entonces una producción masiva, que supera los 100.000 test diarios, y que se ha sumado a las industrias exportadoras coreanas.

Otra característica del modelo surcoreano es la realización masiva de test. Eso es fundamental, por varios motivos. Individualmente, los enfermos tomarán las medidas pertinentes para no contribuir a su extensión.

Hay otro efecto beneficioso de la realización masiva de test, y es que se extiende el conocimiento sobre dónde está localizado el contagio, lo cual permite realizar una acción más eficaz y una mejor asignación de los recursos. Conocer bien el terreno es condición sine qua non para tener la oportunidad de realizar una política adecuada.

Y, en el caso de Corea del Sur, no se trata sólo de que su industria produjese un gran número de test, sino que el Gobierno tuvo la iniciativa de crear 600 puestos por todo el país para realizar las pruebas, para no hacinar los hospitales y clínicas, y evitar el contagio de los profesionales sanitarios.

Aún hay otro beneficio de realizar los test, y es que pone sobre aviso a todas las personas que han estado en contacto con el contagiado, lo cual extiende en racimo tanto la investigación sobre los posibles contagiados, como la decisión por parte de éstos de adoptar medidas de precaución.

En el caso de Corea del Sur, para la investigación de las personas que han estado en el rastro de los contagiados se han utilizado los datos de localización de los coches y teléfonos de los ciudadanos, siguiendo el rastro de sus tarjetas de crédito o las imágenes captadas por las cámaras de la calle. Cuando el número de contagiados hizo que estas investigaciones perdiesen sentido, el Gobierno optó por otro tipo de medidas.

Las autoridades, con el apoyo de webs y aplicaciones, informaban a los ciudadanos sobre los últimos casos detectados en las inmediaciones, y sobre la trayectoria última que habían seguido; en qué tiendas, bares o restaurantes habían estado, o qué transporte público habían utilizado. Por otro lado, el Gobierno obligaba a las personas confinadas a bajarse una aplicación que daría aviso de cualquier violación de ese confinamiento.

Hay elementos propios del país que han contribuido a que se limiten tanto los contagios como las muertes. En Corea del Sur hay un uso habitual de las mascarillas. Y su población mayor de 60 años, del 18,5 por ciento del total, es inferior a la que hay en poblaciones más envejecidas, como España o Italia.

La política de Corea del Sur no se ha realizado sin menoscabo de las libertades. Ha confinado a las personas contagiadas en su casa mientras no necesitaban apoyo médico, ha realizado test obligatorios, ha vigilado a ciertos ciudadanos, y ha espiado sus datos sin control judicial. Pero los que dan negativo, siguen con su vida normal. Van al trabajo, a no ser que su empresa les dé instrucciones o facilidades para trabajar desde casa. O van al colegio, si son niños. Y la economía no ha sufrido los rigores de la paralización obligada por el Gobierno.

La Bolsa (Kospi) retrocede a niveles de 2012, si bien venía cayendo con fuerza desde comienzos de 2018. Y el PMI de industriales, que refleja mejor que ningún otro indicador la previsible evolución de la economía en los próximos El banco DBS ha rebajado su previsión de crecimiento para este año de 0,8 por ciento a -1,0 por ciento del PIB, y Standard & Poors del 1,1 por ciento que esperaba al -0,6 por ciento. Es decir, que la economía de Corea del Sur va a contraerse este año, pero no se espera la pérdida de diez puntos del PIB, que probablemente sufriremos en España.

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