La principal razón que ha desatado estos rumores es que el nuevo software para desarrolladores distribuido por Apple incluye identificadores para varios iPhone, estando etiquetados los actuales como 1,1 y 1,2 y el siguiente como 2,1.
Es decir, que el iPhone 3G, pese a incluir GPS y alguna cosilla más, no sería más que una revisión menor del primer modelo y próximamente veremos otro con más novedades. O eso es lo que dicen los sabios arúspices con más capacidad para desentrañar los planes de Steve Jobs, su amo y señor, examinando las tripas de algunos de sus animales.
Los más insistentes se refieren a la compatibilidad con el llamado 3.5G, una conexión a la red móvil más rápida que la actual. También parece claro que incorporará al fin la capacidad de grabar vídeo, que no se ha empleado hasta ahora por consumir demasiada batería. Se habla de más potencia gráfica y de proceso. Pero si hay algo que Apple no debe hacer si no quiere poner en riesgo su nueva gallina de los huevos de oro es cambiar significativamente el modo en que funciona su aparato, porque correría el riesgo de destruir su ecosistema para las aplicaciones móviles.
Existen actualmente 20 millones de aparatos equipados con el iPhone OS, la mayor parte teléfonos, pero también iPod Touch. Dentro del ámbito de la telefonía móvil, es el mayor ecosistema estable para el desarrollo de aplicaciones y juegos. Es cierto que existen muchos más teléfonos equipados con Windows Mobile, el Symbian de Nokia o con capacidad de ejecutar aplicaciones y juegos Java. Pero el problema está en que pese a contar con esa base común, existen infinitas diferencias entre unos aparatos y otros. Algunos tienen teclado completo, otros no; unos disponen de pantalla táctil, la mayoría no; y la variedad de resoluciones y tamaños de pantalla es casi infinita.
Esas diferencias no existen para Apple. Toda la gama de aparatos capaces de ejecutar las aplicaciones que se venden u ofrecen gratuitamente en la App Store disponen de la misma resolución de pantalla, son multitáctiles, disponen de acelerómetro para detectar el movimiento y orientación del dispositivo y carecen de teclado. Existen algunas diferencias como la forma de conectarse a la red o si disponen de funcionalidad como teléfono, pero que no afectan a la mayoría de las aplicaciones, excepto en el sentido de que algunas, simplemente, no funcionarán en el iPod Touch ni lo pretenden.
Resulta difícil creer que Apple vaya a cambiar este estado de cosas sin cuidarse muy mucho de que no resulte un problema para los desarrolladores. Así que si mejora la capacidad gráfica de un nuevo iPhone o pone una pantalla de mejor resolución, se cuidará de que eso no afecte a las aplicaciones existentes y de que las futuras tengan muy fácil la adaptación a los modelos actuales y a los nuevos. De no hacerlo así, podría arruinar su mayor éxito, ése que la competencia está intentando reproducir como sea.
Claro que quizá no haya nuevo iPhone este verano. Los auspicios pueden errar.