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Complaciente Europa y complaciente España

Publicado en Libertad Digital

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Las razones son muy sencillas y están –o debieran estar– al alcance de cualquiera: los precios de la vivienda deben reducirse aún más del doble de lo que lo han hecho hasta el momento, algo que descapitalizará aun más a las cajas y colocará a nuestro país contra las cuerdas: olvídense de los 20.000 millones de euros que tirando por lo alto estima el Gobierno que necesitará nuestro sistema financiero, la cifra final estará más próxima a los 100.000 millones.

El análisis no tiene nada de sofisticado, más bien es puro sentido común. Y eso que Munchau aun exhibe cierto optimismo cuando dice que las Administraciones Públicas, en cualquier escenario, seguirán siendo solventes. Hoy, dice, la deuda pública sobre el PIB sólo alcanza el 62% y en 2015, según Ernst & Young, ascenderá al 72%. A veces me pregunto de dónde se sacan estos cálculos: si hemos cerrado 2010 con el 62% y el cálculo más optimista del Gobierno está en que cerraremos 2011 con el 6%, ya nos vamos al 68%; si Munchau opina que necesitaremos 100.000 millones para las cajas, ya nos subimos al 78%… y eso sólo a finales de 2011… y eso sólo si cerramos los ojos a toda la deuda –en ocasiones ni siquiera emitida: proveedores– que se esconde debajo de las alfombras persas de nuestros políticos.

Ciertamente, Europa se ha puesto en modo complaciente. Pero no sólo Europa. Los analistas españoles sacan pecho diciendo que no somos ni Grecia, ni Portugal ni Irlanda por cuanto nuestro diferencial de tipos de interés con Alemania no se ha disparado durante estos días. Son los mismos que en febrero, en mayo y en noviembre del año pasado criticaban a los especulativos mercados por darnos una calificación que no merecíamos. ¿En qué quedamos? ¿Son los mercados fidedignos o no lo son? Pues, como siempre he dicho, a corto plazo no deberíamos hacerles demasiado caso: los inversores y especuladores tratan de anticipar el futuro y ese futuro es muy borroso y cambiante según los golpes de efecto de los políticos. Mas lo que en ningún caso debiéramos despreciar es el presente: ni el déficit público, ni el déficit de las pensiones, ni la sangría laboral, ni el agujero financiero, ni la rigidez de precios de los inmuebles son problemas que se estén solucionando. Más bien al contrario.

¿Que España está fuera de peligro? Por favor, háganselo mirar. Una cosa es creer que pese a los desmanes políticos no necesitaremos un rescate y otra, muy distinta, es pensar que en los últimos tres meses nos hemos convertido en Alemania por dos chapuzas de reforma mal pensadas y peor implementadas. La situación de España, por desgracia, sigue siendo crítica. Lo patriota (o no-antipatriota) no es callarlo, sino repetirlo con fuerza en los tiempos de tensa calma. Cuando llegue la tormenta ya será demasiado evidente y demasiado inútil. Y además, los complacientes de ahora se tornarán kamikazes negacionistas.

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