Los medios de comunicación tienen prohibido, en Suecia, reflejar la nacionalidad de quienes cometen los delitos.
El uno de julio, la entidad que organiza el festival de Bravalla, ha anunciado que la próxima edición se suspende. El festival se celebraba en las afueras de la ciudad sueca de Norrköping desde 2013. En la última edición (2016) se produjeron dos violaciones, aunque la prensa local eleva la cifra a cinco, y 23 asaltos sexuales. Y los organizadores (FKP Scorpio) han reconocido su impotencia por albergar tantos crímenes sin poder ponerle un remedio: “No hay palabras para expresar lo tristes que estamos”, dice el jefe de prensa. “Vamos a dar un paso atrás. No es por un delito o un evento en particular”, dice con excesiva precaución, y añade: “Es que no podemos resolver el problema”. Munford & Sons había advertido de que ellos no actuarían si los organizadores no les ofrecían alguna seguridad de que esos crímenes no se volverían a repetir: “Tienen que combatir lo que parece ser una incidencia muy alta, inaceptable, de violencia sexual”. La Policía investiga la violación de dos mujeres, una de 17 años y otra de 28. Y hay al menos un sospechoso, de quien lo único que ha reportado la Policía es que tiene 22 años.
El crimen no es un fenómeno nuevo, y la lucha contra el mismo, tampoco. Hay ciertas cosas que sabemos sobre el asunto. Por ejemplo, que hay ciertos comportamientos, como las violaciones, que están recogidos en los códigos como delitos, y si se prueba que se han cometido, en un juicio contradictorio, tienen asociada una determinada pena. Sabemos que esa posibilidad tiene un efecto disuasorio, que es más efectivo con la presencia de la Policía, que puede detener a los sospechosos e iniciar el proceso judicial. Quizás los organizadores podrían haber tenido en cuenta esto antes de caer en la desesperación y la renuncia. Es verdad que un festival de música rodeado de Policías no es una fórmula de éxito, pero hay otras soluciones, como la seguridad privada.
De modo que los organizadores prefieren suspender su actividad a poner los medios adecuados para que sea segura. Pero lo que ha llamado la atención ha sido otra propuesta que, como la suspensión, tiene la virtud de huir de la realidad. Emma Knyckare, una humorista y radiofonista sueca, ha propuesto lo siguiente: “¿Qué pensáis sobre poner en marcha un festival realmente cool al que sólo puedan acudir quien no sea hombre?”. No puede decir que acudan sólo mujeres, porque de ese modo discriminaría a aquéllos que se definen como mujer. Puede proponer que se discrimine a los hombres, pero eso no.
Knyckare dice que mejor organizarse así, “hasta que los hombres aprendan a comportarse”. Los organizadores también hablan en esos términos: “Algunos hombres no saben comportarse. Es una vergüenza”. Y es así.
Pero Knyckare parece cometer varios errores. El primero es el de generalizar. Achaca a los hombres, a todos, el comportamiento de algunos. Y el segundo, discriminar de forma generalizada, sin hacer distinción, cuando hay soluciones mucho mejores, como la de poner los medios adecuados para reducir la incidencia del crimen. Pero hay más.
Hay una coincidencia en el tiempo entre el aumento de las violaciones y la llegada masiva, y en parte incontrolada, de inmigrantes. Que las violaciones han subido parece claro no sólo por la creciente preocupación de la sociedad sueca por el asunto, sino por lo que dicen los datos del gobierno sueco: Las violaciones a mujeres se han más que doblado de 2011 a 2015. Por otro lado, según los datos de Eurostat publicados el pasado 10 de julio, Suecia es el segundo país de Europa en crecimiento de la población, con 14,5 personas por cada mil. El crecimiento por nacimientos es mucho menor, de 2,5 personas por cada millar, por lo que la inmigración explica gran parte de ese aumento de la población, y es una tendencia que se ha mantenido en los últimos años. Correlación no significa causación; es decir, que estos datos no demuestran que sea el aumento de los inmigrantes lo que explica que haya más violaciones. Pero tampoco se puede descartar.
Para que se hable de “violación” sin más en Suecia basta con ejercer la fuerza contra la mujer. Según un estudio, el 92 por ciento de las violaciones severas las cometen extranjeros. ¿Responderá ese porcentaje a la realidad? ¿Será exagerado o se queda corto? No parece haber otro informe con el que contrastarlo. Y las autoridades suecas, que rechazan cualquier vinculación de la inmigración con las violaciones, no ofrecen sus propios datos sobre quién comete las violaciones, sólo hacen consideraciones muy generales incidiendo en que correlación, de nuevo, no implica necesariamente causación.
Emma Knyckare, con la misma técnica intelectual con la que propone crear un festival sin hombres porque son, todos ellos, susceptibles de cometer violaciones, podría proponer un festival sin inmigrantes. O, dicho de otro modo, su juicio tiene la misma calidad que el de quienes proponen cerrar por completo las fronteras a la llegada de extranjeros, o expulsar a los que ya viven ahí. Es un pensamiento de brocha gorda que, por algún motivo, cuando se hace desde la izquierda hace mucha gracia.
Los medios de comunicación tienen prohibido, en Suecia, reflejar la nacionalidad de quienes cometen los delitos. Lo cual produce el efecto de la bolsa de papel. En los Estados Unidos está prohibido consumir alcohol en público, de modo que se ha extendido la costumbre de ocultar la botella con una bolsa de papel. La metonimia desvela la ocultación, por lo que todo el mundo sabe lo que hay dentro de la bolsa de papel. Lo mismo ocurre con el crimen en los medios de comunicación. Puesto que no se ofrecen estadísticas fiables, y puesto que se prohíbe a los medios reflejar la realidad, la gente acaba achacando a los inmigrantes la gran mayoría de los crímenes. Con lo cual, el efecto de esa política de censura es contrario al que pretende conseguir.
Otra política sueca fracasada. Mucho mejor sería recoger la realidad tal cual es, e intentar ofrecer soluciones que no sean de brocha gorda.