Algunas de estas reformas, las que afectaban a los poderosos, fueron desestimadas por las propias élites aristocráticas un año después. No querían perder sus privilegios. Las consecuencias fueron la Revolución violenta de la gente contra el Poder.
La actual crisis económica tiene mucho en común con la de la Francia revolucionaria. Las élites, los privilegiados y los que conforman el poder no son los mismos. No son nobles, no son aristócratas, clérigos o terratenientes. Tampoco ejercen decisiones directas sobre la sociedad. Las cosas se han complicado más y son más sutiles.
La pregunta de quién representa al poder y a los privilegiados responde a quién vive a costa del esfuerzo de los demás. ¿Quiénes mueven nuestras vidas con sus declaraciones y acciones? Políticos, intelectuales subvencionados, actores, sindicatos, agricultores, lobbies económicos y sociales. Recientemente los sindicatos han decidido montar una manifestación. ¿Contra el Gobierno? No, contra una de las víctimas de la crisis, los empresarios. Los sindicatos mayoritarios van a recibir el año que viene y de forma directa en subvenciones estatales más de 20 millones de euros. ¿Cómo se van a levantar contra el Gobierno? Viven de él. Les dan soporte otros rentistas, los actores y mundo de la farándula. Este mundillo de ilustrados inútiles improductivos nos costará 555 millones de euros hasta 2013. ¿Cómo se van a alzar contra el Gobierno si es su mecenas? Son establishment puro aunque no vayan de camisa y corbata.
¿Cómo se va rebelar la banca, el sector del motor o el de la construcción contra el Ejecutivo cuando no para de tirarles dinero tras los excesos cometidos? ¿Cómo se van a rebelar los desempleados cuando en este país existe una masa tan grande de profesionales del desempleo que podría casi formar un partido político independiente? Con la subida de impuestos, cada ciudadano va a pagar más de 500 euros al año para mantener a esta élite, a estos nuevos aristócratas que viven del trabajo de los demás. No está mal en plena crisis. Gobierno y resto de élite se desabrochan el cinturón, y en consecuencia, nosotros nos lo apretamos más y más. Incluso cuando ya no ven forma posible de exprimirnos, a algún burócrata se le ocurre una idea genial siempre en el mismo sentido. Por ejemplo, a partir de primavera, las multas se multiplicarán por tres nada menos.
La vuelta de tuerca del Nuevo Orden Mundial (NOM), no sólo se contenta con menos libertad económica y mayor aumento del robo estatal al ciudadano medio, sino con restricciones de libertad. Obama era el hombre que iba a cerrar Guantánamo, acabar con la guerra de Irak y traer seguridad al mundo. Desde que está como presidente, los soldados en Irak han aumentado. Ha entrado en una cruzada contra Afganistán y Guantánamo sigue como hace un año. Es más, cada día, en Estados Unidos entran en las listas del FBI 1.600 potenciales terroristas. ¿Se lo cree? No son más que ciudadanos normales. En Estados Unidos la represión contra la ciudadanía aumenta legislación tras legislación con mermas de libertad, secuestros estatales y vigilancia contra las formas de pensar gracias la Patriot Act. En España vamos por el mismo camino. El Gobierno nos espía con SITEL. Controla las llamadas y nuestro ordenador. Al proceso de vigilancia y represión se ha sumado la UE, que ahora dice que podrá cortar el acceso a internet sin orden judicial. ¡Todo por nuestro bien!
La Revolución Francesa y americana tal vez fueron el ejemplo más maravilloso de la gente, la burguesía o lo que ahora sería clase media y pobre, contra el establishment, contra los rentistas estatales o del sistema. Hubo otras, como la holandesa o irlandesa. Todas surgieron de lo mismo: el intento de reforzar un sistema en crisis para satisfacer a las élites que vivían de él, siempre a costa del resto de la gente.
¿No se está repitiendo la historia? La crisis ha afianzado los lobbies, a personajes que sólo viven de subvenciones, de nuestros bolsillos sin nuestro consentimiento. Tampoco es cuestión de ir a cortar cabezas, pero tal vez sí que sería hora de decir basta y unilateralmente tomarnos todas aquellas libertades económicas y sociales que los poderosos nos han robado, aunque eso signifique entrar en la ilegalidad. Algo que por otra parte no es difícil, ya que cada vez más cosas están prohibidas.