¿Acaso creemos que nosotros vamos a salir indemnes de los tijeretazos futuros?
Francia es el Estado más gigantesco de la Unión Europea y, por extensión, de todo el planeta: el gasto público en 2019 ascenderá al 55,6% del PIB y los ingresos públicos, al 52,4% del PIB. De todos esos desembolsos, alrededor del 15% del PIB (esto es, cerca del 27% de todo el gasto público) se destina al pago de pensiones y, a diferencia de lo que sucede en otros países europeos, no se espera que semejante porcentaje vaya a dispararse a lo largo de las próximas décadas, a pesar de que tampoco se anticipa un deterioro importante de la generosidad de las condiciones de jubilación futuras: en particular, y pese a que la tasa de sustitución solo descenderá en 3,2 puntos a lo largo de los años venideros, el gasto público en pensiones alcanzará un máximo del 15,4% del PIB en 2030 para luego caer por debajo del 14% a partir de 2050.
Comparemos las finanzas de la Seguridad Social francesa con las de la española. En nuestro país, el gasto público en pensiones se ubica alrededor del 12% del PIB y, a pesar de los muy considerables recortes que se anticipan (la tasa de sustitución caerá más de 17 puntos con respecto a sus niveles actuales), la expectativa es que estos desembolsos lleguen a suponer el 14,4% del PIB en el año 2045: es decir, mientras que en Francia solo aumentará cuatro décimas respecto a sus niveles actuales, en España lo hará más de dos puntos de PIB. Claramente, pues, el sistema de pensiones francés está programado para ser mucho más financieramente estable que el español. Y ello por tres motivos.
Primero, la evolución demográfica de Francia va a ser sustancialmente menos negativa que la española: a día de hoy, nuestro país vecino cuenta con 37,3 pensionistas por cada 100 personas en edad de trabajar y, dentro de tres décadas, ese número ascenderá a 54,4; en cambio, España dispone hoy de 32,8 pensionistas por cada 100 personas en edad de trabajar, y en el año 2050, serán 78,4. Es decir, que en Francia el porcentaje de dependientes de más de 65 años se incrementará en 17,1 puntos (sobre la población en edad de trabajar) frente a los 45,6 puntos en el caso de España.
Segundo, Francia ya dispone hoy de un sistema de pensiones ‘menos’ generoso que el español: la tasa de sustitución es allí del 60,2% (es decir, el jubilado medio percibe el equivalente al 60,2% de su salario promedio durante su etapa laboral activa), mientras que en España es del 72,3%. Tales diferencias, además, se mantienen aproximadamente una vez consideramos la divergente fiscalidad que recae sobre trabajadores y pensionistas: mientras que la tasa de reemplazo ‘neta’ en Francia es del 73,6%, en España totaliza el 83,4%.
Y tercero, para financiar su gasto en pensiones, Francia dispone de un enorme arsenal impositivo: aun cuando sus contribuciones sociales son similares a las nuestras (27,5% del salario frente al 28,3% de España), allí han complementado los ingresos dirigidos al sistema de jubilación con la llamada ‘contribución social generalizada‘, la cual supone sustraer un 9,2% adicional de la nómina de todos los trabajadores, un 6,6% de los ingresos de casi todos los pensionistas y un 6,2% de las prestaciones por desempleo.
En conjunto, pues, en Francia se cobran pensiones relativamente menores que en España que son sufragadas con impuestos mucho más altos. Además, en los próximos 30 años, el país disfrutará de una base de población joven sustancialmente más amplia que la nuestra: es decir, disfrutarán de muchos más cotizantes y de muchos menos pensionistas. Y, pese a todo lo anterior, Macron está tratando de impulsar una reforma del sistema de jubilación francés para asegurar su viabilidad a largo plazo: en concreto, pretende recortar las elevadas pensiones de los regímenes especiales (unificándolos a la baja con el régimen común) y elevar el periodo de cálculo de la pensión desde los 25 años de cotización más favorables a toda la vida laboral.
Si en nuestro país vecino, con una situación financiera mucho más saneada y sostenible que la nuestra, se ven empujados a recortar adicionalmente las pensiones, ¿acaso creemos que nosotros vamos a salir indemnes de los tijeretazos futuros? Lo que nos espera son pensiones más bajas e impuestos más altos: y más vale que nos vayamos preparando durante los escasos años que nos restan hasta que tales recortes se hagan realidad.