Se trata de violar derechos, se trata de recortar, en efecto, pero sólo de «una ínfima minoría» de gente detestable, incluso, qué asco, extranjeros.
En una pasada Feria del Libro me sorprendió ver una pancarta con estas dos consignas: «Recortes cero» y «Redistribución de la riqueza». Nadie pareció percibir que estas consignas son mutuamente incompatibles: si la una es cierta, la otra no puede serlo, y al revés.
Averigüé después que se trata de una organización de izquierdas animada por periodistas, sindicalistas, artistas y, en general, activistas, que es como suele llamarse a los progresistas, que es como suele llamarse a los refractarios a la libertad.
Sospeché, por tanto, que lo que querían en realidad era redistribuir la riqueza y que efectivamente hubiese muchos recortes. Y así era. Veamos ahora, dada la falsedad del lema general de «Recortes cero», en qué clase de recortes están pensando estos imaginarios amigos del pueblo.
Tal como suele suceder en los discursos antiliberales de izquierdas, y de derechas, se supone que recortar derechos está mal, salvo que se trate de atacar a indeseables. En sus propias palabras:
Ha llegado el momento de que quienes se apropian y disfrutan de la mayor parte de la riqueza –una ínfima minoría de banqueros, monopolistas, grandes fortunas y capital extranjero– tengan que devolver parte de ella a la economía nacional y al servicio de los ciudadanos.
Ya hemos dibujado los contornos del mensaje principal: se trata de violar derechos, se trata de recortar, en efecto, pero sólo de «una ínfima minoría» de gente detestable, incluso, qué asco, extranjeros.
Nótese que, desde siempre, el socialismo se ha vestido con este disfraz. De hecho, desde el propio Karl Marx, que pronosticó el paraíso comunista si tan sólo se expropiaba a «un puñado de usurpadores». Y siempre ha sido mentira. Siempre. En este caso también.
Las propuestas concretas de los señores de «Recortes cero» agrupan los dislates habituales en la izquierda, desde «una Gran Banca Pública para reindustrializar el país y crear empleo», como si no les hubiera bastado la experiencia de las cajas de ahorro, hasta el impago de la deuda pública, que aparentemente se podría hacer en un pispás y sin consecuencias negativas de ninguna clase. Dicen, seriamente:
Suspendiendo el pago de los intereses, el Estado podría disponer de 112.800 millones de euros en la legislatura, para redistribuirlos de otra manera.
Hay más desatinos, pero me concentraré hoy sólo en su reclamación básica: aseguran que no hay que hacer ningún recorte en el gasto público «social», que podría incluso aumentar, y que para conseguir el cielo sólo pretenden convertir en un infierno la vida de «una ínfima minoría». Veamos cómo demuestran que esto es posible.
Plantean una «Reforma Fiscal progresiva. Que paguen más quienes más tienen y más ganan». Esto ya es otra cosa. Esto significa, de entrada, aumentar la progresividad que ya existe, y además extenderla, porque si se trata de que paguen más «quienes más tienen», esto significa volver a poner el Impuesto de Patrimonio en toda España. En este último punto, hay que recordar que España es un país de personas mayores, y de propietarios. Por lo tanto, si no hay más aclaraciones, y no las hay, resulta que «Recortes cero» pretende recortar los bienes de un número de ciudadanos indeterminado, pero que en ningún caso cabría calificar de «ínfima minoría».
Juegan al populismo, alegando que quieren bonificar y tratar bien a «pymes y autónomos», y sólo perseguir a «un pequeño grupo de 3.000 grandes empresas».
Esto es muy interesante: un grupo pequeño de… ¡3.000 empresas! Se dirá lo que se quiera, pero eso no puede ser «una ínfima minoría» de opulentos malhechores. Y estos camaradas de «Recortes cero» los quieren machacar. Como siempre que nos pintan edenes e infiernos, no son capaces de perder un minuto en considerar las consecuencias de sus incursiones punitivas sobre los bienes de los ciudadanos. Creen que se puede perseguir a miles de empresas y que eso, por ejemplo, no tendrá efectos perjudiciales sobre los trabajadores. En fin, sigamos.
Quedan los millones de trabajadores que cobran salarios y otras rentas. Aquí van los regalos de estos progresistas:
Una escala impositiva en el IRPF del 0 al 75%. Con el 0% de impuestos para las rentas más modestas, aumentando progresivamente hasta llegar al 75% a las grandes fortunas y altos ejecutivos con rentas anuales superiores a 500.000 euros.
Y se quedan tan anchos, como si hubieran tomado todo en consideración. En realidad, esta propuesta no aclara nada sobre cómo cambiaría la situación actual, aunque, dada la idea de estos redistribuidores de aumentar el gasto público, todo sugiere que aumentaría la presión fiscal y la progresividad.
Dirá usted: no sabemos, porque igual quieren recortar sólo a los ricos, beneficiando a «las rentas más modestas». Pero no está claro quiénes son sus perceptores. Lo que sí está claro es sobre quién quieren descargar el grueso de la progresividad recortadora: obviamente, sobre los que ganan menos de 500.000 euros. Los que ganan más, los realmente millonarios, serían obsequiados por estos grandes progresistas con una fiscalidad proporcional.