Cuando inventen el Nobel de Creatividad se lo van a dar a algunos políticos españoles, no me cabe la menor duda. En Madrid, por ejemplo, tenemos a auténticos lumbreras ordenando nuestras vidas. Bendita sea la democracia representativa. Hace un par de años tuvieron la brillante idea de poner multas de hasta 750 euros a quienes hurgaran la basura. No tengo muy claro si la estrategia pretendía ser disuasoria o recaudatoria pero dudo que en cualquiera de los dos casos tuviera mucho éxito. Cuando uno se ve en la necesidad de hurgar en la basura es muy poco probable que disponga de esa cantidad de dinero para hacer frente a la multa. Probablemente le importe muy poco que le multen. También hay quien no hurga por necesidad sino por afición. Conozco a muchas personas que han restaurado y reutilizado muebles y objetos de lo más variado que otras personas habían decidido desechar.
La última ocurrencia de que tengo noticia se ha conocido esta misma semana y se prevé que entre en vigor el próximo mes de octubre. (Por favor, no siga leyendo si está usted en la oficina o en una biblioteca, pues es muy probable que lo que viene a continuación le arranque una carcajada). Leo en La Vanguardia: “El Ayuntamiento de Madrid convocará el próximo mes de octubre las “pruebas de idoneidad” que deberán superar los músicos para tocar en las calles y plazas del distrito Centro (…) A falta de cerrar el texto, la prueba de idoneidad, que incluirá una audición y la presentación de un currículum, pretende fundamentalmente conocer qué tipo de espectáculo desarrolla el aspirante a la autorización. (…) La Junta quiere comprobar que se trata de una actividad musical "real" y no de una forma cualquiera de obtener unas monedas.”
Esta gente no sabe que uno difícilmente sobrevive tocando en la calle si no tiene un mínimo talento. Y aunque no lo tuvieran, si hay gente dispuesta a darles dinero, están en su derecho de hacerlo, que para eso es suyo (al menos el 40% que les queda después de pasar por la caja estatal). Incluso si quieren darle dinero a alguien que no está tocando ningún instrumento, también pueden hacerlo. Se llama altruismo, caridad, compasión. Y egoísmo, claro, porque el altruista en el fondo lo que busca es sentirse bien consigo mismo y lo consigue cuando sabe que ha hecho algo por alguien.
No quiero ni pensar en quiénes serán esos “expertos” encargados de hacer las audiciones a los aspirantes a músico callejero. Recuerdo al editor que rechazó el manuscrito de “El Alquimista” de Paulo Coelho. “Fue un baño de humildad”, me dijo. Y espero que a estos les pase lo mismo, que sean capaces de reconocer que ellos no son nadie para juzgar a nadie, porque al músico callejero quien lo juzga es la calle, la gente que pasa por su lado y decide darles o no dinero, sonreírles o mirarles mal o ignorarles.
Muchas personas han sido parte activa y fundamental en el progreso de la humanidad precisamente porque se alejaron de las normas establecidas o porque experimentando en campos ajenos hicieron descubrimientos importantes. Con ordenanzas como éstas no habríamos llegado muy lejos.
John Caldwell Holt decía que quien posee un certificado de capacitación pedagógica no está capacitado para enseñar. Probablemente tenía razón y probablemente su tesis se puede extrapolar a muchos otros ámbitos. No hay nada más peligroso que colgarse la etiqueta de “experto”, sobre todo si se la adjudica uno mismo.