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Deberes para 2017: pacto educativo o libertad educativa

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Imponer ejercicios a realizar en casa para suplir las carencias de un sistema no es más que aumentar esas carencias y perseverar en el error.

Hace unas semanas se dio luz verde a que los partidos políticos regularan los deberes, y poco tiempo antes se constituyó una subcomisión parlamentaria para negociar lo que podría ser un gran pacto educativo. El próximo año, por tanto, puede que una gran mayoría política pacte el diseño de la educación de casi 10 millones de alumnos. El problema es que el debate suscitado en torno a los deberes ha puesto de manifiesto por qué la política educativa fracasará una y otra vez, hasta que no se cambie de raíz, haya o no haya pacto.

Deberes

Entre los argumentos a favor de los partidarios de los deberes está el de representar una segunda oportunidad para que el alumno aprenda lo que el maestro ha enseñado en clase. Hoy en día, esperarse a que se hagan los deberes para reforzar a determinados alumnos es una pérdida de tiempo cuando hay herramientas y enfoques, como la enseñanza al momento (just in time teaching) entre otros -hay otros métodos que no requieren recursos tecnológicos-, que permiten tener un conocimiento o un feedback de lo que le ocurre al alumno, casi al instante, y de manera individualizada. Además, pensar que el alumno resolverá el problema fuera de donde se supone tiene más apoyos para ello es algo, cuanto menos, paradójico.

Otras razones argüidas para imponer la realización de tareas fuera del aula son las de conseguir que los alumnos aprendan a planificar, buscar información por sí mismos, ganar autonomía, etc. A lo que cabría responder retóricamente si eso no se hace en la escuela.  ¿Los alumnos no pueden lograr esas habilidades durante el periodo lectivo? ¿Quizá sea porque la estructura de una clase y, en general, la rigidez del servicio educativo haga imposible fomentar estas destrezas y aptitudes? Pretender imponer ejercicios a realizar en casa para suplir las carencias de un sistema no es más que aumentar esas carencias y perseverar en el error.

Rechazar los deberes no es rechazar el realizar ejercicios para aumentar la comprensión de una materia. De hecho, uno de los aspectos más importantes en el aprendizaje es la experimentación. Relegar ese momento a que el alumno esté fuera del aula significa que en el aula no se está haciendo, o al menos lo necesario para el alumno, y se está centrando únicamente en el suministro de información por parte del profesor a la clase. A «la clase» se da información, y a «la clase» se pautan los deberes. No de manera personalizada, cuando el aprendizaje es, eminentemente, personal. ¿Cuál es la valoración que hace alumno (usuario del servicio educativo) y padres (clientes) de los deberes? Cada alumno puede necesitar, o no, realzar más o menos prácticas. ¿Por qué todos por igual y del mismo modo?

Además de la tabla rasa que el actual servicio educativo despersonalizado presta a millones de estudiantes, queda uno de los principales males de los deberes: la imposición. ¿Pero, cómo van a aprender si no hacen lo que se les manda? Aprender surge de uno mismo, no es una imposición. Y promover el aprendizaje a través de la obligación es evitar enseñar y promover que el propio alumno sea responsable de su educación y sea disciplinado. No hace falta pensar en el ordeno y mando de la educación de antaño para hablar de estos conceptos. La disciplina es la habilidad de perseguir nuestros objetivos sin coerción, y la responsabilidad es la toma de las acciones más apropiadas por propia iniciativa, sin ser incitados por otros. ¿Cómo van a enseñarse estas habilidades practicando todo lo contario? En general, si lo único que queremos es que los alumnos sepan realizar determinados ejercicios vía obligación, se incentiva a que aprendan (o hagan) sólo si se les obliga.

Perspectiva pedagógica

En realidad, los deberes no es más que un ejemplo de todo el sistema pedagógico que se ofrece hoy en día. No sólo la imposición, sino la concepción de que sólo se aprende en el aula. Antaño, quizá tuvieran mayor razón de ser la educación tradicional, la escuela como única fuente de información, y dentro de ella, el maestro como principal proveedor. Hoy en día se puede aprender continuamente, y ni mucho menos únicamente en la escuela. El único aprendizaje no es lo que emana de ella. El cambio que debería producirse en la educación puede anticiparse, indirectamente, por el cambio que están experimentando otros sectores. Por ejemplo, el marketing, en donde está proliferando la ingente creación de infoproductos, contenidos intelectuales o artísticos con valor y muchos de ellos gratuitos, que atienden a las inteligencias múltiples y son ofrecidos en distintos formatos (blogs, podcast, vídeos,  combinaciones de los anteriores, etc.), precisamente porque tratan de personalizar sus servicios e innovar utilizando Internet.

Por tanto, la fusión entre la realidad cambiante, que proporciona múltiples y crecientes posibilidades, y la educación, ofrece nuevas metodologías educativas, como por ejemplo el flipped clasroom o flipped learning (el aprendizaje invertido o a la inversa) donde se cambia el orden de la enseñanza con recursos tecnológicos, manteniendo los procedimientos inductivos y deductivos. Los alumnos, por simplificar, pueden recibir la clase tradicional de manera individualizada (con vídeos u otras herramientas) a su ritmo, y la clase o escuela deviene el lugar donde practicar (realizar, debatir, experimentar, etc.). 

Con este tipo de perspectivas y recursos pueden minorarse los aspectos negativos de la educación de siglos pasados (la imposición de materias, de tareas, de procedimientos, de ritmos, los deberes y, en definitiva, la despersonalización), con muy buenos resultados. De este modo, la educación no sólo se centra en la enseñanza sino en el aprendizaje y el alumno.

Obviamente, esto puede tener importantes repercusiones: puede no ser necesario incrementar el número de profesores (o no tantos) para conseguir esa personalización, los horarios escolares podrían no ser tan largos o no tan importantes, tampoco las infraestructuras ni las escuelas masificadas…, etc. Algo parecido, como no podía ser de otro modo, a lo que ya ocurre en la vida adulta con otros tantos servicios, cuya prestación se realiza cada vez más a través de Internet y de múltiples maneras.

Pacto político educativo o libertad educativa

En realidad, están surgiendo de manera descentralizada muchas otras metodologías y pedagogías. Mi opinión y la metodología mencionado son tan sólo un ejemplo. Las soluciones de la inteligencia colectiva, de la cooperación voluntaria entre suministradores del servicio y receptores, son variadas. Y su surgimiento no puede venir de un pacto entre un número reducido de personas que las implemente de arriba a abajo. De hecho, el otro argumento contra el contenido de este artículo, la imposibilidad de aplicarlo, tiene que ver no de las ideas en cuestión sino de quién debería aplicarlas.

Mejorar la educación de hoy en día es algo imposible, titánico o lentísimo como mínimo. Aplicar estas ideas es más rápido y flexible cuando la creación de escuelas, institutos, etc. es libre y se establece una relación entre suministrador y adquiriente del servicio educativo. Será entonces cuando los padres y pedagogos que quieran utilizar los deberes como una herramienta educativa prueben a medio plazo si es positivo este sistema, y de ese modo los maestros podrán decir a las familias cómo han de vivir en sus casas, porque habrá habido una aceptación previa de esa metodología. De lo contrario, ¿quién es nadie para decir cómo he de vivir en mi casa y educar a mis hijos? ¿Por qué someter a nuestros hijos a jornadas escolares de 10 horas bajo sistemas del siglo XIX?

Conclusión

Más que un pacto entre políticos sobre la política educativa, es necesario diseñar un sistema flexible y adaptativo, es decir, descentralizado y libre. Una consecuencia de la libertad educativa es una educación más personalizada y más accesible a todos. 

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