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Delors, orgulloso de promover el robo y miseria

Publicado en Libertad Digital

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Para Delors y amigos una reducción de los impuestos significa una destrucción del bienestar de los franceses. Para el ex presidente de la Comisión, el hombre medio, las empresas, las amas de casa, los inmigrantes, los autónomos o cualquiera que respire –a excepción de él mismo– es demasiado estúpido como para manejar sus finanzas personales. Como consecuencia, la producción privada ha de ser incautada por el Estado mediante la amenaza de la fuerza para gestionar la vida este paleto francés medio. Típica mentalidad del socialista medio: falso paternalismo y uso de la fuerza, canalizada en este caso a través de la confiscación de las rentas individuales.

Imagínese que el Estado le incauta el 100% de todas sus entradas dinerarias. ¿Qué motivación van a tener las empresas o usted mismo en producir algo? Ninguna. Sólo una minoría trabaja por amor al arte; la "gente normal" trabaja para ganar dinero y vivir mejor, comprarse un coche más seguro y rápido, una casa más grande, tener mejores vacaciones o pagar una buena educación privada para sus hijos. ¿Y si la gente no tiene incentivo para trabajar ni producir, quién toma el mando de la economía? El Estado. Las consecuencias de semejante modelo económico ya lo vimos con la URSS: miseria, corrupción, carestías y un modelo de mercado subdesarrollo. Francia aún no ha llegado a este grado de "bienestar socialista", pero va por buen camino. Según la OCDE, la presión fiscal en Francia ronda el 45% del PIB. Un francés medio trabaja más de cinco meses al año para el Estado. Evidentemente, la mayor parte de este dinero incautado al ciudadano no lo podrá recuperar a lo largo de su vida. Los amigos de Delors lo usan para subvencionar el cine, enviar dinero y soldados a cualquier país, mantener lobbies o una élite burocrática que no sirve de nada, etcétera.

¿Qué consecuencias produce este tipo de política? Un desempleo juvenil del 23% o 360 nuevos exiliados fiscales cada año, por ejemplo. Su lugar de destino, cualquiera: Bélgica, Gran Bretaña, Italia y especialmente, como se puede uno imaginar, Suiza. El Ministerio de Economía francés, con estos datos, ha calculado que se han perdido como poco 10.000 millones de euros entre 1997 y 2002.

Los impuestos reducen la producción, encarecen los costes, hacen las empresas menos competitivas, aumentan el desempleo, generan mayor economía sumergida y lo peor de todo, nos arrebatan el dinero que hemos ganado con nuestro esfuerzo sin que nosotros lo queramos ni pidamos. No sólo eso, si decidimos no ceder a la extorsión el bondadoso Estado, éste nos enviará amenazas por carta diciéndonos que paguemos, asaltará nuestras cuentas y, si allí no encuentra lo que busca, enviará a la Policía a nuestra casa. Y no vendrán a felicitarnos las pascuas. Menudo modelo social el de Delors.

Lo que no es bueno para el individuo tampoco lo es para la sociedad, porque ésta es la suma de individuos. Ni más, ni menos. El bienestar o la felicidad no son variables cuantificables ni exactas que puedan ser sumadas ni restadas, son únicamente estados personales e intransferibles. La propuesta de Delors y sus camaradas no es más que la misma receta socialista de siempre, cuyas consecuencias no suponen para Francia ningún milagro salvador. Al contrario, los altos impuestos son una parte importante de sus problemas.

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