Como a mi compañero Eduardo Pedreño, me ha dado por pensar sobre el software libre a partir de dos noticias bien distintas. Una es el encuentro digital de Richard Stallman, el genial creador de ese invento, y la segunda la convención en la que MySQL AB celebró los 10 años de vida de su gestor de base de datos, una aplicación excelente que, entre otras cosas, alberga todo el contenido de Libertad Digital.
La primera me mostró a un iluminado que desea ser recordado, nada más y nada menos, que como "el libertador del ciberespacio". Ante un padre deseoso de que sus hijos empleen Linux y no Windows, y cuyo problema es que el juego "The Sims" sólo funciona en el último, sólo es capaz de responderle que este último es software propietario y debería borrarlo inmediatamente para así educar a sus hijos correctamente. Sus mayores afanes parecen centrarse en fantasías paranoicas en las que Bush robó las elecciones de 2000 y 2004 y Microsoft sigue siendo empleado por millones de usuarios debido a que compra a gobiernos e instituciones.
El segundo es el caso de un éxito difícil de prever. MySQL nació como un gestor de bases de datos pequeño y libre, con pocas prestaciones pero rapidísimo y fácil de instalar. En esa misma época, el auge de Internet llevaba a un número creciente de sitios web de tamaño medio o pequeño a necesitar aplicaciones sencillas, rápidas y baratas que albergaran sus contenidos. Actualmente, un gran número de sitios web, incluyendo éste, funcionan bajo lo que se ha llamado plataforma LAMP (Linux como sistema operativo, Apache como servidor de páginas web, MySQL como gestor de bases de datos y PHP o Perl como lenguaje de programación). La empresa MySQL AB, con 175 empleados, ofrece su gestor gratuitamente pero cobra por servicios relacionados con él, como soporte o certificaciones educativas, y muestra con orgullo el uso que Google, Associated Press, Yahoo o la NASA hacen de su producto estrella. Otro gestor libre, como es PostgreSQL, nunca ha alcanzado un éxito similar, pese a ser más potente, quizá porque no se ajustaba a las necesidades de ese sector pujante que es la web.
En estas noticias se puede observar dos visiones distintas del software libre. La primera es la de un ungido que se cree en posesión de la verdad absoluta, y para quien los que no estén de acuerdo con él han de ser necesariamente malvados o ignorantes. Alguien que sería feliz si sus ideas acerca de lo que es bueno a la hora de desarrollar aplicaciones fueran impuestas por ley a los demás. Que considera que el software propietario impide la cooperación social, como si el mercado no haya sido desde siempre la manera que tienen millones de personas de cooperar entre sí sin conocerse. Que piensa que los usuarios no son libres si eligen instalar Windows u Office en sus ordenadores.
La segunda es la de quien emplea el software libre como algo bueno y útil pero sometido también a una serie de incentivos propios que pueden poner en dificultades su modelo de desarrollo. Por ejemplo, que al escribir programadores e ingenieros del software en su tiempo libre aplicaciones para que les funcionen a ellos mismos, no cuiden tanto como las aplicaciones propietarias la facilidad de uso para el usuario normal. Un problema que se ha visto aliviado por la entrada de empresas como MySQL AB en el desarrollo del software libre, creando modelos de negocio que funcionen y que les permitan vivir del mismo. Pero que no lo consideran una cruzada moral, qué se le va a hacer.
Y es que el mercado –es decir, la gente– acabará decidiendo si uno es mejor que otro y prevalecerá o, como parece más probable, los dos coexistirán en el tiempo. Porque el software es una herramienta que permite realizar un trabajo, no es un fin en sí mismo. Las personas no encienden sus ordenadores para sentirse libres. Lo hacen para leer, escribir, ver películas, escuchar música, hacer cálculos, dibujar diagramas, comunicarse entre sí, etcétera. Y el software libre triunfará en tanto sea una herramienta mejor que el propietario para realizar esas tareas. Esa es la visión de otros gurús del movimiento, como Eric S. Raymond o Linus Torvalds. Y la mía.