Pilar Bardem ha dicho que el canon a los CD (y DVD) “reinvierte en la propia profesión, ya que se destina a ayudar a otros actores, a la vez que permite fomentar la cultura por todo el mundo”, y lo que aún es peor y más vil: “el canon resulta beneficioso para los ciudadanos”.
Lo que deduce la señora Barden de su paranormal concepción económica es que las tasas, cánones y demás son buenas porque ayudan al sector. Esto no es nuevo, pero sí una falacia en términos globales. De hecho, esta tesis ya la usaban los “intelectuales” del S. XVI cuando defendían el Mercantilismo (vieja doctrina basada en la supremacía del estado y barbarie proteccionista que duró hasta el S. XVIII) y que ahora la Sra. Bardem quiere reimplantar.
Los liberales rápidamente se mofaron de esa ilusa forma de concebir la economía con una historia. Imagínese que en un bar entra un borracho y, a punta de pistola, le dice al camarero que le dé todo su dinero para gastárselo en alcohol. El camarero, atónito, se opone a la amenaza y el borracho le dice: ¿pero por qué no quieres dármelo? Lo hago por tu bien y por el de tu sector. Mira, parte del dinero que me des me lo gastará en tu bar, y el resto, me lo gastaré en los otros bares y así mantendré vivo el sector de los bares. ¡Te robo por tu bien!
El sistema de la señora Bardem es muy parecido. Y es que ella no puede esclavizarnos, pero el estado sí; por eso le insta a que cree leyes. Ella no intenta ganar nuestro plebiscito como consumidores por medio de su innovación artística, calidad o competitividad, sino que ha visto más fácil recurrir a sus amigos burócratas para que apliquen leyes contra nuestra libertad y dinero y contra la de los empresarios que venden CDs (lo que puede significar puestos de trabajo para ellos).
Y es que un impuesto es un robo. No los pagamos porque queramos, sino por la amenaza de los políticos y el estado. El impuesto puede beneficiar a unos para que vivan mejor, como los actores, pero lo pagarán los que trabajan duro para satisfacernos como fabricantes, vendedores, comerciantes… de productos de reproducción así como los que dependen de ellos. Cualquier impuesto crea pérdidas totales netas.
Señora Bardem, el canon sólo hace que algunos sectores organizados (como su agrupación, AISGE) vivan a expensas de los que no lo están, es decir, a expensas del consumidor y pagador de impuestos. Cuando alguien vive a expensas de otro, a parte de ser un parásito, lo que provoca es que la calidad del producto subvencionado, en última instancia, sea deficiente. Si subvencionamos el cine, ya sea directa o indirectamente, lo que conseguiremos es que una legión de vividores se apunten al carro para hacer cualquier tipo de película y cobrar la subvención. Por eso muchas películas españolas ni siquiera llegan a estrenarse, y cuando más subvencionado está “su sector” peor es su calidad.
Sólo la no–interferencia del estado puede asegurar una buena calidad en las artes. Eso no significa que usted no pueda crear organizaciones en su propio interés, como la AISGE, pero a lo que no tiene ningún derecho es a obligar al consumidor a pagar un sobreprecio por algo que no tiene la culpa y ni siquiera le importa.
Sin intromisiones gubernamentales no se preocupe por las películas o música española, seguirán existiendo; pero al menos, se echará del mercado a aquellos que no tengan el plebiscito del consumidor para dedicarse a cosas que la gente sí valora y necesita. ¿O acaso es esto a lo que usted tiene miedo defendiendo el canon?