Skip to content

El asalto

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Fue el que se produjo hace una semana, cuando se publicó una viñeta en la que una mujer pregunta "Pero, ¿cómo puede Israel violar con total impunidad todas las leyes humanas e internacionales". Y le responde, sin mirarla, el prototipo de un judí­o mal encarado: "Nuestro buen dinero nos cuesta". Podrí­a haber sido publicado en Der Stürmer. No habría llamado la atención, ni por su ingenio ni por sus ideas, en Der Angriff (El asalto), órgano del partido nazi. Tampoco ha llamado la atención, ni por su ingenio ni por sus ideas en el diario El Paí­s, que es donde salió publicado.

Esa viñeta pasó, al menos, el filtro del director de opinión y, probablemente, también el del director. Desde luego que pasó el filtro de los lectores de El Paí­s, que se la tragaron sin indigestión y, en la mayorí­a de los casos, con sordo regocijo. La viñeta de Romeu es una más, es la secreción de una forma de ver el mundo que incluye, como un elemento más, una visión estereotipada de los judí­os, propia de Los protocolos de los sabios de Sión, y a los que se le atribuye una condición humana reducida o inexistente (violan "todas las leyes humanas"). La viñeta no es más que una pieza que encaja perfectamente, sin desentonar, en un puzzle ideológico de izquierdas. Es como la aparición de Willy Toledo en una gala de los Goya con la imagen de Ho Chi Minh en su camiseta. Responsable de la muerte por pura represión de millones de compatriotas. Allí­ nadie se escandalizó. Todo el mundo sonreí­a. Otra pieza para el puzzle.

Es inútil razonar con una persona que produce o consume esa miseria. ¿Que Israel es una democracia atacada permanentemente por grupos y Estados terroristas? ¿Y qué? ¿Cuántos de los que ahora y hace 75 años disfrutarí­an con esa viñeta tienen a la democracia en tan alta estima? Hay una parte de la izquierda que deberí­a aprovechar ocasiones como ésta para hacer una reflexión sobre por qué una persona que se considera a sí­ misma civilizada puede llegar a un extremo así­ de mano de sus ideas.

Más artículos