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El cambio de modelo productivo que no llega

Publicado en Voz Pópuli

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Este jueves el INE hizo públicas las cifras desagregadas del crecimiento del PIB de la economía española durante el segundo trimestre del año 2014. La mayoría de medios han destacado el crecimiento intertrimestral e interanual de la economía -0,6% y 1,2%, respectivamente-, pero mucho más relevante es estudiar la evolución desagregada de sus componentes.

El perfil de la oferta

Comencemos por lo básico: el PIB es el valor de mercado de la producción interna de un país a lo largo de un año o de un trimestre. En el segundo trimestre de 2008 (antes del colapso definitivo de la burbuja), el valor de todo lo que se producía internamente en la economía española era de 273.561 millones de euros; en el segundo trimestre de 2014, es de 257.476 euros: es decir, en seis años hemos acumulado una caída del 5,9% del PIB.

Ahora bien, tal como decíamos, más importante que visualizar lacaída agregada del PIB resulta indagar por la variación sectorial. Al cabo, en 2008 España exhibía un “modelo productivo” absolutamente distorsionado que nos abocaba de un modo inexorable hacia la crisis; la superación de la misma ha de basarse, por necesidad, en un cambio de nuestra especialización sectorial y esa especialización sectorial queda reflejada en el PIB.

En este sentido, la reducción del PIB de 16.085 millones de euros trimestrales se descompone del siguiente modo: la producción de la agricultura, la industria, la construcción, las actividades de información y comunicación, las actividades financieras y las actividades profesionales ha caído en 25.234 millones de euros desde 2008. ¿En qué nos hemos especializado para reemplazar esa pérdida de producción con valor equivalente a 25.234 millones de euros? La producción del comercio, transporte y hostelería, de las actividades inmobiliarias, de la Administración Pública y de otros servicios, así como los impuestos indirectos netos, aumenta en 9.149 millones.

 

Sin embargo, la revalorización registrada por algunos sectores es más que dudosa: las actividades inmobiliarias son en su mayoría rentas imputadas a los propietarios de viviendas, el valor de la producción de la Administración Pública se valora por su coste (es decir, aunque su utilidad sea nula, si el Estado gasta más, el PIB aumenta) y los impuestos netos son una mordida sobre la producción privada. De ahí que la producción de aquella parte del sector privado que crece de manera sana sólo aumenta en realidad en 3.873 millones de euros frente al desplome del resto de la economía privada de 25.234 millones.

El modelo productivo de España, pues, está lejos de haber cambiado. Sólo el turismo (encuadrado en la rúbrica de “comercio, transporte y hostelería”) está compensando realmente el desplome de la actividad acaecido desde 2008: todo lo demás está o estancado o en retroceso.

Es verdad que poco a poco parece que la economía empieza a reajustarse, pero el ritmo es exasperantemente lento: desde el segundo trimestre de 2013, el valor de la producción de la industria ha aumentado en 487 millones de euros, el del comercio, transporte y hostelería en 1.861 millones, el de las actividades profesionales en 382 millones y el de los otros servicios en 193 millones (pero, por el contrario, la agricultura se ha reducido en 477 millones, la construcción en 673 millones, las actividades financieras en 105 millones y los servicios y las comunicaciones en 542 millones).

En principio, parecería que nos estamos empezando a especializar en turismo y ocio, en industria y en servicios profesionales, pero mucho cuidado: industria y servicios profesionales ni siquiera han recuperado los niveles de actividad de 2011, por lo que bien podríamos encontrarnos ante un mero rebote por relanzamiento de la capacidad ociosa existente. Y, en cualquier caso, lo que sí queda lejísimos es que industria y servicios profesionales reemplacen los casi 21.000 millones de euros trimestrales que se ha destruido desde 2008 en construcción y finanzas: al ritmo de expansión del último año, tardaríamos casi un cuarto de siglo en lograr que industria y servicios profesionales completaran este cambio de modelo productivo.

Inversión estancada

Sucede que, para completar el cambio de modelo productivo, España necesita ingentes dosis de inversión. Todo el capital que fue dilapidado en el ladrillo apenas puede reutilizarse en la nueva economía hacia la que debemos dirigirnos, lo que significa que necesitamos bienes de capital completamente nuevos. Para lograrlos existen dos opciones: o producirlos dentro de España o comprarlos fuera de España.

La primera de estas opciones -la producción interna- la tenemos indudablemente abierta: podemos dedicar nuestros factores productivos internos a fabricar nuevos bienes de capital que reemplacen a los inservibles creados durante la burbuja. El problema es que si usamos la producción como inversión no la estamos usando como consumo. Los españoles, por tanto, necesitarían renunciar a consumir una mayor parte de la nueva producción para así poder destinarla a la inversión: es decir, deberían ahorrar más (renunciar a consumir parte de la producción). Sin embargo, no parece que esto esté sucediendo: desde 2010, la inversión en activos distintos de la construcción se ha mantenido estancada entre el 7%-8% del PIB y, una vez superada transitoriamente la quiebra de 2012, ni siquiera muestra robustas tendencias a seguir expandiéndose en términos nominales.

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