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El canario en la mina de carbón

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Lástima que probablemente no haya habido en el s. XX debate económico más encrespado que el de las causas de la crisis en el capitalismo.

Los economistas clásicos lo atribuían, no sin cierta razón, a la especulación desenfrenada en mercancías gracias a un crédito bancario excesivamente laxo. Los socialistas en general lo vinculaban a la anarquía productiva del capitalismo. Y los keynesianos pensaron que se debía a una intrínseca inestabilidad de los mercados financieros que terminaba provocando una crisis de demanda.

Ninguna de estas explicaciones, sin embargo, nos proporciona una auténtica y completa teoría del ciclo económico. ¿Lo sabe Obama? Lo dudo mucho. Entre otras cosas, porque estas demagógicas declaraciones se producen apenas unas semanas después de que el presidente estadounidense propusiera renovar a Ben Bernanke al frente de la Reserva Federal. Dicho de otra manera, Obama coloca al zorro al frente del gallinero y luego pretende terminar con la carnicería: adecuada postal de cuáles son sus conocimientos sobre economía y los ciclos económicos (no muy alejados a los de Zapatero, probablemente).

Los ciclos económicos, tal y como explica extensamente la Escuela Austriaca, son una consecuencia de una expansión desproporcionada del crédito bancario por encima del ahorro real de la sociedad. La inversión proviene del ahorro y el ahorro de la restricción del consumo; los bancos, sin embargo, permiten que se invierta sin que se deje de consumir, lo que eventualmente termina provocando el colapso de la pirámide de deuda que se ha construido.

¿Y cómo logran esto los bancos? Básicamente porque se endeudan a corto plazo (depósitos a la vista) e invierten a largo (hipotecas, préstamos empresariales, bonos…). Los depósitos a la vista (y la deuda a corto plazo en general) generan la ficción entre las familias de que tienen disponible su dinero y de que pueden seguir consumiendo antes de que maduren las inversiones que han realizado los bancos con su dinero. Con lo cual, durante un tiempo se invierte mucho más sin que se esté consumiendo mucho menos. Resultado: llega un momento en el que las inversiones no generan la renta suficiente como para amortizar toda la deuda viva y comienzan las liquidaciones y las reestructuraciones de las (malas) inversiones.

El problema que tienen los bancos es que si tienen mucha deuda a corto y muchas inversiones a largo, más pronto que tarde terminarían quebrando. Y aquí es donde entran los bancos centrales: gracias a su capacidad para crear medios de pago de curso forzoso –esto es, inflación– pueden proporcionar "liquidez" a los bancos privados que es´ten muy endeudados a corto plazo y así retrasar su quiebra. El resultado es el esperado: los bancos siguen endeudándose todavía más a corto plazo e invirtiendo a largo, distorsionando toda la economía.

Lo cierto es que las nocivas consecuencias de los bancos centrales pueden minorarse si al frente de la institución se sitúa una persona más o menos sensata y que conozca mínimamente los entresijos del negocio bancario, como Paul Volcker. Sin embargo, cuando ponemos al frente a un destemplado como Bernanke o a un Greenspan en sus años gañanes, las consecuencias pueden ser nefastas, como acabamos de comprobar: los bancos obtendrán tanta liquidez y tan barata como la necesiten para seguir inflando y distorsionando la economía.

¿Quiere terminar Obama con las burbujas? Pues que liberalice la banca y que no nos venga con la milonga de que el libre mercado genera ciclos económicos. Claro que dudo mucho de que lo haga; más bien parece que quiere llevar las burbujas a su redil. Ya sabe, cambiar para que todo siga igual.

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