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El demoledor informe de la London School of Economics sobre el auge madrileño y el declive catalán

Publicado en Libertad Digital

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El contraste entre Madrid y Cataluña está a la orden del día. Desde que la región gobernada por Isabel Díaz Ayuso logró el «sorpasso» y superó los niveles de producción observados en la autonomía gestionada por Pere Aragonés, cada vez se habla más del auge madrileño y del declive catalán.

La pasada semana, sin ir más lejos, el empresario y futbolista del FC Barcelona, Gerard Piqué, reconoció «sentir envidia sana de Madrid, de todo lo que está haciendo, puesto que es un ejemplo para Europa y todo el mundo». Piqué fue más allá y declaró que le gustaría «que Barcelona estuviese a ese nivel». La alcaldesa de la Ciudad Condal, Ada Colau, se dio por aludida pero negó la mayor.

Los indicadores son claros. Madrid capta cada vez más empresas y personas, lidera también en los indicadores de crecimiento, empleo e inversión, ofrece mejores servicios sanitarios y educativos, y todo ello con muchos menos impuestos. Pero, además de las acertadas políticas económicas de corte liberal que han hecho posible ese desarrollo, ya se puede hablar también de una serie de factores socio-culturales que están influyendo favorablemente en todo este proceso.

Barcelona (arriba) y Madrid (abajo).

En este sentido, un artículo académico publicado por Andrés Rodríguez-Pose y Daniel Hardy explora los niveles de confianza interpersonal y colectiva existentes en ambos territorios. Tomando ese criterio como referencia, estos dos profesores de la London School of Economics plantean que el auge de Madrid y el declive de Cataluña tiene mucho que ver con la fractura social y la desconfianza que experimenta el segundo territorio, en marcado contraste con el satisfactorio modelo de cohesión que ha propiciado el sistema abierto y plural de la primera autonomía.

La confianza, factor clave

El estudio de ambos autores «analiza las trayectorias económicas divergentes de Barcelona y Madrid desde la transición de España a la democracia». Su propósito es estudiar «cómo es posible que Barcelona, la ciudad que hace cuatro décadas estaba mejor posicionada para emerger como el principal centro económico del país, haya perdido frente a Madrid».

De acuerdo con ambos autores, «las trayectorias divergentes de las dos capitales tienen menos que ver con el tirón de Madrid como capital de España, con el desarrollo de nuevas infraestructuras en una u otra región o con economías de aglomeración, y se explican más bien a partir de factores institucionales». Así, Andrés Rodríguez-Pose y Daniel Hardy detectan «una creciente fractura social en Cataluña, a lo largo de líneas económicas, sociales y de identidad, lo que ha llevado a una mayor ruptura de la confianza y al desarrollo de grupos fuertes que tienen una capacidad limitada para tender puentes entre sí».

Dicho de otro modo, la politización asociada al proceso independentista estaría contribuyendo a debilitar los niveles de confianza interpersonal y supone «la aparición de externalidades negativas que han limitado el potencial económico de crecimiento de Barcelona». En cambio, Madrid se ha erigido en la locomotora de la producción nacional precisamente porque presenta las condiciones opuestas y su sistema social se ve influenciado de forma mucho menos intensa y divisiva por parte de la política, que además está ajena a las diferencias de corte separatista o al discurso identitario propio del nacionalismo.

Los dos autores subrayan las diferencias entre las sociedades madrileña y catalana del siguiente modo:

– Madrid presenta niveles más altos de participación comunitaria en asociaciones, proyectos cívicos, etc. La identidad madrileña se ha revalorizado y demuestra que, en su esencia, es abierta y pluralista. Además, el foco político está claramente en la consolidación de un modelo liberal, volcado en el desarrollo, en la integración con Europa y la consolidación de Madrid como una gran capital global.

– Cataluña presenta una comunidad fragmentada. Sus grupos presentan costes de entrada/asimilación más altos. El modelo socioeconómico está marcado por la «captura de rentas» y la distribución sectaria de los bienes públicos. Las instituciones están capturadas por las élites políticas regionales y los lazos sociales se empiezan a desarrollar entre grupos cada vez más separados entre sí. Hay cada vez menos participación en asociaciones, proyectos cívicos, etc.

Resulta especialmente interesante comprobar los niveles divergentes de confianza interpersonal existentes en Madrid y Cataluña. Por ejemplo, el 31,5% de los madrileños cree que se puede confiar en la mayoría de las personas, frente al 13,8% que tiene esta opinión en Cataluña. De igual modo, la confianza de los madrileños en personas de otra nacionalidad es cuatro veces mayor que la de los catalanes.

Andrés Rodríguez-Pose y Daniel Hardy citan la opinión de un directivo empresarial para resumir la situación actual: «a la hora de decidir dónde invertir en España, Barcelona ha sido tradicionalmente el punto de entrada natural, por su imagen como ciudad luminosa, abierta y llena de talento. Sin embargo, cada vez es más evidente que las cosas allí no son tan fáciles como habíamos imaginado». En cambio, ese mismo directivo recalca que «Madrid es hoy mucho más abierta, aquí nos dejan en paz y no interfieren en nuestra actividad».

Las conclusiones de los autores

Las conclusiones a las que llegan ambos autores son esclarecedoras y merecen ser leídas al completo:

«Madrid y Barcelona han sido durante mucho tiempo las dos grandes potencias económicas de España. Sin embargo, durante las últimas tres décadas, Madrid ha adelantado a Barcelona en prácticamente todos los indicadores económicos, convirtiéndose en una ciudad mucho más grande y en el centro de la actividad económica de España»

«La principal explicación de la divergencia económica entre ambas ciudades se encuentra en los diferentes marcos institucionales que prevalecen en las sociedades de una y otra capital. Madrid ha estado dominada durante mucho tiempo por una constelación de grupos sociales, económicos y culturales pequeños, que son relativamente débiles, en la medida en que son incapaces de moldear por sí mismos el rumbo del colectivo, lo que, por tanto, los obliga a interactuar entre sí. Esto ha dado pie a un ecosistema en el que la vinculación entre pequeños grupos es la norma, lo que conduce a la formación de una sociedad abierta e inclusiva, facilitando la transformación de ideas y talento en actividad económica«

«Barcelona, ​​por el contrario, presenta grupos mucho más cerrados de partida, grupos a menudo divididos por líneas identitarias, económicas y políticas que, si bien fueron capaces de transformar la ciudad durante la transición a la democracia, luego han dado pie a importantes problemas internos/externos y han generado problemas de exclusión. La consolidación de grupos muy cerrados en campos como la identidad o la economía ha osificado las instituciones de Barcelona y ha tenido consecuencias económicas negativas«

«Como en el caso de Montreal, la existencia un entorno comunitario divisivo ha generado bajos niveles de confianza en las relaciones interpersonales y comunitarias. Esto ha llevado a una falta de participación constructiva en las actividades económicas, lo que ayuda a explicar la vacilación de individuos y grupos a la hora de desarrollar y colaborar en nuevas iniciativas»

«Vemos una sociedad cada vez más dividida en Barcelona, ​​devastada por divisiones profundas y crecientes, y donde la falta de confianza ha impedido la construcción de puentes entre los distintos grupos, lo que ha proporcionado la semilla para una trayectoria económica general mucho peor que la que habríamos podido predecir hace décadas, dadas las características de partida de la Ciudad Condal»

«Madrid, aunque no está exenta de problemas, ha logrado construir una sociedad más flexible, lo que ha facilitado un logro nada despreciable, como es la creación de una ciudad más abierta, interconectada, internacional y económicamente dinámica. De ahí que las diferencias en los arreglos institucionales hayan provocado un revés económico mediante el cual el Madrid caricaturizado como «lento» ha acabado siendo mucho más pujante que la Barcelona a la que se presuponía más «activa».

«Según Andrew Dowling, «Barcelona y Cataluña no han aceptado este estatus cada vez más secundario y tampoco han aceptado el papel cambiante que juegan en la dinámica comparada entre las dos ciudades más importantes de España». En su opinión, esto «ha alimentado el giro a la secesión dentro de Cataluña», casi como una válvula de escape».

«Nuestros entrevistados en Barcelona insisten en que Cataluña ha acabado tan fragmentada que se está paralizando todo y se están provocando conflictos, cuando lo necesario sería tender puentes y «coser» una sociedad que ahora mismo está desgarrada. La capacidad para generar consenso y prestar atención a la dimensión institucional es, por tanto, tan importante desde una perspectiva económica como la mayoría de los demás factores que han dominado, hasta ahora, la conversación sobre estos temas»

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