«You work hard, you make money, now the taxman is out to get you». Rick Nielsen.
El Gobierno sabe perfectamente que la mal llamada Tasa Google (que es una tasa a los usuarios de tecnología, a usted y a mí) no va a recaudar casi nada ni siquiera mitigar el agujero fiscal en el que está metiendo a España. Se trata de un globo sonda, como el del «impuesto a los ricos», que esconde una enorme subida de impuestos a la clase media.
Incluso si nos creyéramos la cifra que el gobierno estima de ingresos por la Tasa Google, 1.000 millones de euros -que no es creíble- ni rasca en el déficit de 115.000 millones de euros que ellos mismos estiman. Tampoco tenía ningún impacto en el déficit de 2018 o el de 2019, que fue de 35.195 millones de euros en año de ingresos récord. Pero es que el déficit de 2020 probablemente será, con estimaciones más realistas, de unos 125.000 millones de euros. El «impuesto a los ricos» recaudó en su máximo menos de 3.000 millones.
Estos globos sonda son excusas para engañar a los votantes y subir los impuestos a todos. El problema de España es que cuando crece la economía se disparan los gastos y cuando entramos en crisis se suben los impuestos «porque no recaudamos lo suficiente». Con ello destruyen bases imponibles, potencial de empleo e inversión y cercenan el desarrollo empresarial, que son las bases para tener una recaudación sólida en el futuro.
La Tasa Google recaudaría menos de 1.000 millones de euros, según la AIReF, y nos va a costar al menos otros 1.000 millones en aranceles de EEUU. ¿Por qué? Porque es un impuesto diseñado contra un sector muy específico y por su nacionalidad. La razón por la que EEUU ha abandonado las conversaciones sobre una tasa europea ha sido porque preocupa que el diseño incluya mecanismos que casi eliminen el impacto sobre los conglomerados europeos y chinos, y en realidad solo busque gravar a las norteamericanas.
¿Sabe el Gobierno que la tasa recaudará poco y que nos costará mucho más en aranceles y pérdida de inversión y empleo? Claro. Pero la tasa la cobra Hacienda y los aranceles los sufren las empresas que exportan a EEUU. Es una medida más que demuestra la fiscalidad extractiva que domina el debate político en España. Da igual quién se fastidie mientras entre un euro en la caja, aunque eso lleve a que entren muchos menos euros después. Entonces, ellos volverán con el cuento de que “recaudamos poco” y volverán a subir los impuestos.
España ya ha sufrido la visión extractiva del Gobierno con los aranceles al aceite. La Unión Europea perdió un arbitraje con EEUU en la Organización Mundial del Comercio (OMC) por las ayudas a Airbus. La OMC permitió a EEUU imponer aranceles. Rápidamente, Italia, Portugal o Grecia se lanzaron a renegociar con EEUU, evitando aranceles al aceite. ¿Qué país se quedó cruzado de brazos? España.
La clave de este embrollo con la Tasa Google es la unilateralidad y arbitrariedad de gravar a un sector y a una nacionalidad por dónde genera parte de sus ingresos mientras todos los sectores del mundo pagan impuesto de sociedades donde generan el valor añadido. O se acuerda de manera global en la OCDE o nos llevan a un problema mayor a largo plazo.
Gravar los ingresos no deja de ser como un arancel, una medida que destruye mucho más de lo que se pretende proteger. Además, destruye inversión potencial justo cuando lo que la Unión Europea debería estar haciendo es atraer capital tecnológico y prepararse para la digitalización desde el liderazgo.
Al fijarse solo en los impuestos y, aún peor, solo en el impuesto de sociedades, se olvida el impacto en la economía y su beneficio multiplicador. Según Deloitte, una sola de estas empresas, Google, genera un impacto positivo para la economía española de más de 7.000 millones de euros. Las tecnológicas norteamericanas generan un efecto positivo en empleo, inversión e innovación además de apoyar al crecimiento de las empresas locales de tecnología y servicios que les suministran. Un efecto positivo en todos los impuestos y riqueza que va mucho más allá del impuesto de sociedades.
Imponer una tasa unilateral, injusta y claramente proteccionista supone menos inversión, menos empleo y hundir nuestro potencial como atracción de inversión tecnológica. Si añadimos a los escollos burocráticos y fiscales ya existentes la penalización a la remuneración en acciones que es la clave de la atracción de talento tecnológico, y otro impuesto innecesario.
La mentira de que «solo van a subir los impuestos a las rentas altas y grandes empresas» ya la hemos desmontado en esta columna y la falacia de que los «ricos» van a sufragar decenas de miles de millones anuales y adicionales en gastos es bien conocida en la historia.
Pero la utilización del enemigo exterior y la mentira de las malvadas empresas tecnológicas norteamericanas (si son chinas o alemanas aparentemente son buenísimas) como excusa para subir los impuestos a todos es tremendamente negativa para nuestro país.
Imaginen si EEUU decidiese imponer una tasa unilateral y por país a las empresas españolas que invierten en infraestructuras, renovables o ingeniería en EEUU. Es una absoluta bomba de relojería que parte de la base de unos supuestos “ingresos fiscales perdidos” de las tecnológicas calculados de manera mucho más que cuestionable y que luego ni se recaudan ni se atrae inversión.
En vez de pensar en crear ingresos fiscales atrayendo inversión tecnológica y fomentando el emprendimiento, lo que hacen es empeorar la situación de consumidores y empresas, y por tanto del país, por intentar rascar unos millones de euros de recaudación que ni van a conseguir, y que, encima, se irán a otros países generando mucha mayor cantidad en empleo e inversión potencial.