Su situación de privilegio y ese amor a la vida que le quemaba le llevaron a conocer a muchas de las personas más relevantes del siglo pasado. Entre ellas topó, en un viaje a la India, con Karl Haushofer. Le arroga, por error, la acuñación del término Lebensraum; “espacio vital”, en nuestro idioma.
Ludwig von Mises comienza su obra sobre el nacional socialismo “Gobierno omnipotente” diciendo que “El elemento esencial del partido Nacional Socialista de los Trabajadores es la conquista del Lebensraum para los alemanes, es decir, a un territorio tan largo y rico en recursos naturales que les permitiese vivir en autosuficiencia con un nivel no menor que el de cualquier otra nación”. Es más, “lo que caracteriza a los Nazis es su especial tipo de nacionalismo, su deseo de un Lebensraum”.
El Lebensraum es axial en el nacional socialismo. Hoy prácticamente nadie diría de sí mismo que es nacional socialista, pero la concepción del “espacio vital” tiene muchos elementos que son dogma de fe para innumerables personas que, por otro lado, y esto es lo sorprendente, tienen de sí misma la imagen de tener ideas avanzadas. Hacia dónde avanzan o retroceden esas ideas es algo que parecen no comprender del todo.
Por un lado está la sobrevaloración de los recursos naturales. Evo Morales, líder racista (indigenista prefieren llamarle algunos) y socialista basa su programa en el control sobre los recursos naturales. No entiende, ni él ni la pléyade de hombres y mujeres “de progreso” que el valor de esos bienes sin transformar es muy poco a no ser que se pongan al servicio de procesos productivos complejos y muy capitalistas, propios de las sociedades libres que sincera y abiertamente desprecian.
Esa atención desmedida por el medio natural no es ajena a que fuera el socialismo alemán el primero en abrazar filosófica y políticamente el ecologismo. Ya en 1933 Alemania aprobó una Ley de Protección de los Animales. Sin desmerecer lo positivo del buen cuidado de los animales, esta actitud hacia la naturaleza, con una cierta idea de subordinación del hombre, encaja bien con la ética nacional socialista.
Pero, volviendo al espacio vital, el problema que intenta resolver, el del abastecimiento de la población, hay un camino indirecto, sutil y maravilloso, que es el alma y el cuerpo de la civilización, y que poco tiene que ver con esa apropiación torpe y brutal del terreno. Se trata, sí, del comercio. La Alemania actual podría no producir un solo gramo de comida y no por ello quedaría hambrienta. Produce muchas otras cosas de enorme valor con las que puede comprar, en el mercado, toda la comida o todos los recursos primarios que necesite.
Ah, pero eso es manchesterismo, al parecer la quintaesencia de todos los males del universo. Así nos fue en el XX.