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El espectro de Keynes

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Algo parecido llevó a Keynes a llamar "general" a su teoría, concebida en un momento de crisis y con recetas del tipo en-cien-años-todos-muertos. Ha necesitado gran parte de las mejores mentes dedicadas a la economía para redimirle de su visión cortoplacista y crear un modelo para cualquier situación. La estanflación de los 70 se encargó de hacer añicos aquel keynesianismo.

Curiosamente, a las puertas de una nueva estanflación (horrísona palabra utilizada para llamar a la convivencia de inflación y recesión), el keynesianismo, ya no en nombre del de Cambridge, vuelve a aparecer, volviendo a dejar claro una vez más que la suya no es una teoría "general", sino para las urgencias.

A George W. Bush no va a venir nadie a darle lecciones de vulgokeynes, porque para eso es el presidente de los Estados Unidos que más ha aumentado el gasto público, después de Lyndon Johnson. El último en sumarse es el secretario general del Fondo Monetario Internacional, socialista. Y francés, para más señas. Dominique Strauss-Kahn ha llamado a los gobiernos a caer en el déficit para salir del paso. "La política monetaria no basta; hay que preparar medidas temporales presupuestarias". Será que Estados Unidos no va a entrar jamás en crisis, ya que lleva años siguiendo la "política presupuestaria activa" que exige el francés.

Está claro que las malas ideas no mueren nunca, especialmente si le placen al poder. Aunque sea gastar el dinero público como si no hubiera mañana, o como si no fuera de nadie, según la ministra Calvo. ¿Es necesario ese gasto? ¿Es el mejor uso que se puede hacer de esos recursos? Quitarle dinero y recursos a los particulares, que se cuidan muy mucho de no despilfarrarlos y utilizarlos eficazmente, ¿nos hace de verdad más ricos?

A nosotros no, pero a los políticos los hace más poderosos.

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