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El fenómeno ideológico de VOX

Publicado en La Información

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¿Cuáles son las concepciones morales débiles o fuertes? ¿Quieren decir correctas e incorrectas?

Yo, a veces, me relaciono con progres. Discrepamos pacíficamente y nos reímos de lo divino y de lo humano. Exactamente igual que cuando me relaciono con conservadores. Ayer, sin ir más lejos, un progre, en concreto César Calderón, me recomendó la lectura del libro de Gonzalo Fernández de la Mora, “El crepúsculo de las ideologías”. Y le he hecho caso, me lo estoy leyendo. En él, el autor señala que, si las ideologías no tienen pretensión de veracidad, y no la tienen, es porque en esencia tienen una dimensión falsificadora. Añade, don Gonzalo, que cuando los doctrinarios son conscientes de ello, las ideologías “como las defensas de los criminales, son enmascaramiento, deformación y sofisma”. Además, al ser un fenómeno individual, es territorio de la ética y la psicología, no de la sociología. Este apunte, y todo el libro, tiene un sentido especialmente relevante hoy en día. Hablamos de ideología cuando queremos decir valores, ideas o ideales y no son lo mismo.

Me produce un rechazo absoluto aquel político que usa y abusa de conceptos cuyo significado es importante como valor para mucha gente, para promover una ideología. Ya sé. Esto es más viejo que el cuplé. Pero sigue siendo lamentablemente relevante y repugnante a un tiempo.

La bandera, la patria, la nación, la tradición son términos que pueden atribuirse a un independentista catalán o a un seguidor de Vox. La fotografía del líder besando a un niño representa a Lenin o a Ronald Reagan. ¿Qué diferencia a uno del otro? Las acciones, en ambos casos.

Para centrar el punto ideológico, tomemos, por ejemplo, los estatutos fundacionales de VOX, la estrella mediática, después de una larga travesía en el desierto, cuyo único oasis era Intereconomía, caldo de cultivo del que ha surgido este partido. Hay cuestiones, en especial las que se refieren a la competencia institucional, la libertad de mercado, la transparencia, el cambio de la ley electoral, la despolitización de las instituciones, etc., con las que estoy de acuerdo. Pero antes de llegar a los llamados “principios inspiradores” y a la “agenda del cambio”, donde se exponen estos puntos, nos encontramos con párrafos como el siguiente:

“Si las ideas que nos conducen son equivocadas, si las concepciones morales que nos inspiran son débiles, nunca conseguiremos volver a la senda del crecimiento material. (…) Son el esfuerzo, la perseverancia, la cohesión, el altruismo, la búsqueda de la excelencia, el reconocimiento del mérito, la honradez y el patriotismo los que crean los puestos de trabajo y traen la prosperidad”.

Y, es ahí, en donde percibo un tufillo sospechoso a ideología que me tira de espaldas. ¿Llegar al crecimiento económico a través de la moral? ¿Desde cuándo el patriotismo genera puestos de trabajo? ¿Cuáles son las concepciones morales débiles o fuertes? ¿Quieren decir correctas e incorrectas? Y, en ese caso ¿cuáles? ¿Dios, Patria y Rey, las bases del carlismo? Díganlo en alto.

Siento la misma confusión cuando leo que, si bien su principal principio es la libertad individual y la participación de la sociedad civil para asegurar la calidad democrática, el segundo es la indisolubilidad de la nación española. No me cuadra. Si hay una mayoría de ciudadanos que desean fraccionarla ¿qué prima, el individuo o el territorio? Sospecho la respuesta.

Vox no es un partido que va contra las mujeres, no alimenta el odio hacia la mujer. Tampoco es un partido anticonstitucionalista, aunque quiera cambiar la Constitución. No tiene delincuentes terroristas en sus filas, como otros sí, para vergüenza de nuestra democracia. Es un partido a la derecha del Partido Popular, teniendo en cuenta que el PP no solamente es Rajoy, también lo es Esperanza Aguirre, a quien Santiago Abascal le debe tanto, o José María Aznar, que ha colocado a Casado, su candidato, al frente del partido. Y si ustedes quieren calificar a Vox más allá, háganlo. A mí no me interesan las etiquetas.

Pero sí es un partido que manipula los signos de identidad que nos identifican. Es el partido de “los más valientes”, dicen que porque sus seguidores se han sentido hostigados y los grandes medios les ninguneaban. Pablo Iglesias también utilizó Intereconomía como plataforma antes de ser la estrella mediática de entonces. También transgredió los modos convencionales: los podemitas antes que Vox se saltaron la fórmula ortodoxa para jurar un cargo. También se presentaron como representantes del hartazgo popular frente a la corrupción y la falta de transparencia. Y también se arrogaban ser la verdadera izquierda (en el caso de Vox se trata, obviamente, de los verdaderos conservadores).

Pero lo que más me preocupa es la ideología, porque no sabemos la verdad que esconde detrás de la máscara y, a veces, lo ignora el mismo doctrinario. Quien habló a la juventud de su país pidiéndoles no venirse nunca abajo, ser amantes de la paz, pero al mismo tiempo fuertes y valientes no fue otro que Hitler, que ganó unas elecciones y su partido era la tercera fuerza política en Alemania. Afortunadamente, ni Santiago Abascal ni Iván Espinosa de los Monteros tienen nada que ver con Hitler. Yo doy fe de ello. Pero, sinceramente, me produce escalofríos observar a sus groupies en las redes, enardecidos por la grandilocuencia tuitera de Santiago, que reconocen que “las arengas” (término militar) de Santiago les inflaman el ánimo. Me recuerda a la escena de la película Cabaret en la que un niño, vestido con uniforme nazi, canta “Tomorrow belongs to me”, sin pretensiones, en principio, y acaba la escena con la taberna entera en pie, brazo en alto. La última frase de la canción dice “Llegará la mañana cuando el mundo sea mío”. Entonces, el escritor americano le pregunta al amigo alemán: “¿Y crees poder controlarlo?”.

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