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El Gobierno reconoce la desaceleración que negaba hace escasas semanas

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Lo más peligroso es que todas estas equivocaciones perjudican mucho más a los que fingen proteger, a los más desfavorecidos.

“Are you ready to take your place in the modern museum of mistakes?” Elvis Costello

Hace escasas semanas, el gobierno español no solo negaba cualquier tipo de desaceleración a pesar de la evidencia de los datos, sino que, en un ejercicio de voluntarismo, anunciaba a bombo y platillo que estaba estudiando revisar al alza las estimaciones de crecimiento.

De los creadores de “la economía española se acelera” y “el empleo crece de manera fuerte” llegaban: “es lógico y normal que se produzca la actual desaceleración en economías maduras como la de España” y “el ritmo de creación de empleo será más lento por la maduración del ciclo económico”. En menos de cuarenta días.

Por supuesto, y ante la probabilidad de nuevas elecciones, esas mismas fuentes ya están preparando el siguiente comodín si los datos empeoran aún más. El enemigo exterior. Dice siempre mi buen amigo Carlos Rodríguez Braun que el mejor amigo del ser humano no es el perro, sino el chivo expiatorio, y no duden que, como se hizo en la crisis, se cargará cualquier empeoramiento de los distintos y socorridos culpables externos, incluso alguno original e innovador (alguno de ellos ya dice que la economía se ralentiza por el cambio climático).

El problema del gobierno con la economía española ante la ralentización de la eurozona y los desafíos globales es triple: inacción, obstinación e imprudencia.

Inacción: Históricamente, los gobiernos se reúnen con grandes empresas, organizaciones sindicales y bancos pensando que de esa manera pulsan diferentes opiniones. ¿Qué es lo que ocurre? El sesgo de confirmación. En realidad lo único que recibe es una misma opinión que, además se convierte en una palmada en la espalda al responsable del gobierno una vez se añade el filtro de los asesores que le rodean.

El famoso síndrome de La Moncloa no deja de ser la típica sucesión de filtros y matizaciones que le llegan a los grandes empresarios que escuchan de sus equipos que todo lo que están haciendo está bien mientras su acción se desploma. Parte de esa inacción se genera cuando todos los asesores e interlocutores que reciben asumen un diagnóstico equivocado: que el problema de la economía es de demanda y, por lo tanto, lo único que tiene que hacer el gobierno es aumentar desequilibrios para sostenerla o “estimularla”. Ignorar el exceso de capacidad y acudir a crear señales artificiales y falsas de demanda nos lleva a caer en las crisis de manera más abrupta.

“El problema de la economía española es como el de una empresa que ignora el capital circulante”, comentábamos hace unos meses. Ignorar que las empresas españolas son mucho más pequeñas, débiles y frágiles que las de economías similares, que las políticas de demanda y subvención hacen a los agentes económicos mucho más expuestos al ciclo.

Además, apalancar la economía financiando un gasto corriente creciente con más deuda y mayor transferencia de rentas de los sectores productivos a los de baja productividad son parte de las razones por las cuales España entra en crisis más agresivas que nuestros comparables. Así, es normal que el gobierno fíe todo a la política monetaria y a un supuesto paraguas europeo que ni diagnostica ni soluciona problemas estructurales: los perpetúa. Se hace más cómodo no hacer nada y poner cara de velocidad y esperar que sea Europa o el BCE el que nos saque de los problemas.

Obstinación: Esto es ya más peligroso. Lo que caracteriza, desafortunadamente, a esta administración comparada con otras, incluida la época de Zapatero donde el debate interno era incuestionable, es una visión de la economía y de la inversión alejada de la realidad, reactiva y dirigista. Es decir, la inversión y el empleo se tienen que generar sean cuales sean las condiciones legales, impositivas y políticas que decide el gobernante.

Los agentes económicos están para aceptar y acatar lo que decida el gobierno sea o no bueno para la economía. No es una perspectiva mercantilista, ya de por sí equivocada, sino extractiva. Usted gana demasiado y el gobierno gasta demasiado poco, y si va mal, todo se lo debe al gobierno. Solo desde una perspectiva dirigista puede entenderse la obstinación en mantener propuestas y anuncios de enormes subidas de impuestos, intervencionismo y restricciones burocráticas que ya han demostrado tener un impacto negativo sobre la inversión y el empleo: “Si los agentes económicos no invierten, consumen y contratan más es por culpa suya o del exterior, no del gobierno”.

Imprudencia: Nadie en el gobierno puede ignorar que España ha consumido todo su espacio fiscal en fallidas políticas de demanda. Con más de 787.000 millones de euros de déficit acumulado “porque hay margen” y “España tiene un problema de ingresos, no de gastos” desde 2008, añadido a un estímulo monetario sin precedentes que supone que el BCE acumule ya casi 256.000 millones de euros de la deuda viva soberana española y España se financie a tipos negativos reales en toda la curva y nominales a medio plazo, ¿realmente se creen que más déficit y más gasto son la solución?

España, como tantos países europeos, ha visto una cadena de estímulos de demanda sin precedentes, y nos muestra como el ejemplo más evidente del inexistente multiplicador del aumento de gasto público. También del efecto nocivo del constante asalto fiscal a los sectores productivos utilizando la errada “presión fiscal” en vez de la verdadera razón de nuestros problemas, la altísima cuña fiscal (la presión fiscal son ingresos sobre PIB, la cuña fiscal es lo que pagamos de impuestos con respecto a lo que ganamos) y una política extractiva que impide a las empresas invertir a largo plazo. Si la inacción es peligrosa para el empleo y la inversión, la obstinación y el dirigismo son imprudentes ante una desaceleración que negaban hace cuatro semanas.

España no puede afrontar una ralentización haciendo anuncios constantes contra la inversión, amenazando a empresas, contra la creación de empleo y el consumo desde la obstinada y equivocada idea de que todos tienen margen menos el gobierno.

Así es como pasamos del exceso de euforia de hace unos meses a la inacción, obstinación e imprudencia. Exagerando las fortalezas de la economía española, que las tiene, y cayendo en la autocomplacencia mientras ignoran las debilidades.

La próxima excusa será decir que hay ralentización porque el gobierno está en funciones y no puede subirnos los impuestos a todos y aumentar gastos corrientes, porque eso sí que evitaría la desaceleración… en sus sueños.

Lo más peligroso es que todas estas equivocaciones perjudican mucho más a los que fingen proteger, a los más desfavorecidos. Pero cuando ocurra, dirán que los problemas creados por exceso de intervención se solucionan con más intervención.

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