Zapatero dejó claro en su discurso de investidura que se iba a cobrar la mayoría en el CGPJ y el Tribunal Constitucional que considera que le deben desde hace tiempo por la mayoría socialista en el Congreso. La Justicia será la primera gran batalla de esta legislatura, porque una vez ganada esta, humillada la institución ante los designios del Gobierno, caerán todas las demás. Las que transformarán nuestra democracia en otra cosa. Y todavía los hay en el PP que están dispuestos a pactar la traición. Centrismo, parece que lo llaman.
Parte de la sociedad no está dispuesta a resignarse. Que en ella no se puede incluir a los empresarios, a día de hoy no habrá quien lo niegue. No hay nada más tímido que un millón de dólares, decía Keynes. Ni más cobarde que un millón de euros, podríamos decir ahora. Pero es precisamente en este ámbito, el empresarial, donde se avecina una lucha titánica por el control. Intermoney (y otra excelsa institución, dicho sea de paso), gana un nuevo miembro en el Gobierno: ya no sólo está la mujer de Carlos Arenillas; ahora también se sienta en el banco azul Miguel Sebastián.
Sebastián ha sido el vértice de la "triangulación perturbadora" (Moncloa-CNMV-SER) que ha sido una de las manos con que se quería sisar Endesa. La otra es el Ministerio de Industria y aledaños (CNE, principalmente), que caerá en las manos de Sebastián. El affaire Endesa está cerrado, pero todavía queda por cerrar el asalto a Iberdrola por EDF, que parece contar con el visto bueno de Moncloa.
Pero el gran asalto podría ser otro: Telefónica. Zapatero ha demostrado que es capaz de cambiar la ley, violar las normas europeas, decir que no quiere que Endesa vaya a una empresa extranjera con participación pública y luego entregarla a Enel… lo que sea con tal de colocar sus piezas sobre el tablero empresarial español. Y Telefónica es la gran dama en este juego: una multinacional con medios y dinero para crear un imperio mediático al margen de Prisa. Los recelos mutuos entre el órgano de poder y ZP podrían resolverse con Telefónica como ariete mediático y económico de su lado.
Gerardo Díaz Ferrán, aquel valiente que anunció antes de las elecciones que se vería el 10 de marzo con Pedro Solbes, tendrá que decidir si piensa dedicar su gallardía liberal a ver pasar los cadáveres o hará algo más.