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El gran manipulador del Euribor es el BCE

Publicado en Voz Pópuli

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La manipulación del Libor y del Euribor por parte de los bancos europeos se ha convertido en uno de los arietes preferidos para cargar contra los mercados libres. Debe ser que eso de vincular sector privado con fraude, manipulación y engaño ablanda el servilismo ciudadano para aceptar dosis crecientes de coacción estatal: como si el sector público, y nuestros políticos, no se caracterizaran precisamente por un continuado fraude, manipulación y engaño sobre los ciudadanos.

Pero recapitulemos brevemente los hechos: al menos desde 2005, los bancos europeos han estado manipulando el Libor o el Euribor declarando que se estaban financiando a un tipo de interés distinto a aquel al que realmente lo estaban haciendo. En el caso del Libor, cada mañana hasta 16 bancos remiten a Thomson Reuters los tipos a los que se estaban financiando, éste descarta aquellos tipos que se encuentran entre el 25% más altos y los que figuran entre el 25% más bajos, y saca una media con el resto (y ése era el Libor de ese día para cada vencimiento); con el Euribor sucede lo mismo, salvo porque la selección de bancos son 44 y se descartan el 15% que ofrece tipos más altos y el 15% que ofrece tipos más bajos. Claramente, pues, cabía la posibilidad de que el panel de bancos se coordinara para mover los tipos en la dirección interesada (o que, incluso cada banca sin coordinarse, consiguiera influir en el tipo final).

La reciente sanción sobre los bancos europeos acusados de manipular el Euribor ha reavivado la demagoga anticapitalista: estamos en manos de las corporaciones y necesitamos más regulaciones estatales que nos protejan del malvado capital. No tan rápido.

Libre mercado no es corporativismo

Un primer y muy extendido error es sostener que los defensores del mercado libre piensan que los empresarios son seres angelicales y benévolos que siempre tratarán de cumplir las normas beneficiando a los demás. No: los liberales somos conscientes de que el ser humano –y el empresario es un ser humano– es muy proclive a engañar al prójimo siempre que crea que puede salir beneficiado, de ahí que el fraude –al igual que el robo– deba ser perseguido por medios judiciales.

Es más, los liberales somos muy conscientes de que una parte del sector privado tenderá a coaligarse y cartelizarse con tal de cabildear al Estado para obtener regulaciones y privilegios en su favor y a costa del resto de ciudadanos. Por eso, justamente, defendemos un Estado tan pequeño que no pueda prebendar a nadie. Liberalismo no es corporativismo: los privilegios estatales concedidos a unos agentes privados machacan y perjudican a otros agentes privados, esto es, atentan contra el mercado libre y competitivo que propugnan los liberales. La respuesta ingenua es pensar que semejante problema se arregla con más omnipotencia gubernamental cuando fue, desde un inicio, esa omnipotencia lo que permitió amparar semejantes fraudes y conceder semejantes privilegios.

El interbancario, un mercado antinatural

El caso del mercado interbancario es harto relevante. Aunque nos hemos habituado a convivir con un mercado en el que los bancos van renovando continuamente sus posiciones deudoras a muy corto plazo, lo cierto es que semejante mercado es una completa anormalidad. ¿Se imaginan una empresa hiperapalancada que cada día o cada semana tuviera que salir a los mercados de capitales para refinanciar una parte muy cuantiosa de su pasivo so pena de suspensión de pagos?

Resulta inconcebible, pero eso es lo que sucede con los bancos y el mercado interbancario. El gigantesco descalce de plazos que exhiben las entidades financieras (endeudarse a corto plazo y prestar a largo plazo) las aboca a tener que refinanciar recurrentemente aquellos pasivos vencidos con cobro exigido para las que carezcan de suficientes entradas de efectivo. Son esos persistentes créditos entre bancos (desde aquellos con saldos acreedores netos a aquellos con saldos deudores netos) lo que engendra una serie de tipos de interés medios a muy distintos plazos que se conocen como Euribor. De ahí que muchos bancos cubran el riesgo de interés de sus créditos hipotecarios referenciándolos al Euribor: así se aseguran de que el hipotecado abonará en todo momento el tipo de interés que a ellos les cueste como media refinanciarse.

Mas, conviene insistir en ello, que muchos créditos bancarios a largo plazo estén referenciados al Euribor sólo es el síntoma de una profunda anomalía de fondo: que esos créditos a largo plazo se están financiando con deuda a corto. Un mercado libre y no privilegiado, donde los bancos se vieran empujados a tener cerrada su financiación a largo plazo para extender crédito a largo plazo, sería un mercado con tipos de interés fijos, no variables. Un mercado donde, por consiguiente, la manipulación del Euribor (derivada de unos bancos que deban refinanciar continuamente su posición pasiva) ni siquiera podría haber tenido lugar. Pero, ¿cuál es el motivo de que la banca haya desarrollado prácticas tan antinaturales? Pues los privilegios estatales con los que se la ha revestido.

El gran manipulador del interbancario: los bancos centrales

Si los bancos privados pueden descalzar masivamente sus plazos de inversión y de financiación es principalmente porque existe una red de seguridad detrás que los blinda frente al riesgo de suspensión de pagos: los bancos centrales. Son ellos quienes, a través de su “política monetaria”, mayor influencia ejercen sobre el interbancario, manipulándolo a su antojo desde hace décadas según quisieran que los agentes económicos se endeudaran en mayor o menor medida (la última vez, hace apenas unas semanas). A su lado, las modestas manipulaciones de los bancos privados –de apenas unos cuantos puntos básicos– se antojan casi irrelevantes para el público general: no ha sido la fraudulenta composición del Euribor o del Libor lo que ha incentivado los ciclos de sobreendeudamiento, sino el inflacionismo crediticio de un perverso sistema financiero en cuya cúspide se halla el banco central.

Acaso se pretenda contraargumentar que los bancos centrales han podido tener mucha más influencia que los bancos privados sobre el interbancario, pero que ellos, a diferencia de sus pares capitalistas, lo hicieron con el benemérito propósito de rebajar el tipo de interés del interbancario con tal de aliviar la precaria situación de los deudores a tipo variable. Sucede, sin embargo, que eso mismo hicieron los bancos privados: a partir de 2007, sus manipulaciones del Libor y del Euribor tendieron sistemáticamente a reducirlo de manera artificial –ya fuera para no señalizar su situación de debilidad en medio de la crisis o para obtener pingües ganancias mediante su exposición a los swaps de intereses–, lo que terminó redundando en beneficio de los deudores a tipo variable.

No fueron, pues, los deudores sino los ahorradores quienes salieron fuertemente perjudicados a causa de la manipulación del interbancario por parte de la banca privada (obteniendo rentabilidades menores a las que deberían haber obtenido). Pero, ¿cómo limitarse a señalar con el dedo acusador a la privilegiada banca privada olvidándose, en paralelo, de los bancos centrales, esto es, de la institución que, durante los últimos años, más ha hecho por hundir los tipos de interés y, por tanto el retorno, de los inversores en renta fija?

El gran manipulador del mercado financiero es el banco central, siendo la banca privada una (lucrativa) correa de transmisión hacia la sociedad de la “política monetaria” decretada por el monopolio de la emisión de moneda. Es razonable que uno se rasgue las vestiduras por el fraude cometido por un sector privado cartelizado y privilegiado (fraude que, en el fondo, sólo ha sido posible por esa privilegiada cartelización), pero no lo es que deje fuera de la ecuación al principal director de todo este nada liberal sistema financiero: la banca central. ¿Cómo poner a la zorra a cuidar del gallinero? ¿Cómo esperar que entregándole todo el poder a los burócratas de Frankfurt (o peor: de Madrid) las manipulaciones del Libor y del Euribor habrían sido menos frecuentes cuando, precisamente, la banca central buscaba que el Libor y el Euribor fueran lo menores posible? No: lo que necesitamos es una banca libre y desprivilegiada sometida a la implacable competencia y a una sana desconfianza por parte de la ciudadanía.

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