El informe de Intermon Oxfam oculta hábilmente algunos datos fundamentales para entender la evolución de los indicadores de desigualdad.
Entre 1980 y 2015, el Banco Mundial ha acreditado un descenso continuado del número de personas que vive en una situación de pobreza. Para ser precisos, la tasa global que mide la incidencia de la pobreza según la carencia de ingresos mínimos ha caído del 44% al 10%, un descenso muy significativo en apenas 35 años.
Esa mejoría no se da solo en tasa relativa, sino también en clave absoluta. El número de pobres ha caído de 2.200 millones de personas en 1970 a 705 millones en la actualidad. Durante ese mismo período, la población que se sitúa por encima del umbral de pobreza ha crecido de 1.400 a 6.600 millones a lo largo de dicho período. Por tanto, pese al boom demográfico de las últimas décadas, el número total de pobres ha bajado de manera sustancial. De hecho, durante el último año, unas 100 personas salieron de la pobreza ¡cada minuto!
Desigualdad buena y desigualdad mala
Cabría esperar que una ONG tan prolífica a la hora de publicar informes como Intermon Oxfam recogiese estos avances en alguno de sus estudios. Sin embargo, un año más, la entidad ha vuelto a pasar de puntillas por estas cifras y ha enviado a los medios un documento de marcado acento antiliberal, orientado a cuestionar la economía de mercado con la desigualdad como argumento de cabecera.
Evidentemente, todos estamos de acuerdo en que la pobreza es una lacra que debemos erradicar. Los liberales creemos que promover la inversión, el comercio y el emprendimiento es fundamental para crear oportunidades y así reducir la miseria a su mínima expresión. Los intervencionistas opinan que la solución debe venir por la vía de la «ayuda al desarrollo». Pero, en ambos casos, hay un punto en común, un acuerdo de mínimos: unos y otros parten de que la pobreza es un problema muy grave, que debe ser atajado cuanto antes.
No ocurre lo mismo con la desigualdad. Los informes de Intermon Oxfam plantean las diferencias de renta o patrimonio como un motivo de escándalo e indignación. Los liberales compartimos ese rechazo hacia toda la riqueza que se genera fuera de un contexto de mercado. ¿Quién aplaude el saqueo perpetrado por un dictador? ¿Quién admira una fortuna creada a golpe de favores políticos?
Otra cosa muy distinta, eso sí, es el enriquecimiento que se puede obtener en una economía capitalista. Si creamos una empresa de éxito y logramos un amplio respaldo por parte de los consumidores, ¿acaso no tenemos derecho a recoger los frutos de nuestro trabajo? He aquí la superioridad del paradigma liberal: la riqueza que se genera en el mercado es la más democrática de todas, porque se decide a diario con la decisión de compra de los consumidores. Por eso, las fortunas capitalistas son, por definición, transformadoras del orden social, empresarial y económico.
Intermon Oxfam no hace esta distinción entre la desigualdad buena que puede darse en el capitalismo y la desigualdad mala que se da cuando la riqueza depende del criterio político. La ONG mete ambas realidades en un mismo saco y proclama, entre mención y mención a Thomas Piketty, que la desigualdad es «una bomba de relojería» que solo se podrá superar caminando hacia una «economía humana».
Las propuestas de Intermon Oxfam
Para llegar a esa «economía humana», Intermon Oxfam propone un amplio ramillete de medidas intervencionistas: aumentar el salario mínimo, establecer límites salariales, reforzar el papel de los sindicatos y la negociación colectiva, aumentar el gasto público en sanidad y educación, subir los impuestos a las rentas altas y las empresas, disparar el presupuesto de «cooperación al desarrollo»…
Dentro de esta batería de propuestas, que sin duda generará entusiasmo en las filas de la izquierda radical, la ONG también incluye un capítulo dedicado al fraude fiscal. Hay mucha tela que cortar en este punto. No, no me refiero a las polémica sobre la elusión fiscal de la matriz británica de la ONG, sino a la economía sumergida, un segmento de nuestra economía en el que participan mayoritariamente las pequeñas empresas y los trabajadores de ingresos medios y bajos. Estos movimientos «en B» suponen alrededor del 19% del PIB, pero eso no parece preocupar a Intermon Oxfam, que liga toda la discusión sobre el fraude fiscal a las «grandes empresas» y los «paraísos fiscales»…
En cualquier caso, el informe termina admitiendo que sus propuestas en este sentido apenas lograrían recaudar, en el mejor de los casos, 1.500 millones de euros, una cantidad ínfima al lado de los 45.000 millones de euros de déficit que tiene hoy España. Al menos en esto la ONG es más realista que Podemos, ya que el partido morado ha basado todo su discurso sobre el fraude en un informe de Gestha que nadie ha visto…
Lo que oculta el informe
El informe de Intermon Oxfam oculta hábilmente algunos datos fundamentales para entender la evolución de los indicadores de desigualdad. Por ejemplo, cuando se habla del aumento de la desigualdad de ingresos en España, se obvia que el 80% de dicha subida se explica por el fuerte aumento del paro. Además, cuando se ofrecen datos sueltos sobre la fortuna que atesoran los españoles más ricos, la ONG calla que España es uno de los países desarrollados con menor desigualdad de riqueza.
Una y otra vez, el documento alude al 1% más rico como causante de los males del mundo. El caso es que, como podemos comprobar gracias a la calculadora de la herramienta Global Rich List, el español medio está más cerca de esa élite de lo que podríamos pensar…
¿No lo creen? Veamos. En lo tocante a la desigualdad de renta, un sueldo de 26.000 euros ya nos sitúa dentro del 1% más afortunado. Algo similar ocurre con el patrimonio. Según el Banco Central Europeo, el hogar español medio atesora activos por un valor de 290.000 euros, lo que no es suficiente para encaramarse al 1% de más posesiones, pero sí nos sirve para entrar en el 3% más acaudalado. ¿No debería Intermon Oxfam informar a sus seguidores en España de que muchos de ellos forman parte de esas nefastas élites que, al parecer, oprimen al 99% restante?
El anticapitalismo de siempre
En su informe, Intermon Oxfam llega a afirmar que «el mercado no ha dado muestras de ser la mejor manera de organizar y valorar gran parte de nuestra vida en común». Esta afirmación no se sostiene. Si comparamos a las economías más liberales con las más intervencionistas, vemos que las primeras tienen veinte años más de esperanza de vida, 30.000 euros más de renta per cápita, más crecimiento económico, más libertades políticas y civiles, menos pobreza extrema o moderada…
Nada de esto parece importar a la ONG, que firma un año más un documento lleno de ataques a la economía de mercado. El anticapitalismo de siempre, sí, pero revestido con una capa de tramposo igualitarismo que nos recuerda que los grandes avances socioeconómicos que ha permitido la globalización seguirán estando en entredicho mientras el debate público siga dominado por ideas tan empobrecedoras como las que maneja Intermon Oxfam en sus informes.