Hace dos semanas, el Consejo de Ministros aprobó el proyecto de ley para los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para el año 2015. Como todos los PGE, éstos se basan en unas previsiones macroeconómicas que, a su vez, para elaborar unos pronósticos sobre gastos e ingresos esperados. Si el cuadro macroeconómico falla o si la traducción de ese cuadro macroeconómico en ingresos y gastos esperados se efectúa de manera incorrecta, buena parte de los PGE se convierten en papel mojado: un error que, en un país como España urgentemente necesitado de cuadrar sus cuentas para poner fin a la sangría de hiperendeudamiento público, resulta de esencial importancia.
Conviene, por tanto, repasar cuáles son los supuestos sobre los que se han elaborado las previsiones de los últimos PGE de la era Rajoy. El dato más conocido es el pronóstico de que el PIB crecerá un 2% a lo largo de 2015, frente al 1,3% esperado para 2014. Pero acaso convenga desagregar el PIB en sus componentes para estudiar la evolución de cada uno de ellos.
Consumo privado
Alrededor del 60% de la evolución del PIB depende del curso que siga el consumo del sector privado. El Gobierno estima una expansión del 2,1% del consumo privado para 2015 frente al 2% de 2014. De momento, la economía española acumula varios trimestres de crecimiento del consumo privado desde finales de 2013, pero todavía no ha crecido en ninguno de ellos por encima del 2%. Por tanto, para que la previsión del Gobierno se cumpliera sería necesario que nos mantuviéramos por encima de los ritmos máximos de crecimiento que hemos experimentado en los últimos años.
Sucede que, de acuerdo con los datos más recientes del Banco de España, el consumo ya ha comenzado a desacelerarse en el tercer trimestre de 2014. Léase: “En el caso del consumo de las familias, los indicadores de opinión de hogares y comerciantes minoristas se situaron en el promedio de julio y agosto en un nivel algo inferior al del segundo trimestre. Entre los indicadores cuantitativos, las matriculaciones de automóviles particulares prolongaron la trayectoria de desaceleración interanual de los meses anteriores. Por su parte, la Agencia Tributaria notificó un aumento interanual de las ventas interiores de bienes y servicios de consumo de las grandes empresas (reales y corregidas de estacionalidad) del 0,7% en julio, una décima menos que en julio, y el índice de comercio al por menor sin estaciones de servicio (ajustado de efectos estacionales) reflejó una caída intermensual del 0,2%, que situó la tasa interanual en el -0,5%”.
Por tanto, si el ritmo de crecimiento del consumo hubiese tocado techo en el segundo trimestre de 2014, la previsión del aumento del consumo privado para 2015 no se alcanzaría. Por ejemplo, si el consumo privado creciera un 1,5% en lugar del 2,1% anticipado por el Gobierno (nótese que, pese a todo, seguimos colocándonos en un escenario a mi juicio demasiado optimista), el PIB de 2015 no crecería el 2%, sino el 1,65%.
Inversión
La inversión representa alrededor del 20% del PIB. El Gobierno estima que en 2015 aumentará un 4,4% frente al crecimiento del 1,5% anticipado para 2014. A la luz de la reciente evolución de la inversión agregada, necesitaríamos un muy sustancial aumento en las tasas actuales de crecimiento para alcanzar el objetivo del 4,4%: en el segundo trimestre de 2014, apenas lográbamos un crecimiento interanual del 1,4%.
Pero lo verdaderamente inquietante viene cuando desagregamos los distintos componentes de la inversión.
Por un lado, alrededor del 45% de la inversión agregada se corresponde con inversión no vinculada al ladrillo (bienes de equipo y otros activos). El Gobierno estima un crecimiento del 6% en esta partida frente al 7% anticipado para 2014, lo que nos obligaría a mantenernos en el muy alto tramo actual de crecimiento interanual. Pero, como vemos, el crecimiento interanual de la inversión en bienes de equipo y otros activos ya comenzó a desacelerarse en el segundo trimestre de 2014 y de acuerdo con el Banco de España: “La información disponible relativa a la inversión en bienes de equipo muestra una cierta moderación de la tendencia fuertemente expansiva de los últimos trimestres”.
Por otro lado, el 55% de la inversión se concentra alrededor de la construcción, a partes iguales entre la inversión residencial y la no residencial. El Gobierno anticipa un crecimiento interanual de la inversión en ladrillo del 3,1% para 2015, frente a la contracción del 3,3% de 2014. Pero actualmente la construcción está lejos de regresar a tasas de crecimiento interanual positivas, y según el Banco de España la situación no mejora: “Los indicadores más recientes referidos a la inversión en construcción apuntan también a una posible ralentización del crecimiento en el tercer trimestre del año, tras la favorable evolución en el segundo. Entre los indicadores de consumos intermedios, la producción de materiales de construcción disminuyó un 0,2 % en julio en términos intermensuales y el consumo aparente de cemento lo hizo en un 1,4 % en junio (sobre la base, en ambos casos, de las series ajustadas de estacionalidad)”.
A su vez, la inversión en construcción se subdivide, por un lado, en vivienda residencial, que incluso en el positivo segundo trimestre de 2014 seguía contrayéndose a tasas superiores al -4% y que no parece estar mejorando en el tercer trimestre de 2014. Según el Banco de España: “los visados de vivienda afianzaron en mayo la trayectoria de suave recuperación de los meses anteriores, aunque su nivel sigue siendo muy reducido”.
La otra partida de gasto incluida en la inversión en construcción incluye la vivienda no residencial y la obra pública. Esta es la única partida que el Gobierno puede controlar directamente, pero si el Ejecutivo recurriera a la obra pública para dopar los datos de crecimiento, el déficit público se descuadraría no por el lado de menores ingresos de los previstos sino de mayores gastos de los inicialmente anticipados. Por desgracia, no es nada descabellado que en año electoral las administraciones públicas recurran al populismo keynesiano para lograr algunas décimas adicionales de actividad. Tal como constata el Banco de España para la primera mitad de 2014 y tal como puede observarse en el gráfico: “El valor de la obra civil presupuestada en los contratos de licitación aumentó en torno al 70% entre enero y junio, en comparación con el mismo período de 2013”.
Añadan a todo lo anterior que el enrarecido clima actual de los mercados financieros bien podría desalentar la inversión: la percepción de incertidumbres en la economía europea que ha generado recientes caídas bursátiles podría, por las mismas razones, engendrar caídas en la formación de capital real durante los próximos trimestres.
En cualquier caso, y adoptando unas expectativas considerablemente positivas sobre nuestro futuro, si la inversión en construcción creciera al 1,5% (frente al 3,1% esperado por el Gobierno) y la inversión en bienes de equipo y otros activos se expandiera al 5% (en lugar de al 6%), el crecimiento del PIB descendería adicionalmente desde el 1,65% al 1,4%.
Gasto público
El gasto público, en su vertiente de consumo público, copa aproximadamente el otro 20% del PIB. El Gobierno estima que durante 2015 el consumo público caerá un 1%. Al tratarse de una variable que en gran medida queda a la discreción del Ejecutivo, no vale la pena contradecirla, salvo para poner de manifiesto que, en caso de que las previsiones de crecimiento no se cumplan, muy probablemente se eche mano del consumo público para mejorar el PIB en unas décimas. Eso sí, semejante política keynesiana sólo haría que aumentar el gasto y, por tanto, volver inasequible el objetivo de déficit.
Saldo exterior
El Gobierno estima que las exportaciones crecerán un 5,2% frente al 3,6% de 2014 y que las importaciones aumentarán un 5% frente al 4,4% previsto para 2014. Es decir, tanto las exportaciones como las importaciones se expandirán, pero las primeras lo harán a mayor ritmo que las segundas. De momento, sin embargo, las importaciones llevan todo 2014 creciendo por encima de las exportaciones y no se atisba hasta el momento un cambio de tendencia. Según el Banco de España: “Las exportaciones aumentaron un 10,6% en tasa interanual, frente al avance del 1,5% en el mes de junio (…) En la vertiente importadora, los flujos comerciales experimentaron también un repunte significativo, con un avance del 14,9% (7,7% en junio)”. De hecho, las exportaciones de bienes cayeron en agosto un 5%.
El Ejecutivo cree que el mayor crecimiento interanual de las exportaciones sobre las importaciones proporcionará dos décimas de crecimiento del PIB en 2015 frente a la contracción de una décima que ocasionará el saldo exterior en 2014. Una estimación moderadamente conservadora llevaría a esperar un saldo exterior equilibrado, es decir, que ni sumara ni restara al PIB (en realidad, si se prolongan las tendencias de 2014, lo restará). En tal caso, el crecimiento del PIB descendería desde el 1,4% al 1,2%.
Conclusión
Los Presupuestos Generales del Estado de 2015 han sido elaborados a partir de un cuadro macroeconómico excesivamente optimista y excesivamente complaciente. En lugar de adoptar hipótesis más conservadoras sobre nuestro futuro (que deberían llevar a estimar un crecimiento similar al de este año) que eventualmente podrían revisarse al alza (como se ha hecho durante este año) en caso de que resultaran inadecuadamente pesimistas, el Ejecutivo ha optado por inflar desde el comienzo las previsiones de crecimiento: para llegar a crecer el 2%, todas las variables del PIB tienen que comportarse mucho mejor de lo que se han comportado en el segundo trimestre de este año (que según el Banco de España marcará, de momento, el pico de nuestro crecimiento). No es honesto ni prudente colocarse de entrada en un escenario de ensueño sobre todo cuando el contexto internacional y los últimos datos sobre nuestra economía no avalan esa inflación de optimismo.
El motivo de todo ello es claro: el Ejecutivo ha inflado sus previsiones de crecimiento para a su vez inflar sus previsiones de ingresos, de modo que el ritmo de reducción del déficit público cuadre con sus compromisos con Bruselas sin necesidad de reducir un ápice más el gasto público. Al cabo, 2015 es año electoral y lo último que desea el Partido Popular es volverse aún más impopular. Un irresponsable tacticismo electoral que recuerda demasiado al del zapaterismo como para no considerar a Rajoy un simple continuador del desastre económico que comenzara a gestar el socialista. Los españoles pagaremos cara su enloquecida ambición por mantenerse en el poder.