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El monopolio de la contaminación

Publicado en Libertad Digital

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La semana pasada el gobierno de ZP concedió nuevos derechos para contaminar a unas empresas en detrimento de otras basándose en sus “argumentos técnicos”. ¿Suponemos que la solución a la contaminación es el chanchulleo entre políticos y empresas? No, la solución sólo es el libre mercado y la nula intervención del estado.

Según la teoría actual la contaminación es un coste social necesario para poder tener un mayor desarrollo económico. Muchos creen que el único capaz de regular el mal de la contaminación son las imposiciones del estado. Así, el estado ha nacionalizado el aire, las calles, espacio aéreo… convirtiéndose en el mayor traficante de contaminación del mundo. En otras palabras, ha tomado el monopolio de la contaminación por la fuerza, por ley.

Imagínese que usted tiene una casa y el estado, sin preguntarle, le vende a una empresa los derechos de emitir contaminación en su zona. Esto ha ocurrido en varias ocasiones y más recientemente con la creación de aeropuertos donde despegan y aterrizan aviones cerca de viviendas ocupadas. Como el estado posee el espacio aéreo, cualquier acción que usted tome para defenderse de esa contaminación, ya sea de humos y ruidos, será casi inútil.

En una sociedad libre todos los bienes que la comunidad valora y escasean son privados —aire libre de contaminación por ejemplo. Si usted compra una casa también estará comprando el espacio que le envuelve (ahora es del estado). Si una empresa se coloca justo al lado de su vivienda emitiendo contaminación invadiendo su propiedad privada usted podrá defenderse contra ella mediante demandas individuales reales (es una invasión a la propiedad privada), o si le supone un mayor beneficio, podrá vender o alquilar su espacio a la empresa según el contrato que hayan estipulado a cambio de una recompensación económica. Los problemas son innumerables, pero en una sociedad libre —a diferencia de una sociedad intervenida— las soluciones existen y benefician a las dos partes.

El libre comercio es el voluntario intercambio de títulos de propiedad privada. Usted cada día está intercambiando títulos de propiedad privada por otros: su dinero, por una barra de pan por ejemplo. Nadie le obliga a realizar este intercambio, las dos partes —comprador y vendedor— salen ganando de una forma voluntaria y pacífica. Cuando el aire puro se vuelve un bien escaso, entonces también se vuelve susceptible de ser comercializado. En realidad ya ocurre, pero a diferencia de como sería en una sociedad libre, ahora el aire puro es un monopolio del estado: los gobiernos son los únicos con derecho a “contaminar” concediendo licencias.

Las concesiones del gobierno no son trasferencias de títulos de propiedad privada, sino licencias que se sustentan en la fuerza del estado contra la comunidad: jueces, la ley y la policía. El estado se embolsa el dinero que la empresa paga por obtener la “licencia a contaminar” y ésta, a cambio, es defendida por el estado manteniendo a raya a los afectados. El resultado genera una larga lista de ganadores y perdedores netos.

Con la nacionalización del espacio aéreo, ríos, calles, el mar… el estado no sólo ha robado algo que no era suyo, sino que ha contribuido a la Tragedia de los Bienes Comunes, es decir, cuando un bien no es gestionado por medio de las valoraciones subjetivas del individuo, éste se extingue (el aire sano en nuestro caso).

La única economía sostenible es aquella que sólo contempla las acciones individuales y privadas de los que participan. Cuando por falacias económicas se nos presentan algunos problemas como agregados, de todos, y el estado entra en acción para “ayudarnos” y de paso lucrarse a nuestra costa, la insostenibilidad y mal estar socioeconómico es inevitable.

Algunos países de América del Norte y América del Sur —por otras razones— ya han empezado, o estudian, desnacionalizar las calles, “áreas públicas”… Aprendamos de ellos y vayamos más allá. Las “patentes de corsario” del estado sólo benefician al estado perjudicándonos a todos.

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