La rebaja de impuestos de "Sarko" puede suponer una merma en los ingresos estatales de 15.000 millones de euros al año. La pregunta que nos surge es: ¿dónde hará los recortes? Pues en ninguna parte. La idea que planea ahora Francia es subir el IVA para compensar la bajada. No sólo es absurdo, sino que es un fraude al electorado del país vecino.
Prometer el paraíso terrenal para luego desdecirse como si nada es la tónica general de los políticos. No sólo en Europa los altos burócratas presentan tan lamentable comportamiento; en el resto del mundo hacen lo mismo. Bush padre aseguró en campaña: "Lean mis labios, no habrá nuevos impuestos". No fue un comentario ocasional, sino el principal caballo de batalla para ganar las elecciones. Como era de esperar, los acabó subiendo.
De Bush hijo, todo el mundo esperaba un Gobierno liberal en el terreno económico. Prometió incentivar la creación de una "sociedad de propietarios", arreglar la Seguridad Social porque iba a quebrar antes del 2050 y un Gobierno pequeño, entre muchas otras cosas. No sólo no lo hizo, sino que se ha esforzado en la dirección contraria. Ha agigantado el Estado federal, la Seguridad Social norteamericana no ha mejorado un ápice y la deuda estatal tiene dimensiones históricas: desde octubre del año pasado, crece a un ritmo superior a los 1.300 millones de dólares diarios, lo que ya representa más de 29.000 dólares por estadounidense, que llevarán a aumentar los impuestos en el futuro. Los Bush, de tal palo, tal astilla.
No sólo los políticos de "derechas" (o centro) mienten. Bill Clinton dijo que no quería ser recordado como un presidente Eisenhower, un republicano. Pero Clinton, a diferencia de lo que podía esperar su electorado, fue mucho más liberal económicamente que el presidente militar. Proclamó "el fin del Estado del Bienestar tal y como lo conocemos" y liquidó el déficit fiscal. Clinton no fue, ni de lejos, un amante del libre mercado ni jamás estuvo al lado de los ciudadanos ya que aumentó los impuestos e hizo muchas políticas intervencionistas. Su gestión también se rigió por la mentira, y no sólo en el terreno político; también lo inhabilitaron para ejercer la abogacía a raíz de sus embustes.
Lo mismo ha ocurrido con Rodríguez Zapatero. "Quiero un gobierno que no intervenga en la economía", dijo el entonces candidato a la presidencia. Intervencionismo en el caso Endesa, escándalos gigantescos en la CNMV, crecientes subvenciones a los actores, manipulación de las decisiones de la Comisión Nacional de Energía, persecución a grandes empresarios como Francisco González (presidente del BBVA) o Manuel Pizarro (presidente de Endesa), continuas amenazas a la libertad de expresión o prohibiciones económicas y sociales de todo tipo, como las de la ministra de Sanidad, sólo son una parte de las actividades del Gobierno Zapatero. Las demás no han sido mucho mejores.
La confianza en la política es una de las armas que permiten que esas cosas sucedan. La confianza es crucial en nuestras vidas; el libre mercado también depende de ella. Si no confiamos en la gente, no negociamos con ellos. El capitalismo sobrevive en parte a este principio, por eso funciona desenvolviéndose bastante bien. No necesita limitaciones, restricciones ni guías. El capitalismo sólo deja de funcionar cuando lo limitan o manipulan, especialmente si quien lo hace es un mentiroso patológico que usa el fraude y la extorsión para satisfacer sus fines económicos y de rango social; da igual que se llame Clinton, Bush, Zapatero o Sarkozy. Como demuestra la historia, la política es así y no hay nada que pueda cambiarla.
En el capitalismo, cuando un empresario miente sistemáticamente se arruina o va a la cárcel. En política, cuando algún burócrata miente, gana votos. No es un sistema que merezca nuestra confianza ni apoyo. Si los políticos son el mal, reduzcamos el peso del Estado. Como ha dicho Grover Norquist: "No quiero abolir el Gobierno, sólo reducirlo para que quepa en la bañera y ahí se ahogue".