Uno, que siempre se tuvo por clásico defensor de un dinero tan tradicional y confiable como el oro, ha terminado recalando en la defensa de una criptomoneda como Bitcoin. No porque considere que Bitcoin ya es un buen dinero, ni siquiera porque pronostique que vaya a terminar siéndolo, sino porque tiene propiedades monetarias bastante buenas para serlo y, sobre todo, porque sería una magnífica noticia para nuestras libertades que lo fuere.
En los últimos días, empero, la prensa se ha llenado de titulares sobre el colapso de Bitcoin. Se nos asegura que la divisa ha perdido más del 90% de su valor y que, en consecuencia, este experimento monetario se ha saldado con un rotundo fracaso. Debate cerrado. Sayonara Bitcoin. Pues no.
Bitcoin no colapsa, Mtgox sí
Lo primero es aclarar qué ha sucedido: Bitcoin no se ha depreciado más de un 90% desde máximos, sino alrededor de un 50%. No es que con ello pretenda minorar la magnitud de lo acaecido, pero el motivo de la confusión sí es profundo e importante: lo que se ha depreciado un 90% desde los máximos alcanzados en diciembre no es Bitcoin, sino los Bitcoin que se encuadraban dentro de Mtgox.
¿Qué es Mtgox? Un exchange de Bitcoins: uno puede obtener Bitcoins o minándolas, o intercambiándolas con alguien que posea Bitcoins, o comprándoselas a un intermediario (que a su vez debería habérselas comprado a alguien que posea Bitcoins). Un exchange es justo eso: un mercado donde comprar o vender Bitcoins contra otras divisas. Para operar en un exchange es necesario abrirse una cartera con la cual uno realiza las transacciones de compraventa de moneda. En el fondo, podemos ver el exchange como un banco y la cartera como una cuenta corriente multidivisa. Y, precisamente por ello, mientras nuestras Bitcoins (u otras divisas) sigan dentro de la cartera del exchange, lo único que poseemos realmente es un derecho de cobro contra el exchange (lo mismo que sucede con una cuenta corriente en el banco): un derecho de cobro que el exchange puede cumplir o incumplir.
Mtgox fue el primer exchange de Bitcoin y seguía siendo uno de los más importantes. Aparentemente, a mediados de 2011 sufrieron un robo masivo debido a la vulnerabilidad de su plataforma (no a la vulnerabilidad de Bitcoin: es como si averiguan las contraseñas de nuestro banco virtual y nos vacían la cuenta), lo que les generó un agujero colosal en su balance (a día de hoy, estimado en unos 400 millones de dólares). Pese a ello, siguieron operando en lo que algunos han llamado “régimen de reserva fraccionaria” (pero no deberíamos denominarlo así, pues el problema de Mtgox no era la reserva fraccionaria, sino que eran insolventes después del robo), por lo que las sombras de la duda pesaban sobre Mtgox hasta el punto de que sus obligaciones de pago en Bitcoins ya cotizaban con descuento desde hacía meses (lo que indicaba una creciente desconfianza en su capacidad de repago). Las últimas semanas, sin embargo, resultaron críticas: conforme sus clientes fueron sacando Bitcoins de sus carteras en Mtgox (el equivalente a un bank run no acelerado pero sí continuado), el intermediario se asfixió y este martes tuvo que suspender sus operaciones (el equivalente a unas vacaciones bancarias).
En ese sentido, lo que se ha depreciado un 90% desde los máximos de diciembre han sido las promesas de pago de Mtgox en Bitcoins (llamadas ahora goxcoins), no Bitcoin: sería como afirmar que el euro se depreció un 47% cuando los depositantes chipriotas sufrieron una quita del 47% en sus depósitos. Bitcoin ha caído un 50% desde máximos, aunque sólo la mitad de esa caída es atribuible al efecto colapso Mtgox (obviamente, la bancarrota de uno de los principales intermediarios de Bitcoin también afecta a su cotización). De hecho, desde el cierre del martes, Bitcoin ya ha subido cerca de un 10% (e incluso un 50% desde los mínimos intradiarios del martes). Es más, si midiéramos el aumento de precios en el último año (momento en el que los mismos que acusan ahora a Bitcoin de ser una burbuja ya decían que era una burbuja), la revalorización asciende al 1.800% aun después de la crisis Mtgox: curiosa burbuja ésa que, habiendo pinchado, todavía arroja unas ganancias de casi 20 veces la inversión inicial y que, de hecho, lejos de hundirse de valor debido a su presunta inutilidad monetaria, vuelve a tomar vuelo poco tiempo después del vociferado colapso (éste ni es el primer crash de Bitcoin ni probablemente será el último).
Bitcoin: un debate mal enfocado
Sucede que el debate está muy mal enfocado. Bitcoin no es un activo financiero cuya rentabilidad haya que maximizar. Bitcoin, en cambio, es un activo que aspira a convertirse en dinero, esto es, en un bien económico con un valor muy estable que diversos agentes económicos deciden incorporar en sus saldos de tesorería como reserva última de su liquidez. Mal hacemos en apuntar un tanto a los defensores de Bitcoin cuando su precio sube y en arrebatárselo cuando su precio baja: el objetivo de Bitcoin es estabilizar sus fluctuaciones de valor frente a aquellos bienes y servicios que sus tenedores desean adquirir con Bitcoin (es decir, el objetivo de Bitcoin es adquirir la propiedad de la liquidez).
Evidentemente, si Bitcoin va siendo progresivamente más usado como dinero por un mayor número de personas, su precio seguirá subiendo (a más demanda, mayor precio) y si, en cambio, la gente se desprende en masa de Bitcoin, su precio se hundirá (a menor demanda, menor precio): pero su viabilidad a medio plazo depende de que logre estabilizar su valor. Por esto último, dicho sea de paso, es incorrecto calificar a Bitcoin de burbuja: Bitcoin carece de valor fundamental (no tiene retorno como activo) y, por tanto, nunca está caro o barato con respecto a un valor fundamental que no existe. Bitcoin podrá subir o bajar de precio, pero no por ello cabrá calificarlo de burbuja: las Playstation 4 también se depreciarán en los próximos años y a nadie se le ocurriría calificar su precio actual de burbuja. Con Bitcoin pasa lo mismo: uno puede pronosticar que no se usará como divisa en el futuro y que, por tanto, su precio actual resultará insostenible en el futuro, pero esa afirmación —que si Bitcoin fracasa como divisa, se depreciará— resulta compatible con cualquier precio que alcance Bitcoin (es decir, si Bitcoin no se usa como divisa, el único valor fundamental al que tenderá es cero).
En ese sentido, esta criptomoneda todavía está muy en pañales: aunque es habitual en todo proceso de monetización de un activo con una base de clientes todavía reducida, su volatilidad sigue siendo muy alta (hoy sería imposible llevar una contabilidad en Bitcoin que nos blindara de consumir nuestro capital sin darnos cuenta) y fiascos como el de Mtgox no ayudan a mejorar su reputación (aun cuando, en puridad, no debería). Pero Bitcoin sigue en pie y lo sucedido con este exchange no altera significamente sus probabilidades de triunfar o de fracasar en el futuro.
Tómese esto no como una recomendación de compra de Bitcoin sino como la esperanzadora constatación de que la puerta de Bitcoin sigue abierta: Bitcoin es una especie de start-up monetaria tremendamente arriesgada y nadie debería inmovilizar porciones significativas de su patrimonio en proyectos de alto riesgo si, para más inri, no lo entiende. Pero al igual que tantas otras start-ups —monetarias o no monetarias— cuyo adecuado desarrollo promete cambiarnos a mejor la vida, ojalá Bitcoin termine triunfando: los mismos motivos que llevan a los estatistas a temerla deberían llevarnos a todos los demás a desear su exitosa implantación, hayamos invertido o no hayamos invertido desde el comienzo en ella. Una cosa es no pronosticar su éxito y otra muy distinta desear y alegrarse de su fracaso. De momento, por fortuna, Bitcoin está lejos de haber fracasado, aunque también de cantar victoria.