El piloto de MotoGP Marc Márquez anuncia que se marchará a Andorra para escapar de las garras de Montoro y el clamor ciudadano contra su decisión se vuelve casi unánime: se critica a Márquez por falta de patriotismo, por evadir impuestos, por insolidario o por codicioso. Incluso desde el PSOE se ha pedido a los ciudadanos que boicoteen a aquellas empresas que patrocinan al apestado Márquez. Pero, más allá de la mera constatación de lo sucedido, resulta pertinente plantearse por qué se ha desatado semejante ola de indignación popular y si ésta posee alguna justificación racional o, en cambio, carece totalmente de base.
¿Por qué la gente se indigna?
Una posible fuente de indignación popular podría venir de considerar que Márquez está evitando pagar por aquellos servicios estatales que consume o ha consumido: las carreteras que usa, la seguridad ciudadana de que disfruta, la educación pública en la que pudo haber estudiado, etc. Si éste fuera el verdadero motivo de las críticas, hasta cierto punto resultarían razonables: la justicia requiere de reciprocidad y si Márquez hace uso de servicios del Estado, es lógico que pague por ellos.
Mas el motivo principal de la indignación no parece ser ése: se estima que Márquez pagará en Andorra 30.000 euros de impuestos anuales. A buen seguro, Márquez no se habría marchado de España en caso de haber pagado aquí 50.000 o 60.000 euros anuales: cantidad más que suficiente para sufragar la totalidad de los servicios estatales que pueda consumir (y parte, también, de los que consuman otros). Y, a buen seguro, los mismos que se indignan hoy con su exilio fiscal se habrían indignado de haber negociado con Montoro una rebaja de su factura tributaria hasta semejantes niveles.
Mi hipótesis es que el enfado ciudadano tiene otras dos causas: la primera es suponer que Marc Márquez no se merece su riqueza, de modo que el piloto de MotoGP tiene la obligación de redistribuirla hacia el resto de ciudadanos; la segunda causa es suponer que Marc Márquez sólo puede ser un buen ciudadano si paga impuestos. En ambos casos, pues, Márquez se escaquea de cumplir sus deberes naturales o civiles para con el resto de personas.
¿Merece Márquez su riqueza?
Uno de los razonamientos más conocidos del filósofo estadounidense Robert Nozick es su defensa del derecho de propiedad del jugador de la NBA Wilt Chamberlain: según Nozick, si millones de personas le pagaban voluntariamente a Chamberlain una pequeña suma de dinero partido tras partido y, merced a ello, éste se volvía multimillonario, ¿cómo considerar que su propiedad, justamente adquirida, no era legítima? El argumento es plenamente aplicable a Marc Márquez. Sin embargo, se suele disputar desde dos posiciones: la primera es que Chamberlain o Márquez no merecen los talentos naturales que les convierten en buenos deportistas y por tanto tampoco merecen el dinero que han ganado haciendo uso de tales talentos; la segunda es que Chamberlain o Márquez sólo han podido enriquecerse por ejercer su profesión dentro de una sociedad opulenta, de manera que parte de su riqueza ha sido, en realidad, generada por esa sociedad y debe regresar a ella. Los dos argumentos son, sin embargo, defectuosos.
En cuanto al primer argumento: que algo no sea justo no equivale a que sea injusto. Es verdad que ni Márquez ni nadie nos merecemos nuestras “habilidades naturales” pero ello tampoco significa que otros las merezcan y que, por tanto, puedan lucrarse con ellas: a la postre, Márquez no obtuvo sus talentos naturales arrebatándoselos a nadie ni causando daño a terceros, por tanto tampoco pueden reputarse como radicalmente injustos. Es más, el razonamiento de “como Márquez no merece sus talentos naturales, la riqueza que ha generado haciendo uso de tales talentos tampoco es merecida” esconde otra importante falacia: nadie dice que Márquez merezca la riqueza por sus talentos, sino que la merece por cómo ha usado esos talentos. Si Márquez, con las mismas habilidades innatas, se hubiese quedado de brazos cruzados en casa, no poseería riqueza alguna: por usar acertadamente sus talentos en satisfacer las necesidades ajenas sí la merece en tanto en cuanto las otras personas han querido entregarle voluntariamente parte de sus propiedades.
En cuanto al segundo argumento: es verdad que fuera de la sociedad Marc Márquez no habría obtenido sus niveles de riqueza actuales, pero eso no significa que existan obligaciones pendientes de saldar entre Márquez y la sociedad. Al cabo, Márquez es rico no porque la sociedad le haya entregado su riqueza a cambio de nada, sino porque se la ha entregado a cambio de unos servicios que el propio Márquez le ha proporcionado a una parte de esa sociedad (espectáculo, divertimento, emoción, etc.). Entre Márquez y la sociedad no hay deudas pendientes de pago: el intercambio ha sido recíproco y mutuamente beneficioso, de modo que ni Márquez le debe nada a la sociedad ni la sociedad le debe nada a Márquez. Es verdad que Márquez se “aprovecha” de una infraestructura y de un acervo social (lenguaje compartido, sentimiento nacional compartido, cultura aficionada a los deportes, uso generalizado del televisor, etc.) que le han supuesto externalidades positivas hacia su persona: pero sucede no sólo que cualquier otro individuo podría haber usado ese mismo acervo social para generar riqueza (está ahí disponible para todos) sino que el propio Márquez ha contribuido a conformar y enriquecer ese acervo social. Por ejemplo, si dentro de diez años surge un nuevo piloto de MotoGP que también se convierte en millonario gracias a la afición que sigue habiendo en España (y en el mundo hacia el motociclismo), en parte podríamos decir que ese piloto se “aprovecha” del acervo social que contribuyó a forjar Márquez. ¿Tendría ese piloto alguna deuda con Márquez? No, porque a su vez Márquez se aprovechó de ese acervo social. En suma, el pago de Márquez por usar ese acervo social es su ulterior contribución a engrosarlo: toma del acervo para luego reponer con creces lo que ha tomado previamente.
¿Debería Márquez pagar impuestos para ser un buen ciudadano?
Ya hemos visto que Márquez no tiene deuda alguna con la sociedad que se derive de haber violentado dos rasgos esenciales de la justicia como son el mérito y la reciprocidad: Márquez merece su fortuna precisamente por las relaciones recíprocamente beneficiosas que ha entablado con el resto de la sociedad. Aun así, bien podría reprochársele a Márquez no ser un buen ciudadano: aunque Márquez no tenga la obligación de reparar ningún mal (porque no ha causado ninguno), sí podría esperarse de él que promoviera el bien y que, en ese sentido, pague impuestos en España a pesar de que no tenga ninguna obligación de hacerlo.
Aceptando a efectos dialécticos la hipótesis de fondo —a saber, que el buen ciudadano se caracteriza por promover el bien común como algo distinto a su bien personal—, lo que desde luego no puede aceptarse es que la única forma de ser un buen ciudadano sea pagándole impuestos al Estado. Dejando de lado que incluso podría argumentarse que pagar dócilmente impuestos sea una forma de engordar a una ilegítima maquinaria de dominación social como es el Estado, lo cierto es que una persona puede promover el bien común de formas muy diferentes a pagando impuestos: el Estado no tiene, ni debería tener, el monopolio del ejercicio del bien común. Existen muchas otras formas de ser buen ciudadano distintas a ingresar una suma de dinero en una cuenta corriente del Estado: las más obvias son las donaciones privadas o las labores de voluntariado; pero existen otras que no por menos obvias son menos relevantes en el caso de un deportista como Márquez: por ejemplo, tratar de ser un ejemplo moral, en lo personal y en lo profesional, para los demás y especialmente para los menores de edad; esforzarse por ser cada día un mejor deportista no por el dinero que pueda obtenerse con esa mejora marginal, sino para ofrecer un mayor espectáculo a millones de personas; o intentar promover internacionalmente un buen nombre y una buena imagen de tu país.
Las formas de lograr que una sociedad sea una mejor sociedad —una sociedad donde sea más apetecible vivir para el conjunto de las personas— son muy variadas y desde luego ni se limitan ni consisten preferentemente en pagarle impuestos a Montoro. ¿Intenta ser Marc Márquez un buen ciudadano, esto es, promover una sociedad mejor más allá de su interés personal estrictamente entendido? Sí: Márquez es embajador de la Fundación Laureus dirigida a promover el deporte como herramienta de desarrollo social; colabora con la Fundación Repsol y la Fundación Isidre Esteve a la hora de fomentar el deporte entre personas con lesiones medulares; ha apadrinado la campaña Que no falte de nada orientada a repartir 20.000 juguetes en hospitales y centros de atención al menor; ha contribuido a divulgar el buen nombre de España y de Cataluña por todos los lugares del planeta; y, sobre todo, se ha convertido en un ejemplo para millares de adolescentes, muchos de los cuales han descubierto su pasión por el motociclismo y han reorientado su vida hacia esa dirección.
¿Que podría hacer más? Sin duda. Todos podemos hacer más: de hecho, aunque Márquez pagara en impuestos el 60% de su renta… todavía podría hacer y pagar más. Pero que potencialmente pueda hacer más no convierte a Marc Márquez en un mal ciudadano habida cuenta de que ya está haciendo mucho en beneficio de la sociedad. Es más, haré dos comentarios adicionales: primero, las contribuciones sociales que realiza ahora mismo Márquez son infinitamente más valiosas que los millones de euros que podría haberle entregado al Fisco español; segundo, el hecho de que Márquez se marche de España deberíamos tomárnoslo no como una ofensa sino como una alerta de cómo el Estado, y su muy onerosa fiscalidad, está destruyendo la economía y ahuyentando el talentode nuestro país: del mismo modo que aplaudimos a Google News por marcharse de España ante el intolerable canon impuesto por el Gobierno, deberíamos celebrar el canario en la mina que suponen personas como Márquez.
Conclusión
En suma, Márquez ni tiene obligación de pagar impuestos en España ni su estatus de buen ciudadano se ve alterado por el hecho de que decida no pagarlos. Entonces, ¿a qué se debe tamaña inquina contra el piloto de MotoGP? La inquina de los políticos es comprensible: se les escapa una presa a la que parasitar. La inquina del resto de ciudadanos es menos comprensible salvo en una sociedad que haya interiorizado el derecho a rapiñar las propiedades y las libertades ajenas a través de los procedimientos reglados por el Estado. Lejos de agradecerle a Márquez su obra en aras del bien común, berreamos indignados por no poderle quitar aquello que jamás nos perteneció y que no tenemos ningún derecho (ni legal, ni ético, ni moral) a que nos pertenezca.
El caso de Marc Márquez debería servirnos a todos para reflexionar no sólo sobre cómo las sociedades se empobrecen y pierden sus libertades, sino también sobre cómo se pervierten y corrompen moralmente.