Todo indica que Michelle Bachelet ganará la elección del próximo día 17. Lo hará ofreciendo al pueblo chileno Estado, Estado y más Estado. Un Estado Mamá poderoso y generoso que lo proteja y le asegure todo tipo de derechos. Además, se invita a los chilenos a creer que tanta maravilla no tendrá costos para ellos y que incluso los impuestos bajarán, excepto, claro está, para las empresas y una minoría de súper ricos.
¿Quién podría resistirse a semejante tentación? Como diría el Padrino, se trata de an offer you can’t refuse.
La Madrina chilena no debate ni acepta preguntas molestas de los periodistas. Esto lo aprendió de su colega transandina Cristina y hasta ahora le ha resultado de maravilla. Lo que le pide a los chilenos no es poca cosa: que le den poder, mucho poder para hacer lo que quiera con el país. Quiere no sólo ser elegida con mayoría absoluta en primera vuelta, sino, sobre todo, obtener una mayoría parlamentaria que le permita cambiar la Constitución y llamar a una Asamblea Constituyente. Claro, como reina de la ambigüedad que es, no lo dice con todas sus letras, simplemente dice "No lo excluyo", "Ya veremos".
Lo más triste de todo no es que muchos le crean, cosa ya lamentable, sino ver cómo "el capital" corre detrás de la Madrina, subsidiando una campaña que parece tener recursos ilimitados. Los canales de televisión controlados por los grandes grupos económicos están rendidos a sus pies, y desde las poderosas asociaciones de empresarios no se ven sino sonrisas hacia Michelle (inversamente proporcionales a la hosquedad con que siempre han tratado a Sebastián Piñera, quien por conocerlos bien los ha controlado como nunca).
En términos mafiosos, este generoso apoyo se llama pagar por la protección, es decir, en este caso, por el derecho a seguir abusando del pueblo chileno tal como lo hicieron durante el anterior Gobierno de Bachelet y los 20 años de la Concertación.
El domingo 17 los chilenos decidirán si Bachelet gana en primera o en segunda vuelta. Su principal contendora es Evelyn Matthei, de la Alianza por Chile, es decir, la coalición de los partidos de centroderecha. Una mujer conocida por su valentía, por decir lo que piensa y por no tener pelos en la lengua ni complejos que la acallen, y, a diferencia de Bachelet, siempre dispuesta a dar entrevistas y a responder todo tipo de preguntas.
La confrontación entre estas dos mujeres, si pasan a segunda vuelta, sería muy directa, obligaría a Bachelet a confrontarse con sus ambigüedades: ¿por o contra el modelo actual de desarrollo chileno?, ¿por mantener la libertad de enseñanza o por estatizar la educación chilena?, ¿por seguir confiando en el esfuerzo individual y el trabajo o por hacer del Estado el gran protagonista de la vida social?, ¿por un desarrollo evolutivo de la institucionalidad o por lanzarse a la aventura chavista de la Asamblea Constituyente?
Ojalá los votantes chilenos no se dejen seducir por los cantos de la Madrina y apuesten por la estabilidad política e institucional, por las reformas, el empleo y el desarrollo, factores que en su conjunto han mostrado ser el camino que ha llevado a tantos países a la prosperidad.