Skip to content

¿En qué se parecen Falange y Podemos?

Compartir

Compartir en facebook
Compartir en linkedin
Compartir en twitter
Compartir en pinterest
Compartir en email

Nazis y comunistas o falangistas y podemitas son dos caras de la misma moneda, que no es otra que el totalitarismo político y el anticapitalismo económico.

Uno de los problemas más importantes que padece hoy la política española es que buena parte del debate público se queda en la superficie, en las absurdas y falaces soflamas que vierten unos y otros sin abordar mínimamente las cuestiones ideológicas de fondo. Un buen ejemplo de este tipo de práctica por parte de la extrema izquierda consiste en tachar de «facha» o «fascista» a todo aquel que piense de forma distinta, especialmente si defiende el capitalismo, el gran culpable de la «explotación» actual, según ellos.

Muchos de los que así actúan, sin embargo, desconocen por completo el origen y la naturaleza de tales términos, ignoran que el fascismo, el nazismo, el falangismo y el comunismo son primos hermanos, ya que, si bien presentan diferencias, comparten un tronco común: el socialismo. Unos y otros divergen en el carácter nacionalista o internacionalista de sus particulares proyectos, pero coinciden en lo esencial, que no es otra cosa que el control total de la vida y hacienda del individuo por parte del Estado para la consecución de un fin colectivo superior –el suyo–.

No deja de resultar curioso, por tanto, que quienes desentierran de nuevo la bandera del guerracivilismo para cargar contra «el régimen del 78», como es el caso de Podemos y sus socios, sean, precisamente, los que más puntos en común tienen con los «fascistas» que tanto dicen combatir. Si se deja a un lado el tema de la Iglesia, los inmigrantes y la idea de nación, fachas y podemitas coinciden en casi todos los puntos clave de sus respectivos programas. Y si no, vean…

La semana pasada, la revista Papel entrevistaba a Melisa D. Ruiz, «el amanecer rubio de la ultraderecha española», portavoz oficial del Hogar Social Ramiro Ledesma, una casa okupa que sólo ayuda a los necesitados de «sangre española» y cuyo nombre hace honor al fundador del movimiento nacionalsindicalista que, posteriormente, daría lugar a Falange.

Lo primero que llama la atención es que Melisa, cuyo modelo a seguir son los neonazis griegos de Amanecer Dorado, rechaza ser de derechas porque «la derecha es liberal» y ella se dice «profundamente socialista». «Yo soy socialpatriota», proclama. Melisa cree en la «justicia social» –aunque sólo para españoles–, y cuando se le pregunta por las diferencias entre su discurso y el de Pablo Iglesias contesta lo siguiente:

El problema de la izquierda española, a diferencia de la europea, es que es profundamente antiespañola. A Podemos le reconozco el mérito de intentar retomar el sentido de la patria, pero distamos en muchas cosas. Nosotros no creemos en lo de ‘refugees welcome’.

Y poco más… Melisa, que además es vegana, antitaurina y antieuropeísta, inició su militancia en un sindicato estudiantil vinculado al partido neofascista Movimiento Social Republicano (MSR), única formación política a la que admite haber votado. Un breve vistazo al programa electoral del MSR da buena cuenta de qué pie cojea este partido:

  • En una sociedad en que la corrupción atrofia los mecanismos supuestamente democráticos, el consumismo individualista nos hace olvidar el interés colectivo.
  • Propugnamos (…) una política SOBERANA, revitalizando el concepto de comunidad nacional, que promueva la cooperación entre todos los pueblos, enfrentándose al imperialismo y al neocolonialismo que desgarra las relaciones internacionales y condena al Tercer Mundo a vivir y morir en la miseria.
  • Una política SOCIALISTA, cuyas prioridades se establecen en la defensa de (…) todos los excluidos en la sociedad despersonalizada que nos envuelve.
  • Una política DEMOCRÁTICA, que apuesta llevar a todos los ámbitos la participación ciudadana y social, progresando en el camino de construir una democracia participativa, donde los intereses de los poderes económicos o mediáticos se encuentren plenamente controlados por instituciones populares.
  • Una política ECOLOGISTA, que entiende que la consecución del bienestar social va indisolublemente unida al concepto de vida natural.
  • Los socialistas patriotas nos enfrentamos al nuevo siglo planteando la revitalización de las comunidades populares frente al capitalismo global. Es necesario plantear un gobierno de los pueblos para evitar otro gobierno de los tecnócratas al servicio de los intereses económicos.
  • El trabajo sigue siendo objeto de explotación por parte de las oligarquías económicas, que intentan, legislatura tras legislatura, reducir los derechos sociales y laborales que les permitan aumentar sus tasas de explotación y el aumento de las plusvalías.

Es evidente que tal diagnóstico sería avalado, punto por punto, por cualquier podemita que se precie; pero es que, además, salvo contadas excepciones, las propuestas concretas del MSR son casi idénticas a las de Podemos: acabar con el despido libre y los convenios de empresa; reducir la jornada laboral a 35 horas semanales; ilegalizar las empresas de trabajo temporal; fomentar la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas; establecer un «salario social»; crear una «banca sindical»; subir el salario mínimo a 1.000 euros al mes; apostar por la vivienda pública y penalizar los pisos desocupados; paralizar y revertir la privatización de empresas públicas; cerrar las centrales nucleares; transitar hacia las renovables; prohibir los alimentos transgénicos; mayor progresividad fiscal; defensa férrea de todos los servicios públicos; restringir la apertura de grandes superficies; desmercantilizar la cultura; reconocer el Estado palestino…

El manifiesto nacionalsindicalista de Ramiro Ledesma, La conquista del Estado, lo dejaba meridianamente claro allá por 1931:

  • La primera visión clara del carácter de nuestra civilización industrial y técnica corresponde al marxismo. Nosotros lucharemos contra la limitación del materialismo marxista, y hemos de superarlo; pero no sin reconocerle honores de precursor muerto y agotado en los primeros choques.
  • La economía industrial de los últimos cien años ha creado poderes e injusticias sociales frente a las que el Estado liberal se encuentra inerme. El nuevo Estado no puede abandonar su economía a los simples pactos y contrataciones que las fuerzas económicas libren entre sí.
  • La sindicación de las fuerzas económicas será obligatoria, y en todo momento atenida a los altos fines del Estado. El Estado disciplinará y garantizará en todo momento la producción.
  • (…) el nuevo Estado torcerá el cuello al pavoroso y tremendo problema agrario que hoy existe. Mediante la expropiación de los terratenientes. Las tierras expropiadas, una vez que se nacionalicen, no deben ser repartidas, pues esto equivaldría a la vieja y funesta solución liberal, sino cedidas a los campesinos mismos, para que las cultiven por sí, bajo la intervención de las entidades municipales autónomas, y con tendencia a la explotación comunal o cooperativista.

Visto lo visto, no es de extrañar, por tanto, que dos fuerzas que, a priori, parecen tan distantes como el Frente Nacional de Marine Le Pen y el Podemos de Pablo Iglesias coincidan casi punto por punto en materia económica. Si analizan, mínimamente, las frases de uno y otro, verán que no hay diferencia en su ataque frontal a la austeridad, los males de la globalización y el libre mercado, las exigencias de Bruselas o el imperialismo norteamericano, entre otras materias.

Así pues, el gran punto en común en el que coinciden todos estos extremos, ya sean fascistas o comunistas, no es otro que su profundo odio al capitalismo y su abierto rechazo a la democracia representativa (o «liberal», «burguesa» y «oligárquica», tal y como les gusta adjetivarla).

El discurso pronunciado por el ministro falangista José Luis Arrese contra el capitalismo en el acto de apertura del III Congreso Sindical, a mediados de los 40, da buena cuenta de ello. Pero también los mensajes electorales que ofrecía Falange en los inicios de la democracia, calcados al actual discurso podemita. O, ya puestos, qué decir de la canción electoral que escogieron los fachas en 1977, cuyo comienzo lo dice todo: «No queremos empresarios ni esclavos bajo el patrón… Obreros y campesinos pronto se levantarán (…)».

Nazis y comunistas o falangistas y podemitas son dos caras de la misma moneda, que no es otra que el totalitarismo político y el anticapitalismo económico¿Entienden ahora por qué Ynestrillas se hizo de Podemos? Los extremos no sólo se tocan, sino que coinciden en lo esencial, de ahí que el verdadero debate ideológico no sea izquierda y derecha o arriba y abajo, sino entre liberales y estatistas, mercado (nosotros) y política (ellos).

Más artículos

Populismo fiscal

Cómo la política impositiva del gobierno de Pedro Sánchez divide y empobrece a la sociedad española El nuevo informe del Instituto Juan de Mariana evalúa la deriva de la política